CRONICA DE LA VISITA AL
PROFESOR BLAKZ
Por : Jose Allende Gardella
(trompetista de la orquesta
durante 1960-1961 y 1962)
Nuestro queridísimo ”Che Ché” Maldonado –aquél hermano marino nombrado
en la crónicas a Huaral, como elegido cósmicamente para ayudar a la Gloriosa en
su viaje a Huamachuco-, había ingresado al canal de la Gloriosa para promover
dos eventos: uno era para visitar a nuestro amado Profesor de Música y creador
de la orquesta del Colegio Militar, don Julio Blackz Sánchez, en su casa, en
Santa Clara, y el otro evento que iría a realizarse el próximo 17 de junio, era
para ir al local del Congreso de la República, para visitar y conocer el Museo
de Sitio creado hacía unos años atrás. Ambos eventos llenaban de mensajes el
canal 17 con inscripciones y promesas de asistencia.
Al leer el mensaje de invitación de Jorge para visitar al profesor
Blackz, algo sucedió dentro de mi corazón, me llené de emoción y le pedí que
ese día sábado, 3 de junio, me esperaran que yo de todas maneras iba a llegar.
Jorge me contestó que me esperarían y con ello se sintió tranquilo, pues él le
había asegurado a nuestros hermanos alejados, que yo asistiría y contaría lo
sucedido en una crónica. No me imagino cuánto dolor le produje a Jorge, cuando
tuvo que decidir salir del punto reunión en el grifo de Javier Prado, sin mí,
pues llegué quince minutos pasadas las once de la mañana, y la convocatoria era
para las 10:45 de la mañana. Perdóname Che Ché por mi retrazo y por el momento
difícil que te hice pasar con mi hora “Cabana” casi hora “Locumba”.
Había calculado mal mi tiempo de partida para tomar mi “custer” en
dirección a Surco. Tenía que llegar a las once de la mañana a más tardar, al
Grifo que se encontraba haciendo esquina con la avenida Olguín y la Javier
Prado, a unos metros del puente peatonal que cruza la avenida Javier Prado, y
muy cerca de la esquina, donde empiezan las magníficas instalaciones de la
Universidad de Lima, polémica institución privada universitaria, Alma Mater de
excelentes profesionales que hoy dirigen las empresas del país. No era posible
tomar la “custer” y tenía que tomar una decisión y lo hice. Mi pequeño obsequio
para el profesor tenía que convertirse en el pago de la tarifa de un taxi.
Comprendí que era mejor regarle la crónica que ese pequeño dinero. Tomé un
micro hasta el callao y allí tomé otro hacia el ovalo de la avenida La Marina.
Le dije al chofer del micro mi problema y le pagué la cuota de seis pasajeros,
un “aceite” que lo hizo “volar” hasta el óvalo. Allí me bajé y tomé mi taxi a
Surco.
Al llegar al grifo, cuarenta y cinco minutos después, no vi ningún
amontonamiento de autos de la imaginaria “caravana” que mi mente creó, frente a
las numerosas muestras de solidaridad y presencia de los hermanos de la
Gloriosa, y de otros compañeros leonciopradinos que expresaban en nuestro canal
17 su decisión de participar. Mi espíritu sintió la pegada al no ver a nadie.
Ingresé al recinto de ventas de golosinas y bebidas del Grifo, y pedí una Coca
Cola para calmar mis ánimos y pensar. Vi a un señor de la Policía Nacional
parado en la puerta, y le pregunté si había visto una caravana de autos. Me
contesto que sí, que se habían retirado hacía quince minutos hacia la casa de
un profesor. ¡Buen policía! Se había ganado con la movida.
Me fui a descargar líquidos molestosos que guardaba mi organismo y me
senté en una mesa al aire libre, a disfrutar de mi coca cola y pensar qué
hacer. De pronto se me acercó el policía a conversar y le conté mi problema…
Me preguntó la dirección y le contesté lo que sabía: <En Santa Clara,
en el camino al Hotel El Pueblo>. <Mire> -me dijo, <usted puede
tomar un ómnibus, aquí mismo, que lo puede llevar hasta Vitarte, y allí
bajarse, y tomar otro ómnibus hacia Santa Clara, que pasa por la urbanización
San Gregorio, donde se encuentra la avenida San Alfonso. Allí se baja usted, y
con un “mototaxi” recorre la avenida San Alfonso hasta llegar al Hotel El
Pueblo, de repente allí ve a sus amigos>… ¡Excelente! – le contesté, sin
dudarlo, pensando: <donde vea muchos autos, allí estará la casa del profesor
y estarán mis compañeros> ¡Vamos a hacerlo! –le dije. Le obsequié mi Coca
Cola, de la que había tomado un par de sorbos, y el señor policía y amigo,
titubeando, dándose cuenta que mi gesto era de amistad, terminó aceptándola,
guardándosela en el bolsillo de su casaca. Me llevó hasta el paradero y esperamos
juntos el ómnibus de la línea “G”. Cuando llegó le dio indicaciones a la
“cobradora” y me subí. Llegamos a Vitarte y en un paradero me dejó. Allí
apareció el ómnibus que decía Santa Clara y me subí. Le comenté al chofer lo
que quería hacer y me dejó en la esquina de la avenida San Alfonso. Al bajar y
estirar la mano a cuanto mototaxista pasaba, sin que me dieran bola, se acercó
un señor que había venido en el ómnibus conmigo y me preguntó a donde iba. Le
dije: <a la casa del profesor Julio Blacks, del colegio militar, que vive en
el camino hacia el Hotel El Pueblo>. <Mire usted> –me dijo, <yo
vivo en el camino al hotel hace muchos años, y allí no vive ningún profesor
Blacks>. <Espere usted, que voy a preguntar al Kiosco de revistas y periódicos
de la esquina> ¡Genial! –me dije, ¡qué buen tipo! Regresó un par de minutos
después, sonriente y me dijo: <Mire usted, ve esa casa a cincuenta metros,
de color verde, donde hay un auto gris, pues esa es la casa del profesor
Blacks, la expendedora del kiosco lo conoce> Le agradecí y feliz regresé por
la avenida por donde había venido con el ómnibus a Santa Clara, caminando
lentamente hasta la casa señalada y…¡Allí estaban los hermanos de la Gloriosa!
¡Carajo! Lo había logrado con la ayuda de Dios, sin asustarme, con el empuje
que me había dado la pobreza y el ánimo encendido al máximo para cumplir con lo
ofrecido.
Al ingresar por la puerta me encontré con un patio, donde, hacia la
izquierda, había una mesa larga con sillas y unas cuantas chelitas, llenesítas,
listas para ser “secadas” en cumplimiento de las disposiciones de la Ley Seca.
Hacia la derecha –siempre en el patio- había otra mesa donde estaban sentadas
algunas personas charlando con el profesor Blackz. Entre las dos mesas, había
espacio suficiente donde charlaban algunos hermanos. El primero en verme y en
abrazarme fue nuestro Che Ché, feliz de que estuviese allí cumpliendo mi
responsabilidad de croniquero, aliviado seguramente por el pesar, y el mal rato
que le causé, al verse obligado a dejar el Grifo sin mí. Me abracé con nuestro
presidente don Coco Súnico, y con los hermanos Luchito Cuadra, Fico Balbuena,
Papo Scavino y Pochito Zavala. Así llegué hasta donde estaba don Julio Blackz y
como comprenderán, me lo apachurré todito, como si todos sus alumnos lo hicieran
a la vez, contento de estar en su casa, viéndolo bien de apariencia pero sin su
bigotito, lamentando lo que le había sucedido donde casi se nos va.
Pasé a saludar a otras personas que estaban allí. El primero fue el
loquillo de la orquesta Alejandro “Jano” Carrillo de la XVIII promoción; luego
vinieron las presentaciones y saludos afectuosos con varios señores, entre
ellos Pablo Ochoa Jurado de la VII promoción, amigo y vecino de don Julio;
Carlos Rojas de la XXVIII promoción; Rubén Solórzano de la XXV promoción; Cesar
Rivadeneira Espinosa de la XXVII promoción y un simpático señor don Jorge
Fernández-Maldonado Castro, de la misma XXVII promoción, cuyo padre conocí,
cultivé amistad y tuve el honor de recibirlo en casa con don Miguel de la Flor,
Canciller de la Revolución del General Velasco.
También saludé pero como a un viejo amigo, a don Héctor Málaga de la XVI
promoción, que estudió conmigo primaria y los dos primeros años de secundaria
junto con mi hermano Jorge, en el San José Maristas del Callao, y que luego
siguió con mi hermano en el colegio militar integrando la XVI promoción
continuando posteriormente juntos, estudiando en la UNI, en la facultad de
Ingeniería Civil.
No saquen cuentas. Yo repetí dos veces el tercer año de media, porque en
la primera que me presenté al colegio militar, fui choteado porque no había
cumplido los trece años. Felizmente fue así, si no jamás hubiera conocido lo
que era un colegio mixto –allí hice el primer tercer año, cuando los curas
maristas rechazaron mi matrícula, por haber entrado mi hermano al colegio
militar- ni hubiese integrado nuestra amadísima Gloriosa la XVII promoción del
colegio militar, escogida cósmicamente para rendir culto a los héroes patrios,
enseñar a otros a amar el Perú, y ejercer en su oportunidad venidera, una
dirigencia plena de dignidad, honestidad , generosidad y amor patrio.
Pronto hizo su aparición don Marcos Paredes acompañado de su “sombra”
Fernando Enríquez y de su hermano carnal Luis Paredes. Vino con Marcos una
hermosa dama de placer de nacionalidad escocesa. Era una bella botella de “
Grand Old Parr Scotch Whisky” que había que “secar” también para cumplir con la
Ley.
Es difícil describir con los recursos del lenguaje la alegría reinante
en el ambiente. ¡Eran tres años hermanos! ¡Tres años que habíamos vivido los
integrantes de la orquesta bajo la tutela y protección del profesor Blackz
haciéndole cientos de travesuras! Lo amábamos lo suficiente para sentir emoción
con solo verlo. ¡Estábamos allí, con él, charlando, cantando y departiendo
anécdotas y sentimientos!
Lo sorprendente de todo, es que nosotros habíamos ido para ver y
agasajar al profesor, y resultamos nosotros los agasajados. Nuestro profesor -a
quién yo creía soltero- tenía ¡Ocho hijas entre los 31 y 40 años y dieciocho
nietos! Cuatro de ellas estaban allí, atendiéndonos, y otras cuatro en sus
compromisos familiares. El bello ramillete de hijas del profe hicieron que mas
uno de los “Kilombos” promocionales movieran la colita. Lupe, la mayor, estaba
grandiosa y ¡Gloria, la sexta, ni para qué contar! El ramillete de bellas
féminas hijas de nuestro profesor, como es lógico, estaban en dos grupos: las
lindas y las más lindas: las casadas y las solteras. En el primer grupo estaban
Aurora, Aída, Silvia y Gina que eran papel quemado. En el segundo grupo estaban
Lupe, Rosita, Gloria y Magali. ¡Felicitaciones profesor Blackz! En algún
momento escuché por allí que lo llamaban suegro ¡Qué kilombos éstos!
Estando en la conversación y algunos cantando, se aparecieron la chicas
trayendo para cada uno nosotros, un inmenso plano de cebiche de mariscos, con
su camotito y su choclo desgranado. ¡Riquísimo! Yo le di curso completito a mi
cebiche, y las chicas nos ofrecían más si queríamos. Después, llegaron unas
fuentes de enrollados de queso, que las chicas llamaban “Tecos” ¡Qué ricos que
estaban! De pronto… ¡Oh sorpresa! Aparecieron unas fuentes con copas de pisco
sauer que estaba para relamerse la copa. ¡Qué bien preparados con conocimiento,
gusto y buen pisco!
Y hablando de pisco, nuestro amigo y compañero leonciopradino Alejandro
“Jano” Carrillo Bernal, se puso al frente una botella de pisco sin etiqueta, de
nombre “Gran Racimo” –según él- producido en el fundo de Juan Carlos Lam en la
ciudad de Ica.
Nuestro conocedor del buen pisco, don Pochito Zavala, lo probó y nos
dijo ceremoniosamente: <bueno, joven, buen sabor, acholado, elaborado con un
gran porcentaje de uva quebranta> Ante la opinión favorable de nuestro
experto le pedí información a Jano para la Gloriosa. Jano me informó que la botella
costaba quince soles y la damajuana de cinco litros de este sabroso pisco, era
vendida por Juan Carlos Lam a 65 soles, y que si alguien quería comprar, lo
llamaran al 226-5308 de Lima o le escribieran al correo alcaber@wdatac.com.
Estuvo también con nosotros Daniel Luque, un joven señor, yerno del
profesor Blacks, casado con Silvia, la número cinco, de nacionalidad
arequipeña, que era distribuidor de suplementos nutricionales y de Aceitunas
Verdes y de Botija. Si algún hermano quería comprar podía llamarlo al 263-5871
o a su celular 9919-2093. Hice muy buena amistad con este simpático señor
hablando de mis enfermedades a las que él contestaba con soluciones OMNILIFE.
Me dijo que visitara el web site www.vidaplena.us y que allí encontraría muy
buena información.
En un momento vinieron los discursos haciendo uso de la palabra el
ingeniero Héctor Málaga, quien nos comentó que el problema de agua que tenía la
casa del profesor se debía a un problema de titularidad. Que este asunto había
sido puesto en manos de otro leonciopradino Daniel Mojovich y que estaría
resuelto a mas tardar el fin de la semana del 5 al 11 de junio. Luego de ello,
Sedapal, en 48 horas, instalaría el servicio de abastecimiento de agua. ¡Muy
bien!
Una anécdota -de las muchas contadas por el profesor Blackz-, fue de que
había trabajado en 1958 en el “American Bar”, que era en ese tiempo, el mejor
Bar Night Club del Callao. Allí tocaba el saxofón, con el papá de nuestro
recordado amigo y compañero de la orquesta, don Cesar “Mono” Altamirano. Años después,
doña Isabel Alcázar, doña “Pirula” para sus amigos, la mamá de César, ya viuda,
se lo llevó al colegio militar, para que la ayudara a que César ingresara, y
por supuesto ingresó, para gozo de todos nosotros. Nos contó que César ingresó
a la orquesta como baterista y después pasó a cantante cuando lo escuchó cantar
en un momento de distracción de los componentes de la orquesta. Nos contó
además, que desde el año 1965 el colegio tenía un grupo de baile costeño además
de la orquesta, por supuesto. Todo bajo su dirección.
Durante toda la reunión el profesor Blacks se comportó con una dignidad
y alegría impresionantes dándonos un trato paternal que se percibía a leguas.
Había recibido algunos regalos de nuestra promoción y creo que de las otras
allí presentes, y agradecido y emocionado nos dijo que tenía setenta y cuatro
años, y que había siempre que mantener “Alto el Pensamiento”. Nos hizo cantar a
todos el himno del colegio militar y poco a poco, felices de haber estado allí,
fueron retirándose los hermanos y amigos, y yo me quedé de fondista, no sé si
para seguir admirando a Gloria, como buen discípulo de “Kilombo”, o para seguir
charlando con el profe. Me acompañó hasta el final Jano Carrillo y nos
regresamos a Lima juntos. Regresé tranquilo por la generosidad de nuestro
presidente y la compañía de Jano.
Antes de irme abracé al profesor Blacks y le dije al oído: <Profe, sé
que te han traído cosas y vendrán más, pero dime por favor, ¿qué es lo que mas
necesitas?> Su respuesta también al oído -como compartiendo un secreto- fue
rápida, dirigida al hijo que le preguntaba. <Una cama ortopédica Pepe>
-me contestó.
Así que muchachos les transfiero el deseo de don Julio Blacks, nuestro
amado profesor, porque conozco de su generosidad y de su amor, y de la solidaridad
que he visto, en estos últimos días, admirado, presente en la hermandad
leonciopradina.
¡A trabajar! ¡Sin descanso!, hasta conseguir satisfacer el sueño de
nuestro profesor.
Esta crónica va a ir a los correos personales de Rosita, Gloria y de la
señora Silvia para su conocimiento, y de nuestro profesor, y queremos
agradecerles a nombre de todos los hermanos de la Gloriosa y demás compañeros
leonciopradinos por su bella presencia y la de sus hermanas, y por su cariñoso
trato a hacia todos los hermanos leonciopradinos presentes. Misión cumplida
hermanitos.
¡VIVA LA GLORIOSA XVII PROMOCION!
¡VIVA EL COLEGIO MILITAR LEONCIO PRADO!
¡VIVA LA HERMANDAD LEONCIOPRADINA!
¡VIVAN LA MUJERES PERUANAS!
¡VIVA EL PERU!
Por : Rodolfo Mendoza-XVI
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