CONVERSACIONES CON DIMITRI KARAMAZOV
“La pasión es el sentimiento que desprendemos,
mientras satisfacemos nuestro
deseo”.
La mañana era hermosa, había un sol radiante, los pájaros
sobrevolaban por el parque y los niños jugaban muy felices. Me saludaban los
parroquianos con la venia que los caracteriza, son amables pero conservan
también el orgullo de sus ancestros, me acerqué a la entrada de la iglesia del
pueblo y vi que salían personas que alborozadas hacían un callejón con sus
cuerpos y arrojaban flores, era un matrimonio religioso, la pareja recién
casada reía y agradecía los saludos de familiares y amistades, yo empecé a aplaudir
también, me sentí feliz y alegre de ver a dos seres que se aman cumplir con el
sacramento del matrimonio, “Dios debe estar complacido” me dije y tomé el rumbo
de siempre, hacia el lugar donde pastorean las ovejas que pasan de madrugada
muy cerca de mi ventana. Sin más ni más, como siempre, me senté y recosté en mi
amigo el árbol, cuyas ramas me cubrían de los rayos solares…y ya bostezando me
quedé dormido…
-
Señor, oiga
señor, despierte va usted a coger un resfriado, mire todo está cubierto por la
nieve, tome mi abrigo y cúbrase. No, no tenga a menos, cúbrase por favor…
-
Ah, lo hace
usted por mi edad le dije al hombre que gentilmente me quería proteger del
terrible frío que ya hacía. ¿Nieve, qué…dónde estoy?
-
Pues, en un
bello lugar señor que se llama Sochi, estamos cerca al mar Negro y estamos
protegidos por las montañas del Cáucaso, me extraña que se haya quedado
dormido, estamos en época de nevada y el frío es terrible, dígame donde se
hospeda y lo acompañaré con mucho gusto.
-
Pucha, otra
vez…otra vez lo mismo…sueño despierto…
-
Qué dice usted,
que sueña despierto, no lo entiendo. Ah y su ropa no es de por aquí, dígame con
quién converso.
-
Mejor que no
sepas querido joven, pero y tú ¿a dónde te diriges?
-
Pues voy a un
lugar donde patinan sobre el hielo, una especie de parque y allí me están
esperando.
-
Miraste al cielo
¿quién te espera que te hace feliz amigo? Vamos cuéntame, cuéntame.
Dimitri Karamasov, se sintió entonces complacido de haber
encontrado a un amigo con quien poder desfogar todo su sentimiento, todo lo que
fue y lo que lo hizo cambiar. Después de haber compartido con él, parte de su
vida, puedo repetir lo que leí alguna vez: “No temáis a la vida, es tan hermosa
cuando se practica el bien y se es fiel a la verdad”.
Amamos la vida y cuando jóvenes nos sentimos dueños del mundo,
vivimos para divertirnos, para gozar del amor fugaz, del amor que cambiamos a
cada momento en que vemos otra mujer hermosa, exuberante y que nos regalan sus
sonrisas. Dimitri había sido uno de esos hombres que sólo conocieron por
ejemplos de familia, la soberbia, la indiferencia por nuestros semejantes,
tanto así que en una oportunidad como era un oficial del ejército ruso,
vapuleo, menosprecio y ofendió a otro de menor rango, retirado de la carrera de
las armas, estaba con su hijo Ilyusha Snegiryov de unos 10 años quien al
ver tremenda afrenta a su padre, quedó muy herido y triste sentimentalmente.
Para Dimitri solo eran cosas superfluas que no afectaban su diario vivir.
Creemos tanto en nuestros años de juventud en que el mundo es nuestro y no al
revés, nos introducimos en una vorágine de pasiones que no respetamos el valor
que tiene entregar el corazón.
Pasión y deseo son dos sentires que parecieran caminar juntas
pero no, no es así. Dimitri encontró en Grushenka la perdida de la racionalidad
¿amaba? o únicamente sentía pasión o sea una atracción sexual como nunca había
sentido, se sentía insatisfecho, cada momento anhelaba más y más, ya perdía
hasta la ecuanimidad, en una alarmante desesperación se convertía en un hombre
que perdía lo más preciado, su dignidad y atisbaba a la mujer que lo enloquecía,
la quería permanentemente en su vida.
-
Créame amigo,
conocer a Grushenka fue terrible para mí, al verla sonreír perdí todo sentido
común, me embelesaba verla caminar, hablar y cuando bailaba el deseo se
apropiaba de mi ser, mi sangre hervía y sólo quería abrazarla, tenerla y
poseerla. Poco a poco fui accediendo a sus caprichos, a su manera de ver la
vida y la acompañaba en sus tertulias con amistades que también, la diversión,
era el motivo de sus existencias. Ella se convirtió en mi hoy, mi mañana y todo
mi vivir. Sabía dentro de mí que me hacía daño la relación que sosteníamos, me
fui degradando tanto que no me importaban las actitudes que a veces tomaba y
que iban en contra hasta de mi vocación militar. Fue mi hermano que es
sacerdote cristiano, el que me comprendió y un día conversamos del amor de
Dios, de su infinita bondad y comprendí aceptando que debería alejarme de la
mujer que me destruía moral y personalmente.
“Qué será del hombre sin Dios y sin inmortalidad, todo se tolera
todo es lícito”
Rodolfo Mendoza
CONVERSACIONES CON DIMITRI KARAMAZOV
Segunda parte:
“El deseo tiene principio y fin. La pasión es
interminable”
No únicamente una relación amorosa llena de
pureza espiritual, es la que tiene derecho a la felicidad y bendición de Dios.
Jesús perdonó a María Magdalena, quien abrió su corazón para que el espíritu
santo la redima de todo mal.
-
Dimitri, mi buen
amigo en el tiempo, así que llenaste de impurezas tu corazón, una vez leí: “Se siente pasión, “felicidad” y mucho anhelo. A
veces se acompaña de una fuerte necesidad. Se necesita de la otra persona, pero
también se necesita saciar la lujuria que se siente”. Estuviste confundido,
perdiste la noción de lo correcto, pero, qué pasó después, ¿terminaste para
siempre esa relación llena de pasión y deseo que turbó tu existencia?
-
Pasaron
muchas cosas en el seno de mi familia, que me mantuvieron con desesperanza y preocupación,
más que todo por una herencia de mi madre, que me correspondía. Grushenka había
pensado lo mismo, de separarnos y regresar a su antiguo amor, pero pudo darse
cuenta que en verdad al que amaba era a mí y tuvo la oportunidad de hacerse
amiga de mi hermano Alyosha y recibir los buenos consejos del joven acólito que se daba tiempo entre
estar en el monasterio y su preocupación por nuestra familia, él logra renovar
su fe en Dios y ayuda a Grushenka a renovar, también, su fe cristiana. Nuestra
separación obligada por las circunstancias hizo que nuestros corazones
sintieran el profundo sentimiento de amor que ya había germinado en nosotros,
también descubrió que la lujuria no era ya lo que nos unía sino un profundo sentimiento
amoroso. Mi encierro físico y espiritual en la cárcel me hizo cavilar intensamente
y pude verme desde la ventana de mi celda pequeña, tal y como había sido:
déspota, cruel, insensible, lleno de egoísmo, sin nada de bondad con mis
semejantes, me arrodillé y pedí a Dios que me perdone, que me dé otra
oportunidad. Créame amigo del tiempo, como usted me dice, que ese día sentí
vergüenza de mí y sólo pedía salir de mi encierro para corregir todo lo malo
que podría a ver hecho, además sentí que mi afán de caminar para siempre por
los senderos de la felicidad con Grushenka, era verdaderamente por el amor, sí,
el amor que Dios bendice y sólo pedía una nueva oportunidad.
-
El
amor es maravilloso, el amor redime ante Dios, perdonar es asunto de Él, el
Dios de la bondad. Así es, muchas veces comenzamos llenos de calor porque no
queremos ver el corazón de quienes nos enamoramos y solo nos anima satisfacer
el deseo del momento, sin querer conocer el corazón de nuestra pareja, la misma
que puede estar llena de esperanzas, de amor
y el tiempo nos va dando la oportunidad de entregarnos, a ambos, a lo
que significa: lo bello, lo hermoso que es amar, que es sentir ternura, pasión
y amor por ese ser que será nuestra compañera de toda la vida, la que nos dará
los hijos que bendecirá Dios y que colmarán de felicidad, la vida de toda
pareja – hombre y mujer – que se encontraron por gracia de Dios. Tú Dimitri,
buscabas a Dios y solo te encontrabas entre nubes negras que oscurecían tu vida
y sin darte cuenta que Él, el Dios de amor estaba siempre cerca de ti,
esperando que lo hallabas en cada limosna que diste, al ciego, al mendigo, en
cada visita a un enfermo; a Él le dabas de esa manera, tu amor, tu fe. Bendito
sea Dios.
-
¿De
dónde vienes amigo del tiempo y qué, es lo que buscas?
-
Pues,
mira Dimitri, no lo sé. Me pasa en ciertos momentos en que menos espero, sólo
me da sueño, sí, sueño y…mira no lo entenderías, pero qué más pasó.
-
Nuestro
encuentro, después que pude salir de la cárcel fue emocionante para ambos, ella
y yo nos abrazamos, nos besamos y pude sentir, entonces, que era diferente, que
el poder acariciar nuestros rostros,
cabellos, labios y besar nuestros ojos, nos unía más en ternura y un
amor que ahora brotaba de nuestros corazones y no de nuestra sangre.
Proyectamos huir, sí, escapar de un lugar maldito para encontrar la paz, el
sosiego y un pedazo de tierra para formar nuestro hogar, donde viviríamos el
inmenso amor que nos profesábamos. Mi hermano Alyosha, bendecido por Dios, fue
quien se encargó de todo lo que correspondía a salir de la ciudad con rumbo a
nuestro destino, pero en el camino sentí una inquietud y supe que debería
cambiar de rumbo hasta no resolver un asunto que le debía a alguien que debería
perdonarme, para poder seguir adelante y mi vida sintiera verdaderamente el
perdón de Dios. Alyosha, se preocupaba por el tiempo, podríamos ser encontrados
por nuestros enemigos y todo se vendría abajo, yo insistí y llegamos al lugar
en donde debería cumplir un compromiso con Dios. Nos recibió el papá de Ilyusha Snegiryov, el capitán retirado a
quien había golpeado y ofendido, lo que hizo sentirse muy mal al joven que
visitaba en ese momento y que yacía en una cama esperando su partida al cielo.
Lo despertaron para que yo le hablara, le ofrecí de regalo un cañoncito de oro
y no lo quiso, volví a insistir con una de mis medallas de oro con la que me
habían premiado por mi valor en batallas ganadas para mi país y asimismo se negó
a recibirla y volteó su cabeza que recostaba en su almohada. Miré a Grushenka
desesperado, no por el tiempo que se acortaba para salir de la ciudad, sino más
que nada por no poder ser perdonado, entonces me paré y me puse en posición
militar de atención y dirigiéndome al capitán Snegiryov le dije: “Mi capitán,
héroe de nuestra nación, con todo respeto y humildad, pido a usted me perdone
por las ofensas que en un momento de ofuscación me atreví a hacerlo con su
digna persona”, el niño entonces volteó su cabeza y me miró con admiración y
sonrió a su padre quien le dijo “Hijo mío, el oficial Dimitri Karamazov, me ha
solicitado perdone sus ofensas, dime tú si debo hacerlo”. El niño IIyusha, me
miró y yo le dirigí una mirada de solicitud de perdón y él le dijo
orgullosamente a su padre “Si padre, capitán Snegiryov, considero que sí debes
darle tu perdón”, entonces mirando a los ojos al niño hice un movimiento de
agradecimiento moviendo mi cabeza hacia abajo y él hizo lo mismo en señal de
aceptación, sonrió, y se abrazó fuertemente con su padre, hice el saludo
militar de permiso para retirarme y abrazando a Grushenka el amor de mi vida
salimos y afuera nos esperaba el carruaje que nos llevaría rumbo a la
felicidad, felicidad que mi hermano Alyosha, bendecía con su
mano derecha. Sentí una gran sensación de alivio en mi alma, en mi corazón que
agradecía a Dios por esta nueva oportunidad que me daba y que de allí en
adelante junto a Grushenka, viviríamos para amarnos y tener una familia feliz
para beneplácito del Dios de Abraham.
-
Me
alegra mucho el final de este episodio de tu vida mi apreciado Dimitri
Karamazov…pero ¿quién es esta hermosa mujer que se acerca con sus patines en
los hombros y con esa bella sonrisa que ilumina este frío lugar?
-
Amigo
del tiempo, ella, ella es Grushenka, mi bella mujer que amo más que a mi vida,
porque solo vivo para ella y nuestra familia.
Los hermosos ojos azules y bella sonrisa de
Grushenka me hicieron suspirar, era bellísima, efectivamente su sonrisa era
fascinante, me dio su mano derecha la que besé con respeto y les dije a ambos “Que
vuestro amor sea bendecido siempre por Dios, que la felicidad reine por siempre
para ustedes, mis queridos Dimitri y Grushenka Karamazov” me abrazaron, no
quisieron que les devuelva el abrigo, ella volteaba de vez en vez y me alzaba
su brazo derecho, mientras Dimitri no se cansaba de besarla, suspiré
hondamente, se escuchaba a lo lejos una dulce melodía y me dije: Sí mi Señor,
gracias por bendecirme en viajar por el tiempo y ser testigo de muchas de tus
gracias con que bendices a quienes se lo merecen porque tocas sus corazones y
ellos saben corresponder. Y ahora mi querido Dios, el “Amigo del Tiempo”
necesita descansar…ya es hora de volver, duermo, duermo…duermm….
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