jueves, 19 de agosto de 2021

EL PRIMER ESLABON DE ORO - 16.- LOS QUE NO CONTESTRAN

 



LOS QUE NO CONTESTARAN: ¡Presente!

La primera sección de nuestra promoción estuvo conformada por los más veteranos, casi todos altos, bien encarados, muchos con tupida barba que afeitaban hasta dos veces al día como Dueñas y Caballero Negri. Entre ellos había un gordo bonachón y buena gente: 

Augusto Cano Arana, erudito en el manejo del idioma inglés, de andar pausado y buenas maneras en el trato. Terminado el colegio buscó destino profesional en Estados Unidos de Norteamérica donde se graduó como Ingeniero y desarrolló una serie de actividades profesionales relevantes. Años después y como soldado americano participó en la guerra de Corea. Después Augusto trabajó en la construcción de la planta física e instalaciones de la Estación Terrena de Lurín. Fue su gran obra. Augusto formó parte de la escolta del colegio y estuvo entre los privilegiados que viajaron a Cuba, era pariente de Manuel Velasco Alvarado, nuestro primer Director de Estudios. Vi y conversé con Augusto en la década del 60 cuando pasó por Lima promoviendo negocios relacionados con las comunicaciones. Murió a temprana edad. 

Gustavo Escudero Oyarce, el flaco Escudero era uno de los más altos de su sección, la primera, la de los viejos, allí no sólo estaban los de mayor edad sino también los pesos-pesados. De ancestros amazónicos, era medio paisano del Coronel Marín y su tío llegó a Inspector General del Ejército; junto con su hermano Gilberto que es integrante de la segunda promoción del CMLP vivían en un solar cercano al Parque Universitario, en la calle Inambari y era vecino del negro Arana. Gustavo ingresó a la Escuela Militar y en su carrera ascendió hasta Teniente Coronel y como tal fue Sub-Director del CMLP. Fue el primer ex-alumno que alcanzó un puesto directriz de nuestra alma mater. Corazón generoso y fraterno. Caballeroso amigo y condiscípulo, siempre fue un gentil anfitrión de quienes pasábamos por La Perla por algún motivo. Próximo a ser ascendido a Coronel, un accidente cerebro vascular truncó una vida llena de promesas. Falleció el 31 de agosto de 1980. Partió cuando aún se esperaban de él importantes tareas en su actividad profesional. Militar de estirpe y tradición. Gustavo fue afectuoso camarada de todas las horas. Casado con Graciela Otero, dejó cuatro hijos, el mayor de los cuales, Gustavo Jr. es actualmente Mayor E.P. 

El peso pesado del colegio, nuestro abanderado en las célebres Olimpiadas Inter-Colegios de 1946, fue Pipo Pinasco, colorado de voluminosa figura, hizo noticia, casi al ingresar al internado de La Perla. Sucedió que Pipo estuvo entre el grupo de provincianos que logramos internarnos en el Colegio antes del 22 de mayo. Casi todos proveníamos de provincias y no teníamos alojamiento en Lima. En este grupo, entre los que estaban Casas Lazo, Castro Colina, Elmer Vidal, Alejandro Huarcaya y otros, ingresó un arequipeño esmirriado y jodedor: Justo Concha Fernández quien, desde que vio al gordo Pinasco, se le prendió como lapa, imitando a cada instante el dejo selvático del gordo, que al principio se reía y no daba importancia a las impertinencias del pequeño arequipeño. Pipo soportaba estoicamente las bromas y chanzas de Concha, el que alentado por la bonhomía del gordo, confundió tolerancia con cojudez y aumentó el grado de sus impertinencias, hasta que llegó un momento en que Pinasco perdió la paciencia y de una sonora bofetada tiró a Concha por los suelos y convirtió la nariz del arequipeño en un grifo del que salía abundante, incontenible chorro de sangre; todos se asustaron, principalmente el gordo que empalideció de pavor. Pero, más fue el ruido que las nueces, Concha tenía sangre de horchata y pronto estuvo mejor luego que le aplicaron compresas en las fauces. El Teniente Barandiarán que andaba por los alrededores se percató del hecho y sin mayor trámite castigó a Pinasco. Luego del incidente Pipo tuvo más cuidado de aplicar su fuerza y Concha cambió de ocupación, de jodedor se convirtió en el rey de las ganzúas. "El que a hierro mata a hierro muere" dicen las escrituras, meses más tarde Pipo probó el sabor a su propia sangre, cuando Chumpitazi, ágil y envidiable peleador le propinó un cabezazo tan fuerte que no sólo tiró al suelo al gordo sino que le reventó la nariz, como quien revienta un globo de carnavales, y lo bañó en sangre, tanta que su uniforme quedó totalmente manchado. 

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Pipo era supergordo, de elevada estatura y con un inconfundible modo de hablar cantando como todo un "charapa". A él no lo movieron de la primera sección y fue nuestro bulldozer en la competencia deportiva y la gran bronca que tuvimos con los guadalupanos el año 46. Terminado el colegio, el gordo regresó a su tierra: Juanjuí, donde se dedicó a negocios de hotelería y otras actividades comerciales. Siempre fue un cariñoso anfitrión de quienes pasamos por su tierra en alguna oportunidad, como aquella en la que llegamos a Juanjuí junto con Jorge Melgar, formando parte del grupo que acompañaba a FBT en su periplo "Pueblo por Pueblo". Fue por el año 58.  

Pipo era un excelente contador de chistes y charadas, de las cuales no se salvaban ni sus familiares. En una oportunidad su padre le había remitido una carta en la que además de referirle algunos asuntos familiares, le participaba que habían pedido la mano de su hermana Pocha. 

Pipo contó, riéndose a mandíbula batiente, lo que le refería su padre en la carta, pero para hacer más ameno el cuento imitó su forma de hablar, dejando entrever en la imitación que el viejo era gangoso. 

"Imagínate -hijo- ha venido un aviador a pedir la mano de tu hermana Pocha, pero además me pedía dote, y yo le he respondido, qué dote, ni qué dote, si te llevas un buen ocote". 

Así era Pipo Pinasco, sano, alegre, bonachón con el chiste y la chanza a flor de labios. Colorado, entusiasta, más gordo que cuando salió del colegio, Pipo se enroló con fervor en las filas de AP lleno de fe y optimismo. Pronto se convirtió en dirigente provincial y fue un excelente subprefecto en su provincia en el período 1963-1968. 

Año tras año, con la misma entrega y alegría con que concurría a convenciones y congresos partidarios, Américo asistía a las fiestas de nuestra Promoción y a las celebraciones del colegio donde era inconfundible su figura encabezando a la primera promoción en los desfiles del día del colegio. El disfrutaba reconociendo a tal o cual compañero al que no veía muchos años. Oye cholo -decía- qué viejo estás y ¿dónde has estado metido todos estos años? En las celebraciones de nuestras Bodas de Plata en el Círculo Militar, estuvo entre los primeros y hasta bailó con sin igual energía. 

Hace algunos meses el Pato Carrión me avisó por teléfono que Pipo había fallecido y que lo traían a Lima para enterrarlo. Su corazón gigante de hombre bueno lo había traicionado y un infarto al miocardio va a impedir que comparta con nosotros las celebraciones del quincuagésimo aniversario de nuestro ingreso al CMLP. 

1989 https://youtu.be/DF5WPQxmB4U los dorados desfilando


En la segunda sección estaban tres del grupo de tarmeños que se convirtieron en una colonia cerrada que se escondía en los extramuros del Colegio para deleitarse con el manjarblanco que les enviaban sus familiares semanalmente. Juan Carrión, Moisés Aranda y Mario Shepperd Pera, eran esos tres a los que se sumaba Pedro Macassi Sánchez, Juan Zuchetti Jaime, Orlando Ibarra Lara, Ernesto Alvarez Segura y Marcial Vicuña O' Phelan. Ellos practicaban costumbres tribales y al finalizar el rancho vespertino formaban en fila india y se iban al estadio a cantar "picaflor tarmeño" que era su himno de gloria y batalla. Años más tarde Manuel Odría, el presidente tarmeño contribuyó a la difusión de esta canción. Mario Shepperd Pera, perteneció a la segunda sección y allí destacó por su seriedad, lo recuerdo como la versión tarmeña de "Elmer el gruñón". En 1945 su padre fue elegido diputado por Junín en las listas del Frente Democrático y perteneció a la Célula Parlamentaria Aprista. Seguramente que Mario estuvo en la Célula juvenil que fundó y dirigió Luis Alvarado Contreras quien en una oportunidad llevó, en un gesto de audacia inaudito, a un grupo de cadetes del CMLP para que conocieran a Haya de la Torre. La cita fue en una casa de la Av. Arequipa de propiedad de Pérez León. Shepperd ingresó a la antigua Escuela de Ingenieros y se graduó como Ingeniero experto en petróleo. Nunca o casi nunca participó en las actividades de los ex-alumnos, se dedicó con éxito a sus actividades profesionales y según refiere Juan Carrión, hace uno o dos años uno de sus hijos le pidió permiso para asistir al velorio del papá de un compañero. Grande fue su sorpresa al enterarse que el difunto era Mario Shepperd Pera, su paisano. 

Augusto Francia Molinelli era un muchacho alto, blanquiñoso y bien plantado, formó parte de la escolta del colegio. Estaba en el grupo de los miraflorinos cuyos padres tenían automóviles y los iban a recoger los días de salida. De hablar pausado y de buenas maneras al terminar el colegio se graduó de piloto civil, él al igual que otros partió prematuramente, antes fue Alcalde de Chaclacayo. 

Del grupo de huancaínos que estaban en el colegio recuerdo a Casas Lazo, Héctor Jaime, Oscar Paredes Rodríguez, Jorge Rodríguez Maraví, Hugo Menéndez Reinoso y Daniel Guerra Morote. 

Hugo Menéndez Reinoso, afincó en la segunda sección y estuvo ahí los tres años, el 45 ingresó al colegio su hermano menor y muchos otros huancaínos con lo que aumentó su colonia. Él era un muchacho robusto parecido a un torito. Fue uno de los que al salir del colegio ingreso a la Escuela de Ingenieros donde se graduó como Ingeniero Mecánico. En la década de los 70 nos encontramos, de casualidad en la calle y después de departir largamente en un café  del centro, empezamos a compartir inquietudes y problemas. Me contó que estaba trabajando en el Ministerio de Hacienda, en el mantenimiento de aparatos de aire acondicionado y hasta me ofreció enviarme un técnico para revisar uno que tenía en mi oficina. Nos vimos unas dos o tres veces más, en forma esporádica, siempre nos tratábamos con afecto y recordábamos el valle del Mantaro. Partió prematuramente cuando el éxito profesional empezaba a sonreírle. 

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Alfredo Parodi Dupont

Uno de los más destacados profesionales de la segunda ha sido sin ninguna duda Alfredo Parodi Dupont, médico y amigo entrañable al que no pude darle el postrer adiós por obra de mi desinformación. Cuando el 22 de mayo de 1994 nos reunamos en el patio de honor del CMLP, cincuenta años después de nuestro ingreso, y pase lista de asistencia Lucho Villar Igreda, nuestro primer brigadier general, uno de los que no contestará la lista será él, Alfredo Parodi. Sin embargo, al igual que los otros que partieron prematuramente, estará iluminando nuestras actividades, con la luz que señalará el lugar y la presencia de tantos esclarecidos amigos y compañeros. 

Rubicundo, gordito mofletudo y con andar de bacán, Alfredo ingresó al colegio para terminar su secundaria, templar su carácter y prepararse para estudiar medicina, él quería seguir las huellas de su padre y continuar la tradición médica de la familia. 

Alegoso, de hablar atropellado donde la palabra quería ganar al pensamiento, estaba siempre inmerso en discusiones interminables y formaba parte del grupo de los miraflorinos, él fue uno de los doce privilegiados que viajaron a Cuba el año 44. 

No fue una lumbrera como estudiante, pero tampoco estuvo entre la mediocridad de los que pasaban arañando los exámenes y controles, era una mente lúcida que cuando dijimos adiós al CMLP a fines de 1946, se marchó a Argentina a estudiar medicina. Don Alfredo, su padre, era un eminente médico-cirujano que atendía nutrida y selecta clientela en un edificio de la calle El Corcovado, cuando el centro de Lima era lo mejor que tenía la ciudad, además había fundado y administraba el pabellón San Camilo del Hospital Dos de Mayo, allí donde estaban internados los enfermos-presos víctimas de cáncer, la TBC o llevando en sus cuerpos lacerantes heridas producidas por interminables reyertas carcelarias. 

Alfredo vivía la bipolaridad del cómodo ambiente miraflorino de una mesocracia en ascenso y el cieno infamante del submundo del hampa y sus lacras de San Camilo. Fue como la flor de loto "que en el agua crece y en el agua muere, sin que el agua llegue a mojar sus pétalos". Lo vi atento y cariñoso, eufórico y cariacontecido, optimista y querendón cuando por aciagos designios de la dictadura tuve que pasar una temporada en San Camilo, lugar donde junto a su discípulo y amigo el Doctor Hinostroza, no solamente se esmeraron en curar mis dolencias físicas que no eran pocas, sino en levantar mi ánimo y fortalecer mi espíritu maltratado por el peso y por el rigor de la injusticia e insania de la dictadura. Fiel a su juramento hipocrático, graduado como médico, siguió en San Camilo la obra de su padre y atendió con esmero y dedicación a centenares de presos enfermos del alma y del cuerpo, teniendo para cada uno la palabra oportuna, la atención esmerada y el bálsamo de su bondad y comprensión. Alfredo Parodi cuando fue Jefe del Pabellón San Camilo hizo docencia y servicio del más alto nivel. El famoso Sofocleto que fue su paciente también en San Camilo, da fe de su vocación de servicio. 

Cirujano eminente, tuvo en su consultorio de la Clínica San Felipe, la oportunidad de demostrarme su valía profesional y ética cuando, en una oportunidad, el año 78 llegué a su consultorio en demanda de atención médica para una úlcera sangrante, recibí una cabal demostración de su sapiencia médica. No fui al quirófano y sané gracias a la oportuna terapia medicamentosa que me aplicó. Largas charlas interconsulta nos llevaron por caminos coincidentes en relación a los problemas políticos, económicos, sociales y especialmente sanitarios de nuestra patria. Yo ya había transitado muchos años en el camino de la política y en plena madurez encontré en Alfredo un interlocutor ávido de conocimientos de nuestra política nacional, con mucha sensibilidad social, pero lejos de las tendencias izquierdistas predominantes en esa época. Vivíamos los rigurosos años del post-velasquismo estatizante que amenazaba con liquidar todo lo que fuera iniciativa privada, pretendiendo inclusive socializar la medicina. 

La hermandad leonciopradina, ese pacto no escrito, ese afecto sincero, esa camaradería transparente ese lazo invisible que nos ha mantenido atentos a rendir culto a la amistad, tuvo en el gordo Parodi uno de los más preclaros exponentes. Decenas de condiscípulos, con la sola mención de ser leonciopradinos encon-traron en el consultorio de Alfredo ,en la Clínica San Felipe, atención esmerada, fraterna y desinteresada ayuda profesional. No creo que haya un solo condiscípulo o familiar de éstos que llegados a su consultorio, no recibiera las bondades de la ciencia médica que él practicaba con esmero y desinterés. 

Alfredo curó mis males con preocupación e interés poco común e impidió con su trato y consejos que me sumiera en el infierno de la depresión. El poseía sana y contagiante alegría, su optimismo era desbordante, su sencillez y cariño proverbiales. 

Meses más tarde tuve la oportunidad de devolver aunque sea en parte todo lo recibido. Alfredo y sus hijas me visitaron durante semanas para atenderse de sus dolencias dentales. Me buscó como amigo y profesional, brindándome la oportunidad de retribuirle lo que había hecho por mí y mi familia. Esto acrecentó nuestra fraterna amistad y tuvimos muchas horas de tertulia en tiempos robados a las diarias responsabilidades profesionales de ambos. 

De San Camilo cuya Jefatura ejerció con brillo durante muchos años pasó a la Dirección del viejo Hospital Dos de Mayo y allí realizó importante, meritoria labor, trabajando indesmayablemente por modernizarlo y equiparlo, contagiando a sus colaboradores entusiasmo y mística de servicio. Las responsa-bilidades de gobierno hicieron menos frecuentes nuestros encuen-tros y en el año 85 me sorprendí al encontrarlo como candidato a senador por el PPC, finalmente había sido ganado por el bichito de la política. El aluvión aprista de ese año truncó sus expectativas políticas. 

En agosto de 1988, una súbita dolencia le produjo una severa parálisis. Fui a visitarlo, lamentablemente una infranqueable barrera familiar me impidió verlo, supe de su dolorosa enfermedad por amigos comunes, de su traslado a los EE.UU. en un desespera-do esfuerzo por devolverle las facultades perdidas. 36 años de ejercicio profesional se vieron truncados y en un momento de su enfermedad declaró: "Toda mi vida ha transcurrido entre pacientes. He sido testigo del dolor humano en todos sus grados. Junto con mis colegas y el personal que trabajó con nosotros pusimos nuestros conocimientos al servicio de la humanidad. Sin embargo, no conocíamos hasta hoy la verdadera dimensión de lo que significaba perder la capacidad motora y luchar por recuperarla". 

Luchó tenazmente por su recuperación, sus rutinas de rehabilitación fueron incansables y nunca dejó de leer y estudiar para estar actualizado. Sin la desbordante prisa de antes, venciendo las dificultades de desplazamiento, ayudado por bastones Alfredo siguió viviendo para la medicina. No bajó la guardia, ni aun en el instante supremo. Acompañé su partida con una sentida, balbuceante oración de despedida. 

La tercera sección junto con la primera y la segunda confor-maban la primera compañía, de ella dejarán sentir su ausencia Guillermo Ortiz Bazán, Vicente Pat Denegri, Alberto de la Flor Vargas, César Canal Sologuren, Eduardo Chávez Carbajal. 

Vicente Pat Denegri, el chino Pat era oriundo de Ica. Hijo de inmigrante chino y mestiza iqueña el chino era un alumno empeñoso, tenaz én todo lo que emprendía y amigo leal y transpa-rente, pese a su naturaleza y cautela orientales. Vicente fue uno de los primeros pacientes cuando recién egresado de la Universidad abrí mi consultorio dental en la calle La Pelota, en el centro de Lima, donde ahora se yergue altivo edificio de la quebrada Mutual Perú en el Jr. Camaná. Vicente soportó con estoicismo oriental mi tratamiento profesional y el torturante accionar de las fresas dentales, alentando mi labor sin una queja. Inmerso en el mundo de la agricultura pronto marchó fuera de Lima, a Ica probablemente. Falleció a temprana edad, muy joven. 

Alberto de la Flor Vargas, fue un zambito alegoso, de gruesa contextura y hablar atropellado. De él recuerdo su ingreso a la Escuela de Ingenieros, y la noticia de su trágica, absurda muerte en la carretera panamericana norte, cuando aún era alumno uni-versitario. Era de raíces y ascendencia lambayecana, chiclayana para más señas. 

Edmundo Chávez Carbajal escurridizo futbolista y destacado alumno de matemáticas, estuvo en el grupo primigenio que al salir del colegio ingresó a la Escuela de Ingenieros al primer intento lo que equivalía a sacarse el número mayor de la lotería. Ingeniero especialista en caminos, trabajó en el Ministerio de Fomento y Obras Públicas donde llegó a Director General. Con Edmundo nos encontramos en el Ministerio de Transportes y Comunicaciones en julio de 1980, cuando Eduardo Orrego, ex-alumno de la 5ta. promoción fue nombrado Ministro de Transportes y me llevó como asesor. Edmundo era un experto conocedor de la red vial del país y por su idoneidad profesional y en reconocimiento al trabajo que había realizado fue ratificado como Director General. Se había convertido, o a lo mejor se habían acentuado sus rasgos de hombre introvertido, cauto, que generaba alrededor suyo una aureola de seriedad y conocimientos. Nuestro encuentro fue cordial y fraterno, pleno de vibraciones amicales y reminiscencias de las aulas leonciopradinas. En esa ocasión también encontramos a Felipe Díaz Morales, ex-militar e ingeniero que se desempeñaba como Vice-Ministro de Transportes del saliente gobierno de Morales Bermúdez. En la Dirección de Comunicación Social trabajaba el negro Román Bodero, el chalaco amiguero y afectuoso al que Jorge Melgar se lo llevó como Asesor a la Dirección General de Correos y Telecomunicaciones. Así es como en algún momento de nuestras vidas, éstas confluían; esta vez fue en el comienzo del segundo gobierno constitucional de FBT. 

Edmundo Chávez murió hace un par de años, víctima de penosa enfermedad. 

De la cuarta sección partieron prematuramente Luis Ciurlizza Richard, Oderico Boggio Costa y Miguel Alvarez Morales. 

Luis Ciurlizza Richard, alto, atlético, colorado, aficionado a las letras, también perteneció a la escolta por su buen porte, era primo del otro Ciurlizza, de Jorge que llegó a Coronel del Ejército. Luis al egresar se dedicó a la vida bohemia, dicen que fue piloto civil, no lo sé. Tuvo una atormentada existencia entre el éxtasis y la depresión. Quienes lo vieron en la época de crisis dicen que leía sus poesías en voz alta a quien quisiera escucharlo. Una tarde, en un acto desesperado se descerrajó un tiro en el Hotel "Chalaquito" de Tarma, cuyo propietario era también un leonciopradino de la primera promoción, el torito Pedro Macassi Sánchez, de la quinta sección. 

Miguel Morales Alvarez, vivía en Breña, en el colegio destacó como deportista. Fue un basquetbolista superligero y encestador increíble, formaba parte del equipo de los zorros y su empeño y destreza le dio más de una victoria a su equipo. Jugaban al alimón con los de la séptima sección. Egresado del CMLP se graduó como Ingeniero y en tal condición me visitaba en mi consultorio como paciente y amigo. Serio, muy amigo de las formalidades, no le gustaban las bromas. Partió sorpresivamente. 

Los de la quinta sección, siempre se preciaron de ser muy singu-lares y por años fueron los que tenían más poder de convocatoria a los ex-cadetes para los encuentros anuales. Ellos con los de la sexta conformaban el equipo de las panteras y con dolor han visto partir a José Arana Sialer, médico eminente, Manuel Escorza Torres escritor laureado, César Macera Velarde, José Herrera Gamarra, intrépido aviador. 

José Arana Sialer, era un morenito de hablar atropellado que vivía en el centro de Lima, en el Jr. Inambari, vecino de los Escudero. Fue un alumno estudioso y responsable, brigadier de su sección, estuvo entre los que se ganaron por mérito propio el cordón rojo y áureo de cadete de Honor que él lucía con legítimo orgullo. Ingresó a San Marcos al primer intento el año 47 y en pre-médicas fuimos compañeros de estudios, era la época del rectorado de Sánchez, del gobierno de Bustamante y la hegemonía aprista. Cuando sanmarquino visitaba asiduamente el local de nuestra naciente Asociación de Ex-Alumnos que funcionaba en la calle Pobres, donde Felipe Buendía primero y Hugo Ancieta después luchaban denodadamente por dar forma a una organización que fuera el reflejo de lo que era el CMLP en el país; el profesor Luis Landeo Pineda, a quien los alumnos apodaban "El Derviche", alentaba estos intentos. Arana tomaba con mucha seriedad los cargos y responsabilidades y no le gustaban las bromas, se preparaba con especial dedicación para ser médico. Un gran médico. Se graduó con todos los honores, en San Fernando y estudió un post grado en EE.UU. y cuando se esperaba mucho de él pasó de la Psiquiatría a la Patología donde trabajó como segundo del Doctor Colichón, efectuando investigaciones sobre inmunología, ciencia de la cual fue pionero en el Perú. Hay muchos colegas de él y entre otros yo, que lo consideraban como un proyecto de sabio. Una penosa enfermedad lo llevó a la tumba, muy joven. 

Manuel Escorza Torres, fue alumno singular por eso su apodo de "loco", vivió en Magdalena, cerca del manicomio, aunque Gilberto Escudero sostiene que vivió en el interior del manicomio por lo que el apelativo le caía de perillas. 

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Su padre era Jefe de la panadería del Hospital Larco Herrera y su madre enfermera de mismo nosocomio. Poeta y novelista murió en un trágico accidente de aviación cerca al aeropuerto de Barajas, en Madrid, cuando estaba en la plenitud de su producción literaria y todos esperábamos de él muchas obras más, producto de su fecunda pluma. Formó parte en el Colegio de la pequeña célula juvenil aprista fundada por Lucho Alvarado y que integraban otros cadetes como Gonzalo Casas Lazo, Mario Shepperd, Jorge Melgar, Juan Carrión, Germán Pastor Cueva, Luis Aguirre Sánchez, Elmer Vidal D. Alvarado sostuvo en una entrevista que Escorza, fue secretario de cultura en la célula y que era un muchacho muy activo, inteligente, tan gran lector que devoraba a Becker todas las noches, después de sus reuniones en algún lugar secreto del Colegio. Manuel fue quien pronuncio un conmovedor discurso de despedida en diciembre del 46. 

Alvarado lo recuerda "como un elemento valioso, valiente y generoso". 

Al Apra -dijo Escorza- en una oportunidad-, ingresé por mediación de Lucho Alvarado que era aprista como su padre y pertenecía a mi sección: la quinta. El fue el primero en hablarme del Apra. "Era muy peligroso, sumamente delicado hablar de política en el Colegio, porque haciéndolo se violaba el código militar" sostuvo. 

El golpe militar de Odría lo encontró en San Marcos estudiando letras y trabajando como jefe de redacción del diario "La  Tribuna". 

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Su liderazgo intelectual y político obligó al gobierno a desterrarlo a México en donde escribió su famosa carta "Good by Mr. Haya" y se alejó del Apra. El año 56 regresó al Perú con su aura de poeta al tope, había escrito "Las Imprecaciones", "Los Adioses" y otros poemas y ganado tres premios internacionales; regresó con el propósito de participar en política. Nacía el Frente Nacional de Juventudes que apoyaba la candidatura de FBT y ahí coincidimos con Manuel. El llegó junto con Hernán Boggio, ex-secretario de organización del PAP y otros líderes políticos y sindicales bajo la bandera de un movimiento recién formado llamado Acción Social de Izquierda, yo actuaba como Secretario del Comité Político de la candidatura de FBT. Manuel trabajó con entusiasmo poco común y viajamos a las más importantes ciudades del país para acompañar a nuestro candidato y realizar los más insólitos quehaceres políticos, desde pegar carteles hasta hacer pintas en las paredes, perifonear o repartir volantes. Manuel junto con Jorge Melgar hablaban antes del candidato para calentar "plaza" y pronto ellos se convirtieron en eficaces oradores de plazuela, tanto que FBT reclamaba su presencia y apreciaba lo bien que enardecían a la multitud con frases prefabricadas. En una oportunidad viajamos a Ica con Jorge Melgar y Gustavo Ruiz de Somocurcio que consiguió que un amigo nos prestara un automóvil, Manuel estaba eufórico y ensayaba una y otra vez todo lo que hablaría en la plaza, Jorge Melgar a quien nosotros llamábamos poeta, estaba medio azorado, la personalidad de Manuel era apabullante, además lucía su aureola de "político perseguido por la dictadura". Todos formulábamos apreciaciones sobre el presente y el futuro de Manuel parodiando un poco lo que habíamos hecho en la campaña de FBT. El repetía una y otra vez que quería dar un recital en el Teatro Municipal y que la convocatoria se haría con avisos y afiches que dirían: "ya viene" "ya se acerca", "ya esta por llegar"... el POETA "la palabra hecha poesía", y que el éxito económico del recital le serviría para desterrar, de una vez por todas, la pobreza que lo acosaba día tras día. El mitin en Ica fue extraordinario y alentador para nuestras expectativas. Después participábamos en un almuerzo que se realizó en el Hotel Mossone, reímos y allí hicimos planes para el futuro que se mostraba prometedor. 

No ganamos las elecciones del 56, ganó Prado pero Manuel hizo muchas amistades, entre otras la de Manongo Mujica que le abrió las puertas del éxito al secundar sus inquietudes literarias y editoriales. 

Fue Manongo quien le permitió plasmar en realidad su proyecto de edición de libros baratos, al alcance del pueblo. Su celebérrima campaña de POPULIBROS le permitió editar y vender millares de libros de los más importantes autores nacionales y latinoamericanos en todas las plazas de la República, esto fue lo que le dio la estabilidad económica que tan esquiva le había sido en sus años de desterrado y en los primeros meses de su retorno al Perú. 

Terminada la campaña electoral que le dio el triunfo a Manuel Prado éste inició lo que llamó su gobierno de convivencia con el Apra, terminaron las Alianzas electorales y cada partido o movimiento se fue para su lado. Belaunde fundó Acción Popular y los leonciopradinos que estuvimos entre los fundadores fuimos: Jorge Melgar, Gustavo Ruiz de Somocurcio y yo como cabezas visibles del partido, también Eduardo Orrego y Javier Díaz Orihuela,  ex-alumnos de la quinta promoción. En provincias se incorporaron Germán Pastor Cueva en Cajamarca, Matías Reyes en Huánuco, Juan Carrión en La Merced y Juan Zuchetti Jaime y el Torito Macassi Sánchez en Tarma, José Vivas Gómez en Yauyos, Jorge Cerdeña en Arequipa, Pipo Pinasco en Juanjuí, Carlos Sánchez Manrique en Huancayo, etc. El partido creció como un aluvión y quienes escuchaban a FBT en sus prédicas provincianas durante su "periplo" pueblo por pueblo, quedaban fascinados por las ideas que sobre el Perú y sus problemas tenía el joven arquitecto que acabó con el monopolio que ejercía el Apra en las calles y plazas del Perú. Con él emergió el Perú profundo y el escenario político cambió. Allí estuvimos en el vigor de nuestra juventud, con fe y esperanza de participar en los cambios que se anunciaban. Manuel sostenía en esa época que el escribir no le aportaba lo suficiente para cubrir sus necesidades y por esa razón incursionó en el campo de los negocios y en la calle Divorciadas, en pleno centro de Lima abrió el primer restaurant de comidas al paso y utilizó el sistema del autoservicio. No le fue bien, pagó el noviciado comercial y quebró. Manuel dedicado a sus labores editoriales se fue alejando de nosotros poco a poco. No sé en qué momento ni porqué cambió de Escorza a Scorza, supongo que fue por razones literarias y/o publicitarias cuando marchó a Europa y se enamoró de París donde estableció residencia y empezó a escribir sus novelas. Fue en esa época en la que declaró ser "hijo de gente humilde", "mi padre fue un peón de Cajamarca, que no conoció los zapatos, sino a avanzada edad", "mi madre una comunera de Huancavelica". Manuel vivió intensamente cada minuto de sus 55 años que acabó en aquel fatídico vuelo de Avianca Nro 011, Compañía de Aviación en la que por coincidencia ejercía la Gerencia General en Lima, Mario Almeyda Gómez, leonciopradino de la octava sección. La primera etapa de su producción poética que alcanzó hasta cinco libros la desarrolló en su destierro mexicano convertido en trashumante obligado. Más tarde su apasionada vida se concretó en su ciclo de novelas que él denomino BALADAS la primera de los cuales fue "Redoble por Rancas" publicada en 1971. Después vinieron "Garabombo el invisible", "El Jinete insomne", "Cantar de Agapito Robles" y "La tumba del relámpago". Traducido a 26 idiomas, con más de dos millones de ejemplares vendidos, éste fue el denodado trabajo de Manuel que parecía contener el aluvión poético de su prosa. 

Scorza fue un político frustrado, tanto que enrolado en el FOCEP de Ledesma Izquieta, postuló ocupando 22 ó 3er lugar en la lista, en inmejorable posición, a la Asamblea Constituyente de 1978; por razones que desconozco renunció a su candidatura la víspera de las elecciones. El FOCEP de Ledesma ganó varias curules parlamentarias. Manuel por falta de olfato y cálculo dejó de pertenecer a la Asamblea a la que habría tenido legítimo derecho. Si la política le fue adversa, como poeta y novelista su éxito fue mundial. Detrás del novelista siempre estuvo el poeta de "Los Adioses", "Las Imprecaciones" y toda su fecunda obra poética. Sus compañeros del Colegio Militar lo lloramos cuando la tragedia absurda de Madrid nos sorprendió y lo recordamos conversador, elocuente, tímido alguna vez pero siempre con un afilado punzón de ironía frente a la vida. Dicen que era hipocondríaco, no me consta, sí sé que su fina sensibilidad vibraba al menor estímulo. Se fue Manuel cuando él no lo quería, quedó su recuerdo imperecedero en nuestro corazón y en las pupilas del alma. La última vez que nos vimos fue en la casa de Gilberto Escudero en Jesús María. Estuvieron los poetas Paco Bendezú, y César Calvo y los ex-alumnos del CMLP, Carlos Malpica y Antonio Pomareda, Manuel y yo. Manuel se deleitó con la poesía de Paco y dijo: "Como poeta casi nadie me conoció, como novelista me lee todo el mundo, pero yo por encima de todo me considero poeta". Scorza fue un gran bohemio, pero un bohemio sano, no era afecto al licor o las drogas, como muchos han señalado y es mi deber esclarecer esto en recuerdo a su memoria. Le gustaba el buen vino y según Calvo, Manuel tuvo un solo amor con muchos rostros. 

El cholo José Herrera Gamarra, el popular "huanaquito" era huancaíno, y fue un digno representante de la promoción. Sobresalió como futbolista. El quiso ser aviador desde que estaba en la quinta y cuando egresó se presentó a la FAP y cumplió sus deseos. Estaba empezando su carrera como Alférez FAP cuando la muerte lo sorprendió en un accidente de aviación en San Ramón, de esos que de tanto en tanto ocurren en la Fuerza Aérea. 

César Macera Velarde, "el oso" fue un muchacho de voz estentórea y maneras autoritarias, tal vez vivía bajo la sombra de su hermano el iconoclasta historiador. Ingresó a la Escuela Militar y egresó como Alférez de Caballería. Poco después se retiró de la carrera militar e inició muchos proyectos que no culminaron. Uno de ellos lo alejó del trato continuo de sus ex-condiscípulos del CMLP, Supimos de su muerte hace unos pocos meses, en 1992. 

Francisco Zubiaga Llanos, estuvo en la décima al ingresar, como tal me visitaba los domingos en mi casa del Barrio Magisterial junto con el negro Granados para irnos a merodear la casa del Profesor Villacorta que tenía unas hijas estupendas. Muchas veces nos contentábamos con verlas entrar y salir de su casa en la Av. 28 de Julio hasta que en una ocasión tomamos valor y fuimos a la casa con un pretexto banal. Las chicas eran alegres y muy cariñosas. Pasamos muchas veladas gratas con Gladys, Cucha y la gringa. El sub-oficial Gomero, que en una oportunidad se robó un camión Thornton para irse de farra, por lo que recibió un castigo de arresto de rigor, tenía muchas deferencias por Pancho, por estar enamorado de su hermana que era profesora. El 46 pasó a la quinta, cuando salió del colegio se hizo Ingeniero y trabajó en muchas ciudades del interior. No hizo vida de ex-alumno, al contrario se alejó ostensiblemente. Me informaron que falleció de un infarto cardíaco en la década del 80. 

La sexta sección junto con la quinta formaba el equipo de "las panteras" y eran buenos en casi todos los deportes, a ella perteneció Luis Deza Subauste, chiclayano esmirriado y medio pecoso, él estuvo entre los que ingresaron a la FAP. Hizo meteórica carrera, fue un gran piloto. *Nos encontramos en una oportunidad cuando él piloteaba el avión presidencial y yo viajaba al interior del país acompañando al Presidente. Alegre, jovial, optimista, lucía sus galones dorados de Coronel FAP con mucho orgullo. Falleció en un accidente de aviación en el norte del país. 

De la sexta partieron también Fernando Barbieri Mesías, que se suicidó, Jorge Ciurlizza de la Guarda, que llegó a Coronel de Infantería y fue víctima de un cáncer generalizado, Eloy Neyra Caballero, arequipeño, entusiasta y cariñoso que fue Ingeniero Agrónomo, falleció en trágico accidente de aviación y Enrique Román Bodero, a quien cariñosamente llamábamos "Negro", bohemio de pura cepa, su adicción al alcohol le jugó malas pasadas. Román cayó víctima del cáncer y en los últimos tiempos de su penosa enfermedad fue asiduo concurrente al consultorio de Alfredo Parodi que lo atendió con esmero y cariño. 

Los de la séptima, dice Buendía que eran los "degenerados", creo que esa es una licencia literaria del imaginativo Felipe que siempre vio demonios donde no los había. En esta sección destacaban no sólo por sus atributos físicos sino por su caballero-sidad y finas maneras, José Castro de los Ríos, medio artista e intelectual que quiso ser marino y terminó como diplomático. Pepe hizo una carrera destacada y viajó por muchos países de Europa y Asia como diplomático y en la India, en Nueva Delhi lo sorprendió la muerte en un absurdo accidente automovilístico. Pepe fue uno de los más destacados ex-alumnos del CMLP y sin duda hubiera llegado a Canciller. Ejerció la Presidencia de la Asociación de Ex-alumnos en las horas aurorales. 

Jorge Canga Portella, es otro que se fue, rubio, bien encarado, hijo de un destacado aviador muerto prematuramente en un accidente aéreo, Jorge siguió las huellas de su padre y también pereció en similares circunstancias. 

Luis Rodríguez Sawao, medio injerto de ascendencia japonesa. Se graduó de Ingeniero Geólogo en la promoción de Ancieta, él y Mario Ruiz de Somocurcio, ex-FAP (r) son los otros que fallecieron. Mario era arequipeño, de gran musculatura y fuerza, vehemente y con mucho porte. Formó parte de la Escolta junto a José Castro de los Ríos, Lucho Villar y el gordo Cano; ingresó a la FAP y se fue de teniente, se hizo aviador civil y salvó la vida de milagro hasta en tres oportunidades. Tuvo existencia muy tormen-tosa en el aspecto sentimental y se murió en el hospital víctima de cáncer. Me cuentan que además trabajaba fumigando campos de cultivo en una avioneta. 

De la octava sección murieron Luis Morales Jaramillo, Carlos Crovetto Moreno, falleció siendo cadete en el Colegio, víctima de las secuelas de una apendicectomía y Marcelo Passano Nieto, el popular "ojón" que era policía desde que estaba en la octava. Passano llegó a General de la Benemérita y con el post velascato fue Director de Prisiones. Empezó a sentir una dolencia cardíaca, y le hicieron un by-pass en Houston. Falleció víctima de un paro cardíaco. El ojón fue policía nato, por tradición y temperamento. 

De la octava también era un sullanero, buena gente y cariñoso, César Peña Guidino, primo del pequeño Hugo Gutiérrez Peña con el que cuando hablaban parecían que cantaban a dúo, dicen que montaba un piajeno en su cálida tierra norteña. Egresado del Colegio, César estudió agronomía y luego se fue a Sullana a trabajar tierras familiares, estaba tan apegado a la agricultura que hasta labores de fumigación efectuaba. Vicuña O 'Phelan que como militar ha vivido en muchas ciudades y pueblos del Perú, lo encontró en Sullana y cuenta que murió intoxicado por pesticidas. 

La novena sección formaba parte de la Tercera Compañía y estaba bajo el comando del teniente Rodolfo Rake. En 1946 se convirtió en novena al desaparecer la décima sección, la de los "mamones", así nos llamaban por ser los de menor edad, hasta 1945 conformábamos el equipo de "los pumas" junto a los de la primera sección. En 1946 fuimos "tigres" para efectos de los campeonatos deportivos internos que disputábamos ardorosamente participando en casi todas las disciplinas deportivas. Cuando éramos "Pumas" los de la primera sección eran los más viejos en el Colegio, los que se emborrachaban y eran asiduos concurrentes al Jr. Huatica, donde más de uno cogió una purgación. "Los Tigres" estaban conformados por los de la segunda sección y la novena, también en la segunda estaban los de mayor edad y peso, no tanto como los de la primera, pero por ahí. 

La edad cuenta poco a la hora de la partida eterna y de la novena han pasado a mejor vida Jorge Cerna García, Jorge del Castillo Icaza, Alfonso Castillo Jordán, Benjamín Enríquez Causillas, Hugo Gutiérrez Peña, José Navach Nápoli y Edmundo Rodríguez Torres. 

Carlos Portocarrero agotaba sus neuronas inventando apodos para todos, era nadador y hacía gala de una caja toráxica muy desarrollada, él le puso "nicho", a Jorge Cerna García, en alusión a las profundas y negruzcas caries que tenía en sus incisivos. Cuentan que para pasar el examen médico de ingreso, Jorge taponeó los huecos de sus dientes con chicle y engañó al miope que fungía de dentista. Era un alumno aplicado, acholado, de andar simiesco, engolaba la voz al hablar y fue muy feliz cuando le dieron su cordón rojo como cadete distinguido. Jorge ingresó a la Escuela Militar de Chorrillos sin examen porque estaba en el primer tercio. Egresó en 1950 como Alférez de Artillería y desertó al poco tiempo. No le gustaba ni la vida ni la disciplina militar. Viajó a la Argentina y años después regresó como Ingeniero Agrónomo con ideas de avanzada y filosofía propia que lo llevo a plantar un árbol de encina en el Jardín Botánico y fundar lo que llamó "la legión del medio siglo". Años más tarde, allá por el año 56 ó 57 fue mi paciente y yo cambié sus cavernosos incisivos malcurados por flamante dentadura metálica, que transformó su expresión y mejoró su humor. Conversamos mucho, discutimos más. No pude convencerlo que se hiciera populista, evidentemente era aprista, de los que visitaron a Haya cuando cadete. Le gustaba el trago y la tertulia. Años más tarde se fue a trabajar al Ministerio de Agricultura, donde el teniente Barandiarán, el de la sonora motocicleta Indian adquirida poco después de ingresar como oficial al CMLP, estaba en ese entonces convertido en General Revolucionario. Era Ministro de Agricultura del gobierno . Sé que todos los agrónomos egresados del CMLP fueron muy bien acogidos por Barandiarán quien les dio responsabilidades de Gobierno. A mediados de la década del setenta, "nicho" agudizó su dipsomanía y una cirrosis hepática lo llevó a la tumba. Jórge era de una inteligencia lúcida y con mucha proyección profesional, quedó a la mitad del camino. 

Jorge del Castillo Icaza, no se salvo del afán obsesivo de Portocarrero por poner apodos, a él lo bautizaron como "hijaaa" en alusión a su forma de hablar, sus delicadas maneras, casi femeninas, incluyendo el hábito de afeitarse las axilas y su forma de andar bamboleando las caderas. Pertenecía a una estirpe familiar dedicada a labores bomberiles. Vivía en Lince y su padre llegó a Comandante General del Cuerpo de Bomberos Voluntarios del Perú. Alegoso y poco afecto a los deportes, estuvo en el grupo de los grisáceos que se esforzaba por aprobar los cursos aunque sea arañando los onces. Salimos del Colegio y lo perdí de vista. No sé si ingresó a alguna Universidad o se dedicó a los negocios, alguna vez supe que trabajaba como visitador médico y luego de casarse con una farmacéutica puso una farmacia en Breña. Sí sé que nunca dejó de ser bombero y en más de una oportunidad lo vi pasar raudo al mando de una motobomba haciendo sonar la sirena con especial empeño en pos de sofocar alguno de los muchos incendios que sucedían en la ciudad. Nos encontramos en una oportunidad y desde entonces fui asiduo concurrente a su farmacia lo que nos permitió reanudar nuestra amistad leonciopradina. A su vez él y sus familiares visitaban como pacientes mi consultorio en la Av. Abancay. En la década de los 80 alguien me avisó que había fallecido, un infarto traidor cegó su vida. 

Benjamín Enríquez Causillas, era un mozalbete limeño de los barrios altos, vivía en la calle Chirimoyo y tenía más vicios que virtudes. Arrogante, prepotente, abusivo, buen futbolista, fue sempiterno rival de Portocarrero en el manejo de las ganzúas. Tenía en su ropero un pequeño almacén de prendas malhabidas que vendía para sus gastos de subsistencia y los días de salida cargaba en impresionante maletín desde papel higiénico, jabón carbólico, pasta de dientes y calcetines, hasta los chocolates y el manjarblanco que le robaba a Guerra Morote, y que él vendía a precio vil en la Avenida Grau. Causillas, ingresó a la Escuela Militar de Chorrillos y un día que fui a estudiar al Jardín Botánico lo vi pasar impecable-mente uniformado de cadete, con capa y todo. Parecía un murciélago o una versión criolla del Conde Drácula por la palidez de su rostro y sus facciones cadavéricas. No llegó a egresar de Chorrillos y sé que murió joven. "Perico" fue su apodo en alusión a sus rapacerías. 

Hugo Gutiérrez Peña, piurano, casi un enano, más bajo que Pepe Yábar, el pequeño cuzqueño que era nuestro brigadier general y que fue quien ocupó el Primer Puesto en el Cuadro de Honor cuando egresamos. Hugo Gutiérrez creció en el Colegio unos buenos 40 centímetros a base de ejercicios y rancho del que no dejaba ni la miga del pan. Medía al egresar 1.50 cm., había crecido mucho. Amigo fraterno y cariñoso, suplía su falta de estatura con su gran corazón. Pudo haber sido el blanco de todas las burlas y no lo fue, no hizo estudios brillantes, pero se esforzó por terminar la secundaria decorosamente. De él recordamos la célebre anécdota cuando en visita especial del Ministro de Guerra, General de la Fuente al pasar revista reparó en el pequeño Hugo y le preguntó ¿Cómo está cadete? y Gutiérrez estirándose en sus escasos centímetros y en correcta posición de atención le contestó ¡Muy bien mi Suboficial! provocando la contenida risa de los cadetes y el azoramiento del Coronel Marín y del Ministro. 

Hugo se volvió trashumante al salir del Colegio y desempeñó mil oficios y ocupaciones, los negocios le daban para subsistir. Cuenta Atilio Brignetti el fortachón y afectuoso "Goyo-Goyo", hermano de Hugo, nuestro compañero de sección, que estando él trabajando en Sogesa en Chimbote, una mañana recibió la visita de un hombre menudo, de bigotes mexicanos y prominente abdomen: Ingeniero, -le dijo- usted perdone que le moleste, yo soy Hugo Gutiérrez su compañero del CMLP. ¡Caramba que alegría de verte Hugo! -le contestó Atilio- cómo has cambiado y engordado. Realmente es emocionante verte y conversar contigo. 

Perdone Ingeniero -le dijo Gutiérrez-, sé que es usted una persona ocupada, por favor.... 

- Nada de favores, no seas pendejo y qué es eso de estarme llamando Ingeniero y hablándome de usted. Somos leonciopradinos, casi hermanos, y no te permito tratarme de la forma como lo estás haciendo, le replicó Atilio. Azorado el pequeño hombrecillo le contó que proveía de agua a los moradores de las barriadas de Chimbote y que la Superintendencia de la Empresa había prohibido que los dueños de camiones cisterna se abastecieran de agua en SOGESA. Estos camiones tanques se dedicaban al pingüe negocio de vender agua. 

- Atilio, los pueblos jóvenes se van a morir de sed, y yo de hambre, porque el agua me da de comer- le dijo en tono desesperado. 

- No te preocupes Hugo, ahora mismo ordeno que te den toda el agua que quieras y no dejes de venir para irnos a la playa a comer un ceviche le invitó Atilio. 

Gracias, gracias Ingeniero, qué buena gente es usted dijo Gutiérrez y desapareció. 

En otra oportunidad y con la misma modalidad me visitó en mi consultorio de la Av. Abancay. Hugo llegó ceremonioso y serio, gordo muy gordo, avejentado con su grueso bigote semicano. Se anunció con la secretaria como un antiguo amigo. Al verlo me sorprendí un poco y hasta casi no lo reconocí. Me saludó tímida-mente y esto me sorprendió más. 

- Doctor buenas tardes, cómo está usted. ¿Se acuerda de mí? Soy Gutiérrez Peña, el piurano del Colegio Militar. 

Le di un gran abrazo -y le dije- cómo no voy a recordarte, si tú eras la mascota de la promoción, sólo que ahora con esos bigotes y esa panza, pareces un actor mexicano. Rió de buena gana, pero insistió en el trato: -doctor, -me dijo- usted necesita un intercomunicador entre la sala de espera y su consultorio y yo le puedo proporcionar uno. Déjate de cojudeces Hugo -le contesté-no me doctorees ni menos me trates de usted, entre hermanos se acabó todo protocolo, véndeme el intercomunicador cuanto antes -le dije-. 

Me instaló el intercomunicador, tomamos muchas cervezas al final del trabajo, recordamos nuestras vivencias en la décima sección y luego en la novena y al despedirse volvió a tratarme de usted y llamarme doctor. Me incomodó y muchos días estuve rumiando estas escenas. Hugo no llegó a nada y esto lo tuvo atormentado y quería establecer distancia con los que habíamos tenido mejor suerte. No lo vi más y alguien me avisó que había muerto. Su corazón de hombre bueno y sencillo lo traicionó. Marchó joven, no sé si dejó familia. 


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