lunes, 24 de octubre de 2022

¡QUE VIVA MI BARRIO…QUE VIVA LA CANCIÓN CRIOLLA¡

     ¡QUE VIVA MI BARRIO…QUE VIVA LA CANCIÓN CRIOLLA¡

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Como el viejo gato que maúlla y llora buscando por los techos el querer encontrar lo más hermoso de su pasado, así camino por las calles que de niño recorrí con mis amiguitos de entonces, como cuando después del colegio jugábamos al fútbol en la vieja calle empedrada, ahora descuidada y sucia, con una pelota de trapo, no calzábamos chímpunes ni uniformes de colores pero si un corazón grande para entregar todo nuestro esfuerzo para hacer los goles en el arco contrario. Miro con tristeza lo descuidado que está lo que fue mi hogar, no sólo el tiempo, sino además el descuido de quienes residen hoy lo que ha mermado el esplendor que gozaba la calle y solar por la preocupación de sus propios habitantes de entonces.

La añoranza, la nostalgia y los recuerdos que hoy siempre vienen a mi mente, ya de hombre anciano que guarda los más lindos recuerdos de una infancia feliz, lo que hace que vuelva, que retorne a aquel barrio de Gigantito donde un grupo de residentes de los barrios altos del Cercado de Lima, vivíamos muy felices a pesar de limitaciones, a pesar de existir desigualdades entre nosotros no lo veíamos, únicamente la búsqueda de vivir compartiendo alegres momentos en nuestras horas después de las clases escolares nos hacía ser solidarios en todo tipo de actividad de ese entonces.

Caminaba por la Calle Ancha que está en la llamada Cinco Esquinas que unen a cinco calles donde existía el paradero inicial del tranvía urbano que llegaba hasta la plaza San Martín, qué diferencia a cómo está hoy sin los árboles donde diariamente los pajarillos cantaban felices mientras nosotros las hacíamos huir ya que tirábamos piedrecillas para que caigan los cocos chiquitos de cáscara color naranja que degustábamos llenos de placer. Los recuerdos llegaban a mi mente y corazón, caminaba buscando mis días de ayer y llegué a la calle Gigantito donde residía en un viejo callejón de antaño con su caño de agua que estaba a la entrada en el lado izquierdo y que servía para toda la vecindad, no pude dejar de sonreír ya que en ese caño escondido por las paredes de la ducha comunitaria besaba a las chicas que correspondían a mi amor y también a las que besaba a la fuerza no sin dejar de recibir tremendas cachetadas de las que yo no les gustaba. Qué domingos más felices de la pandilla del barrio, esa calle hoy ya con pista de cemento, era empedrada que era regada diariamente con un camión cisterna de la ahora Sedapal, por don José María Lavalle, otrora gran jugador del Alianza Lima. Allí disputábamos entre nosotros tremendos partidos de fútbol, cómo olvidar al Calato Adán quien sustraía las medias de su hermana Vilma para preparar las famosas pelotas de trapo, cómo olvidar al negrito Augusto y su hermano Leoncio – hoy los dos en EE.UU. – su querida mamá doña Marcelina que nos invitaba huevera frita con frijoles con su vaso de chicha morada después de ganar los clásicos encuentros futbolísticos a chicos de otros barrios como de la calle Coata, Barbones, Cinco esquinas equipo del ex presidente Sagasti, etc. 

El viejo portón virreinal ya no existía, hoy ha sido reemplazado por una reja de fierro, vi salir a unos infantes bien acicalados y vino a mis recuerdos cuando todos los días sábados nuestras madres nos vestían con nuestras camisas bien almidonadas y zapatos negros bien lustrados con el betún Nugget de aquel entonces, para asistir al obligado catecismo sabatino, era esa preparación cristiana motivo para hacer nuevas amistades y buscar nuestro amor infantil entre las chicas de nuestro y de otros barrios de la zona en que vivíamos. Recuerdos, tantos recuerdos y no poder volver a ver a uno de aquellos significativos personajes de mi vida de niño. Las puertas de calle que eran las de los más pitucos del barrio seguían existiendo con su color marrón y ventanas chicas con sus adornos de fierro, quise tocar algunas, pero al ver salir personas muy diferentes y con caras de enojo me lo impidieron. Averiguando entre los vecinos de hoy pude enterarme que sólo tres de mi época siguen en mi barrio que adoro y guardo con cariño en mi viejo corazón.

Calle Gigantito, calle de mis amores, calle de un viejo que guarda lindos recuerdos de infancia, la calle más transitada para subir a Santoyo, al mercadito, al cuartel Arsenal de Guerra y otros barrios de antaño, cómo te añoro viejo barrio, cómo te extraño y cómo deseo volver a esos años de pantalón corto y guardapolvo blanco y poder volver a jugar al fútbol, chanca la lata, ping pong, poner el tablón con la patota cuando se sale el desagüe de la curtiembre y dar paso a los transeúntes previo abono de 10 centavos para ir toda la gallada a ver la serial de los viernes en el Cine Astor. 

Barrios Altos de mis amores, de cantantes criollos y morenas de cinturas de fuego al bailar el arte negroide, de aspirantes a toreros y poetas que cantan  a sus amores imposibles y pintores de paisajes y retratos de bellas damiselas que ilusionan sus corazones.

Hoy se engalanan los callejones, las quintas con guirnaldas de colores y la música criolla comienza a hacer bailar a los vecinos que se unen a los de puerta de calle para en general disfrutar dentro de unos días, la celebración del día de la canción criolla, que viva nuestro barrio, que viva nuestra música …¡QUE VIVA EL PERÚ SEÑORES¡


Rodolfo Mendoza

      XVI CMLP



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