jueves, 31 de marzo de 2022

FORJANDO HOMBRES DE BIEN

 



FORJANDO HOMBRES DE BIEN

El paso por el Colegio Militar Leoncio Prado



Abel Contreras González

XIX Promoción

1962 – 1964



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LA  DECISIÓN


La mayoría de nosotros estando cursando el segundo año de secundaria, por una u otra razón sea porque en nuestro barrio o en la familia había algún cadete o ex cadete del Colegio Militar o porque vimos pasar por la calle a uno de ellos a quienes la gente les llamaba, cariñosamente, “chocolateros”, o porque habíamos albergado celosamente en nuestro interior en algún momento ingresar a ese prestigioso Colegio. Ni bien terminamos el segundo de secundaria comunicamos, algunos abiertamente otros con temor, nuestra decisión de ser “Cadete Leonciopradino”, esperando y deseando que nuestros padres aprueban el paso que queríamos dar, porque imagino que para ellos también era todo un conflicto de sentimiento el decidir “desprenderse” de la tutela de un hijo que solamente cuya edad fluctuaba entre los 14 a 16 años, sobre todo si ellos vivían fuera de Lima, estimo que la gran mayoría de nosotros nunca habíamos estado en un colegio de esos que en mi época se les llamaba de “internado”, lo que significaba para los que éramos de Lima y Callao ver a nuestros padres una vez por semana y los de fuera de Lima en el mejor de los casos una vez al mes. Claro está que en algunos casos no fue decisión del joven sino del padre, pero ese es otro tema.


La aceptación de nuestros padres solo fue el inicio de todo un largo proceso, pues había que preparase para un examen riguroso, para ellos muchos optaron en inscribirse en las academia especializadas en el ingreso al Colegio Militar y otros optamos por prepararnos por nuestra cuenta, por otro lado había que conseguir una serie de cosas, empezando por conseguir el prospecto de ingreso, para ello había que ir hasta el Colegio Militar, en La Perla Callao, para muchos o no sabían donde quedaba o les parecía el fin del mundo, llegando ahí,  el solo ver por fuera el colegio ya nos impresionaba por su tamaño, era inmenso, el más grande que jamás habíamos visto, desde que pusimos un pie en la prevención ya nuestro ser cambió, al comprar el prospecto descubrimos que teníamos que cumplir una serie de requisitos, unos que los tenían que resolver nuestros padres presentando documentos que les pedían como certificado de sus centros de trabajos, ingresos, garantías, etc, etc., y otros requisitos que debíamos salvar nosotros, que básicamente eran pasar un examen médico, pruebas escrita de conocimientos, un test psicológico y una prueba de aptitud física, además de ocupar una de las 480 vacantes, parecía fácil todo esto, lo que no teníamos idea era de la cantidad de postulantes que se presentaban a nivel nacional, en mi caso fui de los que se inscribieron faltando unos días para el cierre del concurso y mi carné (tarjeta de tres cuerpos) de postulante era el N° 1227, en aquella época había 2 modalidades de ingresantes los becados y los semibecados, en el caso de los becados en principio era para los que procedían de colegios nacionales y hasta donde recuerdo eran cien becas de este tipo, pero estaban repartidas por la densidad poblacional de los departamentos del Perú, así para Lima tenía un cupo más grande y para los otros departamentos se iba reduciendo proporcionalmente a la cantidad de postulantes que tenía cada uno de ellos, la condición de semibecarios debía pagar una pensión de nada menos que cuatrocientos soles mensuales, que imagino era una suma respetable, ya que del colegio del que yo procedía que era un colegio particular importante la pensión era de apenas de ciento veinte soles mensuales, en ese entonces uno de los más caros.

1-1962 CARNET DE INGRESO

1-1962 POSTULANTES

Se inició entonces la lucha contra el tiempo, ya que cada fase tenía una fecha y progresión determinada, así para presentar los requisitos de Constancia de Trabajo, garantes, certificados de estudio hasta segundo de media (era de lo que más demoraba), certificados de vacunas, etc., había que estar correteando y nuestros padres tenían que dividirse entre pedir permiso en sus oficinas y hacer los trámites que pedían, afortunadamente había una situación que permitía una tranquilidad, esta era la de recibir los papeles y entregarte el carné de postulante como “Condicional”, es decir continuar con las pruebas y luego regularizar los papeles pendientes.


Así empezamos nuestros exámenes, el primero fue el médico, una parte del examen la pasábamos calatos ante desconocidos, para casi todos era un trauma pero había que superarlo,  luego si salías APTO, pasabas a la segunda etapa que era la prueba de esfuerzo físico, que consistía en cumplir con ciertos requisitos como hacer un tiempo mínimo en carrera de cien metros planos, un número mínimo de barras, una cantidad mínima de planchas, una altura mínima de salto alto, etc., teniendo como jurado a los más prestigiosos profesores de deportes del Perú. 


Después de haber salvado la prueba de aptitud física venía la prueba psicológica en la que había una entrevista personal y luego venían las temidas pruebas escritas, para lo cual nos agrupábamos para estudiar, los del barrio que estábamos postulando, o con nuestros compañeros del colegio del que procedíamos y estábamos postulando o con los amigos de la academia donde se habían preparado.

Finalmente llegó el día en que publicarían los resultados del examen y la relación de ingresantes, gran aglomeración ante las listas, pues eran padres, apoderados o postulantes que pugnaban por ver si sus nombre estaban en la relación de los afortunados, gran alegría para unos y tristeza para otros, caras sonrientes por un lado y ojos rojos del llanto por otro lado que reflejaban nuestro estado de ánimo por los resultados, los que habíamos logrado ingresar habíamos superado exitosamente el primer gran reto de nuestras vidas, superar un examen der selección, el primero de muchos con los que nos encontraríamos en nuestra vida.


Ahora venía una segunda etapa, cumplir los requisitos económicos para el ingreso, pues se pedía una fuerte cantidad que era por una sola vez, que eran para los uniformes, ropa de cama, prendas de vestir, zapatos, botas, etc., así como recibir una relación de cosas que teníamos que traer para el internamiento como colchón, algunos utensilios personales, además debíamos acudir a una dirección a que nos tomen unas medidas para el uniforme y tamaño de kepí.  


NUESTRO INGRESO


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INICIO

En nuestras casas gran algarabía, nuestros amigos y familiares muy contentos y satisfechos por nuestro logro que recompensaba ampliamente nuestros esfuerzos y desvelos a tan tierna edad, gran fiesta de despedida, ya que al día siguiente era el “internamiento” y no volveríamos a salir hasta el día de la madre, nuestros amigos y compañeros del colegio gozarían todavía de algunas semanas de vacaciones mientras que nosotros iniciábamos ya nuestra vida de Cadetes, los únicos que tenían por momentos cara de angustia eran nuestros padres, pues era la ruptura del cordón umbilical, sus niños en la práctica se destetaban, empezarían a formar su propia vida, quedaban atrás los consentimientos y engreimientos que nos daban, ahora que somos padres y abuelos entendemos mejor lo duro que ha de haber sido ese momento para ellos.


Por fin llegó el gran día, nuestros corazones latían más rápido y fuerte que de costumbre, colchón al hombro con gran dificultad y las cosas que nos habían pedido que llevemos, pasamos la puerta de la prevención sabiendo que no saldríamos hasta el día de la madre, nos hicieron formar y fuimos conducidos por grupos al pabellón de tercer año, como el colchón se nos hacía cada vez más pesado la formación y marcha era sumamente difícil, en esos momentos escuche un tremendo vozarrón que decía ¡oiga huevo frito apúrese, que espera para jalar su colchón carajo¡, no esperaba ese recibimiento y menos con “tremenda lisura de un señor”, ja, recién empezaba la historia.


Conforme íbamos llegando nos preguntaban nuestros nombres y nos ubicaban por secciones, que alegría teníamos cuando a nuestra sección llegaba una persona conocida, del barrio, colegio, academia o de las amistades hechas durante el concurso de admisión. Después de un buen rato nos presentaron al cadete que había ocupado el primer lugar en el concurso de admisión y que sería nuestro brigadier general, se llamaba Walter Pedro Marzullo Castillo y por fortuna era de mi sección, la 5ta , nos dieron una arenga y conocimos a quienes sería nuestros instructores, el Capitán de año, el capitán Leo, el teniente Valdivia, el teniente Arenas y el teniente Valencia y los sub oficiales Marocho, Solís, Marquina, Araujo, Besada, Quispe, Noriega, Esquerre, entre otros, finalmente a nuestros monitores, unos gigantes que nos harían la vida imposible durante los primeros días, eran uno por sección, tres jefes de compañías y el monitor del año, ahí nos enteramos que a partir de ese momento éramos alumnos cadetes pero familiarmente nos llamaba “perros”, al cadete de cuarto año teníamos que decirle aspirante, pero en nuestro lenguaje le decíamos chivos, y a los de quinto año teníamos que llamarlos técnicos, pero amicalmente entre nosotros le decíamos vacas, quizás porque se les consideraba “sagrados”, luego de un calentamiento previo de un sin número de planchas, lagartijas, etc, comenzó la entrega de prendas, al principio no había problemas, era sábanas, funda de almohada, frazadas, colchas papel higiénico, escobillas, betún, maletín de salida, nuestras caponas, para el uniforme de diario, estas eran de color negro para los perros, nos dijeron que los chivos tenían caponas guinda y las vacas celestes; el problema empezó con las prendas que tenían tallas, yo soy small, lo siento solo tenemos médium, ya crecerás, yo calzo 37, usa 38, te va a crecer el pie, en camisa mi número es 14 ½, toma 16 ve a quien se la cambias, soy guantes 7, toma 8 ya se acabaron los de tu número, de cristina soy 55, solo me quedan 53 ½ busca a un chato y se la cambias, mi capotín es large, ajá, aquí tienes un médium ya sabes que tienes que hacer, así fue como nos fueron dando nuestras cosas, claro está que muchas cosas si recibimos en nuestras tallas, pero eso fue lo que sucedía cuando no había tu talla, así nos ganó la mañana y nos llevaron al comedor, fue nuestro primer desfile, una total desgracia, eso nos costó una buena cantidad de planchas y ranas, al ingresar al comedor lo vimos super inmenso, nos hicieron sentar en grupos de diez, aún no habían cadetes de 5to año, que serían los que ocuparían las cabeceras de la mesas como jefes de mesa, amos y señores de las comidas, los otros nueve puestos eran rotativos hoy me sentaba en la silla 2, mañana en la 3, luego en la 4, al día siguiente en la silla 5, que era el que le tocaba servir el rancho a todos, al siguiente estaba en el asiento 6, hasta que llegaba al 9 y de ahí nuevamente al 2, el 1 como ya les mencioné correspondía al Jefe de mesa, éste disponía el “sistema de racionamiento” que se aplicaría en el día a día, podía ser rancho normal, es decir al cadete que le tocaba servir el rancho, servía al jefe de mesa en la cantidad que éste le indicara, luego haría lo propio con el de la silla 2 y así sucesivamente, si la comida era rica el jefe de mesa podía indicar para esa oportunidad “Ley del embudo”, al jefe de mesa le servían la cantidad que el quería con la cantidad de carne que se le antojase, las presas eran 10, pero el podía decir deme tres y le servían tres 3 como él quería, al de la silla 2 le servían en la cantidad que quería y pedía el número de presas que se le antojase, podía decir tres, por lo tanto sol quedaban cuatro, el de la silla tres decía también tres y le servían las tres, el de la silla cuatro se quedaba con la última pres y los demás se conformaba con el juguito y la papa o camote. Algunos jefes de mesa para comer mejor le indicaban a cada uno de los perros cadetes que debía pedir a sus familiares para la visita, así a uno le decían que tenían que traer mostaza, otro aceite de oliva, ají, mermelada mantequilla, queso triángulo, etc, etc., de tal forma que en la mesa tengamos de todo para nuestro desayuno y comidas, no faltaba el que decía, pero mi técnico yo soy de provincia o extranjero y como respuesta escuchaba coma hierba y cague mostaza o lo que le habían pedido. Al salir del comedor regresamos nuevamente a las cuadras a continuar con la entrega de prendas y luego nos entregaron unos cartones que tenían unos números calados, todos tenían el 62 guion y un número que iba del 001 al 485, en mi caso fue el 62-203 y además una latita con un líquido negro tipo pintura, con eso teníamos que marcar todas nuestras prendas y en el primer día de visita encargar que nos borden en tela de 5 x 2 centímetros unos 15 o 20 parches que teníamos que ponerlos en nuestras camisas, camisas, calzoncillos y en cuanta prenda podamos, los que no recibían visita tenían que acudir a la buena voluntad de uno de los compañeros limeños, ahí empezaron los lazos de camaradería e identificación para el que estaba en menores condiciones que los locales, prestos unos se ofrecía a pedirle a sus familiares para que el foráneo no caiga en falta, eso es mis amigos el Colegio Militar, cada sección un trozo del Perú, en el que habíamos cadetes de todos los rincones del país y en algunos casos del extranjero, que habíamos ingresado libremente, ahí borramos los estratos sociales del cual podríamos venir, todo éramos iguales, vistiéndonos exactamente igual, comiendo todos la misma comida, todos recibiendo la misma educación, en donde desarrollamos una fraternidad que perduraría a través de los años, repito una vez más, eso es el Colegio Militar.

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Todo bien hasta el momento, pero nuestro organismo requería de ir al baño, pues en las cuadras teníamos unos baños que solo tenían lavatorios con sus espejos y urinarios, pero no wáter ni ducha, la pregunta era dónde estarían, al indagar sobre ello, recibimos nuestra primera palabra leonciopradina, el famoso MALACATE, era el lugar donde estaban los inodoros, pero oh sorpresa, estaban separados por unos muros pero estos no tenían puertas y estaban ubicados uno frente a otros, entonces como haríamos con nuestra privacidad, la respuesta no tardó en llegar con la necesidad fisiológica o lo usaba tal cual o nos ensuciábamos los pantalones, obviamente tuvimos que usar los inodoros tal cual, al principio fue incomodísimo, pero con los meses y años, era de lo más normal ponerte a conversar con el vecino o el del frente,; restaba conocer las duchas, por más que las buscábamos no las encontrábamos, solo había un pasadizo con tubos, al insistir con el monitor uno de nosotros le dijeron oiga perro usted es ciego no ve las duchas, como la respuesta fue negativa, el monitor amargo nos dijo, bien les voy a enseñar, abrió una llave y de los tubos, como si estuviesen picados salía agua en todas direcciones de arriba abajo y de los costados, el agua era heladísima y paternalmente el monitor nos dio unos sabios consejos, cuando regresen del deporte pongan sus toallas en el extremo que da a las cuadras, luego cuando estén calatos vengan al extremo opuesto y pasen corriendo  hacia donde dejaron la toalla se seca y se cambian, para eso solo cuentan con cinco minutos, al interrumpirlo para preguntarle en que momento nos jabonábamos (con el jabón carbólico que habíamos recibido) la respuesta fue mientras corres al otro extremo.


Nuevamente nos fuimos al comedor por nuestra cena, esta vez luciendo nuestro flamante y brilloso uniforme de faena y nuestros brillantes botines, abrigados con el capotín, para resguardarnos del frío, la comida fue mucho más liviana que el almuerzo, al término de la cena nos fuimos a las cuadras a tender nuestras camas y a arreglar nuestros roperos de acuerdo al orden que nos había enseñado el monitor, quien pasaría revista una vez terminado, las camas tenían que estar suficiente mente templadas y permitir que al tirar una moneda sobre ella esta rebote, las sábanas y la frazada tenían un orden y una forma especial de guardarlas, la almohada estaba envuelta en una de las sábanas, que era la forma en que tenían que estar desde que nos levantábamos hasta la hora de regresar de la cena en que teníamos que preparar nuestra cama para dormir, con el correr de los meses aprendimos la palomillada de hacer media cama a algún compañero, que consistía en poner la segunda sábana doblada en dos de tal forma que la mitad de abajo cubría a la sábana base y la otra mitad aparentaba ser la segunda sábana pero al momento de meterte en cama no podías pues solo abarcaba media cama, era un chiste ver al compañero tratar de meterse en la cama y no poder , pero sobretodo en requintar a todo el mundo en todos los idiomas y con todas las interjecciones del mundo. Supimos que durante el día se quedaba 1 cadete por día para hacer el servicio de cuartelero, es decir velar por que no se pierda nada de la cuadra, sucede que cuando entramos nuestro coronel Director Armando Artola Azcarate, dispuso eliminar la costumbre que había en el colegio de tener los roperos con candados, y fuimos nosotros los primeros en tener los roperos sin candados, el cuartelero también tenía la obligación de recoger las bolsas de rola sucia de cada uno de su cuadra, contar las prendas y llevarlas a la lavandería cuando tocaba día de dejar ropa, al cuartelero que le tocaba recoger la ropa de la lavandería tenía que corroborar que la cantidad de prendas recibida era igual a la que su antecesor entregó, para luego proceder a entregarlas de acuerdo al parte recibido. 


Nos enseñaron que las horas de la noche se dividían en cuatro partes de 2 horas cada uno, a las que se le llamaba turnos, así el primer turno era de 10 a 12, el segundo turno de 12 a 2, el tercero de 2 a 4 y el último de 4 a 6, a esos turnos se les llamaba turnos de imaginaria, estos se cumplirían rotativamente entre todos los de la sección, hoy podía tocarte el segundo turno y la siguiente vez el cuarto y así sucesivamente, este servicio consistía en velar porque todos los cadetes estén en sus camas, en cada turno de imaginaria venía un sub oficial a pedir parte de la situación de cadetes y teníamos que dar las novedades, por ejemplo si alguien se quejaba de algún dolor para que sea llevado a la enfermería.


Nuestra primera noche de pernocte fue tremenda, en el silencio de la madrugada escuchabas sollozos y creo que casi todos solo dormimos por ratitos, a las 6 de la mañana escuchamos un toque de corneta que luego nos enteramos se llamaba DIANA y era el aviso para levantarnos el aviso de que se iniciaba la jornada, pues teníamos apenas unos minutos para salir en ropa de deportes, toalla en mano y formar por secciones, ahí no interesaba la talla sino el orden de llegada, pues a los tres últimos les caía o una papeleta de sanción o ejercicio físico extra, las papeletas eran impuestas por los monitores o por los instructores, dependiendo del tenor, estas tenían un valor, lo cierto es que si en la semana acumulabas 10 puntos en vez de salir a medio día el sábado salías a las 5 de la tarde, si tenías de 11 a 19 puntos salías el domingo a las 8 am, con 20 puntos te quedabas sin salida esa semana, por ejemplo si te encontraban fumando la papeleta tenía un valor de 20 puntos es decir chau salida. Después de tomaban nota de los tres últimos, inmediatamente había que formar por talla y quedar listo para el desplazamiento, fuimos a nuestra primera rutina de deportes y regresamos trapos para bañarnos, gracias a las indicaciones del monitor pudimos cumplir en el tiempo estipulado e ir corriendo a la cuadra para afeitarse los que en esa época ya se rasuraban,    cambiarnos, tender nuestra cama de día, encerar y lustrar nuestro puesto que era el espacio de nuestro camarote i el espacio que ocupaba nuestro ropero hasta la mitad del pasadizo de la cuadra, el que debía permanecer brillando y estar atento a la formación, ya que también tomaban tres últimos.

LAS CLASES


Después del desayuno, formamos frente al pabellón central, por secciones, ahí aprendimos el “rirual del parte”, que consistía en un saludo que era algo así: Batallón buenos días, se respondía buenos días, subordinación y valor, se respondía viva el Perú, atención al parte, se respondía atención, luego de eso el brigadier de cada sección llamaba a uno por uno, hacía un recuento y daba parte al monitor informando la situación del personal indicando el efectivo, los descuentos y las razones y los disponibles, había que decir más o menos así: efectivo: tantos cadetes, descuentos tantos, uno de cuartelero, tantos de descanso médico, tantos en enfermería, etc., disponibles tantos cadetes, luego el monitor mandaba ponerse en atención y se acercaba al jefe de compañía a darle parte de su sección, el jefe de compañía recibía el parte de las tres secciones, hacía su consolidado, mandaba atención e iba a dar parte la jefe de año, el jefe de año, hacía el consolidado de las tres compañías y daba el parte del batallón de su año, al jefe de servicio, luego venía el desplazamiento a las aulas. Nuestro pabellón de cadetes alumnos quedaba en “la Siberia”, un viejo pabellón que nos decían se estaba hundiendo y solo se habitaba el primer piso para aulas y el segundo para los cuartos de los sub oficiales y uno que otro club de cadetes como el club de fotografía. El primer día no tuvimos clases, pero fueron como tutores a darnos una serie de pautas algunos profesores, ahí descubrimos que casi todos eran los autores de los libros con los que estudiaba la juventud peruana, para empezar nuestro director académico era el Amauta Ricardo Cazorla Sormani, Teodoro Casana Robles, Benjamín Morote, Carlos Sosa Navarrete, Luis Thornberry Lumbreras, David Castrat Montes, Alcides Carreño, Julio Blacks Sánchez, Olger Miranda Arteta, Alejandro Sara Lafosse, Alfonso Añaños, Alfredo Dittolla Laguardia,Luis Bello Luza, Hernán Busse de la Guerra, Esteban Escobedo Acuña, Humberto Santillan Arista, Antenor Samaniego, Rubén Lingan, Luis Olivera, Jacques Crousse, Francisco Bolaños, Jesús Gómez Morón, Carlos Conde Flores, Homero Souza Alva, José Cordova Segín, Edilberto Silva. Hector Pérez Bahamonde, Arturo Villacorta, José Rouillon Delgado, Harold Griffiths Escardó, Víctor Mejía Onetto, Alberto Montero Dávila, Augusto Meyer Torres, Guillermo Polack, Roberto Drago, Augusto Shighio Humberto Recoba, entre muchos otros que escapan a mi mente.


A mi sección entró como consejero el padre Harold Grffiths Escardó, ese primer contacto fue impactante, pues nos dijo que estaríamos encerrados hasta el día de la madre y que las hormonas de nuestro organismo nos harían jugadas, que tuviéramos cuidado con “la pajita”, los ojos se me abrieron un cura hablando de la “pajita”, y eso no fue todo, nos recomendó que en nuestra primera salida, a la guerra fuéramos con casco, como muchos nos quedamos piñizcando vidrios, pues no lográbamos entender sus palabras , él se percató d esto y nos dijo clarito clarito, cuando vayan al burdel usen condón, Plop, fue impactante para mi y por fin conocí un cura que hablara las cosas sin medias tintas. En ese primer contacto se nos informó que todos deberíamos pertenecer a un club de trabajo, podía ser de cuerdas, teatro, gimnasia, carpintería, ajedrez, fotografía, futbol, música, coro, etc., así cada uno se fue inscribiendo en el club que más le gustaba, ese club empezaba a funcionar después de clases y duraba hasta las 6 de la tarde en que regresábamos a las cuadras a prepararnos para el rancho de la tarde.

31 profesores


Con el correr de los días supimos que la nota mínima aprobatoria era sesenta, la calificación era sobre cien puntos, que las “libretas” era enviada por correo a nuestros padres o tutores, que los puntos que uno acumulaba en conducta tenían un límite y podía perder la beca y hasta ser dado de baja por alcanzar una determinada cantidad de puntos durante el año, que aquellos estudiantes que alcanzaran ochenta y cinco puntos como mínimo en cada curso o que el promedio de todos los cursos sea noventa eran considerados cadetes de HONOR y tenían derecho a usar en el uniforme de salida, un cordón en el hombro derecho de color rojo y dorado, los que obtenían setenta y cinco en cada curso o que el promedio de las notas era ochenta eran considerados cadetes distinguidos y tenían derecho a usar un cordón rojo en el uniforme de salida.


En el transcurso de la semana conocimos La Perlita, el cafetín donde vendían el más rico pan de tropa, que era un inmenso chancay, el pan con hotdog encebollado, el famoso pan con huevo, gaseosas, y todo lo que vende un kiosco y supimos donde quedaba la peluquería, lugar donde nos cortarían el pelo tipo topa, por eso casi todos optaban cortarse el pelo en la peluquería de su barrio, para dejarse algo de pelo encima y peladito a los costados, siendo la cristina nuestra cómplice en las primeras palomilladas.


EL BAUTIZO


Llegó el día que se incorporaron los aspirantes y los técnicos, lo primero que hicieron los del 5to año fue bautizarnos, es decir sacarnos la mugre haciendo planchas o ranas por cualquier cosa, por ejemplo, se nos acercaba un técnico al que en nuestra vida lo habíamos visto y nos decía, oye perro, como me llamo, no mi técnico, haga 20 planchas, me llamo Pedro, como me llamo, Pedro mi técnico y como apellido, no se mi técnico, a no sabe, haga 30 ranas, al finalizar nos decía me apellido Mamani, como me llamo Pedro Mamani, muy bien y por mamá, no se mi técnico, ajá ángulo recto, ¡zas¡ un patadón en el trasero, soy Quispe por madre, ahora dígame mi nombre completo usted es Pedro Mamani Quispe mi técnico, muy bien y cuantos años tengo, y así se la pasaban con cuál es mi dirección, cual es mi teléfono, como se llama mi mamá, como se llama mi enamorada, etc, etc., y para aprender cada cosa era un golpecito con una moneda en la clavícula, o con un palito tres golpes en el poto, y así una variedad tremenda, recuerdo que a la cuadra entraron como 10 vacas, como yo era de los chatos me ordenaron meterme en el ropero y se pusieron uno en cada lado y comenzaron a tirar el ropero de un lado al otro, por supuesto cuando querían lo dejaban caer, esos y muchos otros castigos fueron los recibidos en el bautizo, a partir de esa noche los castigos eran por otras cosas, en medio de todo no tan severos como si nos agarraba un chivo, con ellos los castigos eran más severos, por ejemplo nos llevaban al malacate buscaban el inodoro más sucio y nos decían que hagamos planchas, a eso le llamaban cataratas, afortunadamente yo no pasé por eso, pero si vi a algunos de mis compañeros hacer las famosas cataratas. 


A pesar de lo duro que eran los castigos y en algunos casos como hemos visto repugnantes, nadie se quejaba y no se nos cayó el mundo. En esta época la “asociación de padres de familia” habría puesto el grito en el cielo, pidiendo la baja del cadete castigador, hubiera habido quejas por atentar contra la dignidad del hombre y los derechos humanos, lo cierto es así nos formamos y así formamos a los que vinieron, hasta que aparecieron los paladines de la justicia que nunca habían estudiado en un colegio militar a imponernos sus reglas y romper nuestras tradiciones, que les parecían atroces, que yo sepa nunca se murió nadie por los castigos, la verdad es que ojalá nunca se hubieran metido.



LAS PRIMERAS VISITAS


Se dieron después de 2 semanas de haber estado internados, cuando ya sabíamos formar y ya coordinábamos algo mejor las marchas, nos habíamos hecho amigos de nuestros compañeros de sección y de algunos de otras secciones.


Ese día pusieron grupos de sillas en el patio principal del colegio, hicieron entrar a nuestros padres, familiares y amigos en formación y los invitaron a sentarse, luego hicimos aparición los perritos marchando gallardamente, al llegar frente a ellos nos pusieron en atención y nos dijeron busquen a sus familiares, tienen hasta tal hora para estar con ellos, rompan filas y nos echamos a buscarlos, el encuentro fue increíble, las lágrimas brotaron tanto en nuestros ojos como en los de nuestros familiares, dos semanas separados habían resultado como si fueran años, abrazos, besos, y la pregunta de rigor era si nos acostumbrábamos y si queríamos continuar en el Colegio para iniciar de inmediato los trámites de baja, por cierto fueron muy pocos los que decidieron no continuar en el colegio, inmediatamente nuestros familiares nos dieron las cosas que nos habían traído y nosotros a su vez el pliego de pedidos para que en la próxima visita nos lleven, más camisetas, más calzoncillos, más pares de medias, etc., luego de los primeros minutos de estar juntos muchos nos acordamos que teníamos compañeros que eran fuera de Lima o del extranjero y que no tenían quien los visite, así que con el permiso de nuestros padres o apoderados los llevábamos a nuestro círculos, los presentábamos y compartíamos lo que nos dejaban nuestros padres,  los fines de semanas durante el mes de abril, fue toda una algarabía, la siguiente visita fue con amigas del barrio, que se esmeraban en ir arregladas con la mejor tenida, los perros hambrientos le echaban ojo a la hermana o amiga del compañero y trataban de conseguir el teléfono, etc, etc.

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Para fines de abril, recibimos un gran premio, el reparto de nuestros uniformes de salida de invierno, el uniforme precioso que habíamos admirado dese postulantes, todos nos lo poníamos para probárnoslo desde varios días antes, le pasábamos trapo a nuestros zapatos, que estaban nuevecitos, revisábamos nuestros guantes de salida, le poníamos un pañuelo en el bolsillo de atrás del uniforme, preparábamos nuestro maletín de salida una y otra vez, nos explicaban en qué lugares y hasta que hora debíamos tomar el ómnibus del Colegio, tanto en San Miguel, como en el Callao, ya nos conocíamos de memoria el recorrido que tantas veces nos lo habían repetido, hasta que llegó el viernes anterior al día de la madre, ese día fueron citadas nuestras madres y familiares al auditorio, hubo una ceremonia muy bonita y al término de ella fue nuestra primera salida general, no lo podíamos creer, salir después de más de un mes encerrados, como se imaginarán en cada una de nuestra casas y en el barrio, era un gran acontecimiento, todos querían vernos llegar con nuestros flamantes uniformes, conocer nuestra experiencia en el Colegio Militar, en muchas casas fue ocasión de una pequeña fiesta con presencia de los amigos del barrio, del colegio de procedencia y por supuesto muchas chicas, no dejaban de tomar fotos y nosotros queríamos permanecer todo el tiempo posible con ellos y con el uniforme, puestos cómodos salimos de civil al barrio, para constatar que en esas semanas no había cambiado mucho, el día domingo sabíamos que en la matiné se reunían muchos cadetes leonciopradinos en algunos cines, siendo nosotros muy fácil de reconocer por el corte de cabello, por supuesto habían muchas chicas que iban buscando hacer amistad con el Cadete del Colegio Militar. 


Las 48 horas que duró nuestra salida se hicieron nada, por la noche del domingo, con el rostro sonriente, regresamos a nuestro querido colegio, recargados de energía y a contar nuestras experiencias de la primera salida, escuchábamos muy atentos todos, no faltaba el que se había ido al burdel, el que fue recibido con una fiesta, el que le cayó a la chica que correteaba hace tiempo, al que lo llevaron hacer un tour por toda la familia, al que lo llevaron a un estudio fotográfico, el que llegó comió y durmió como lirón, el que se encontró con el compañero que no tenía familiares en Lima y lo presentó a los amigos del barrio, etc.


 A partir de esa fecha había que cuidarse mucho para no ser castigado, como ya sabemos con 10 puntos en papeleta no salíamos el sábado o cuidábamos de tener los guantes bien limpios, pañuelo limpio, caponas brillantes, zapatos bien lustrados porque a pesar de no tener puntos en contra el mismo día nos podían consignar y perdernos la fiesta que invariablemente había en casa de alguien de la promoción, o ir al chifa en el que un grupo nos habíamos puesto de acuerdo a celebrar algo o a la cita con la chica que la semana anterior se había pactado.


Otro recuerdo importante que tenemos son los viernes de cine, creo que pagábamos cinco soles para entrar a ver la película, recuerdo mucho que la primera película que pasaron era “Música y Lágrimas”, que narraba la vida de gran músico Glenn Miller, quien fue famoso por tocar Jazz y Foxtrot, que se enroló en el ejército durante la segunda guerra mundial y llevaba su arte a los soldados, de regreso para la navidad, el avión en que viajaba desapareció y perdieron la vida todos los de su orquesta.  

Esos primeros meses lejos de nuestros hogares y en tan poco tiempo nos forjaron hombres. 


Hoy después de más de 52 años damos gracias a nuestro colegio Militar Leoncio Prado por habernos hecho hombres de bien.


Agosto 2014



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martes, 22 de marzo de 2022

LA LIBERTAD DE FUJIMORI


 

Recuerdos del CMLP / De malacates y baños

Recuerdos del CMLP / De malacates y baños

 

Muchachos:

 

La inauguración de hace unos días de nuestro remozado Colegio Militar, ha sido una noticia muy bien recibida al interior de nuestra XIX Promoción, más aun cuando uno de nuestros distinguidos compañeros, ha cumplido el rol de representar al Presidente de la República  en el acto protocolar correspondiente.

 

Habían muchas razones para desechar las vetustas edificaciones, que ya desde nuestros días vividos entre 1962 y 1964, presentaban zonas muy descuidadas y casi inhabitables como La Siberia, y digo casi, porque justamente en un ambiente "rescatado" de  ese Pabellón lúgubre y mohoso, funcionaba el Club de Cuerdas, al que algunos acudíamos para iniciarnos en la música, bajo la dirección del maestro Alcides Carreño, por quien siempre he guardado un gran cariño y respeto.

 

Seguramente y con mucha razón, también han sido desechados los viejos baños y malacates y con ello, alguna parte de la historia escrita en sus paredes, en los que quizás alguien por ahí haya tenido participación.

 

Hay un tema, que podría ser visto como poco edificante, pero corresponde al recuerdo de algunas citas que guardo en la memoria  desde los años compartidos en el Colegio. Se acuerdan de los baños que solíamos usar?. estos no eran diferentes a los baños públicos que aún se pueden encontrar en lugares de poca categoría o de zonas marginales. Había profusión de dibujos de falos, corazones que inmortalizaban nombres o iniciales de amores juveniles (algunos atravesados por sus respectivas flechas), además de recurrentes expresiones groseras y vulgares. Lugares descuidados, donde sólo algunos reservados con sanitarios conservaban sus puertas mal pintadas de color plomo y a otros privados, sencillamente se les había arrancado la privacidad y más bien funcionaban privados de sus puertas. Algunas veces, estos ambientes, tan poco salubres, eran puntos de encuentro para fumarse un cigarrillo a escondidas, evadir alguna clase aburrida, solucionar a golpes alguna diferencia con algún compañero, o para intercambiar alguna que otra conversación entre amigos. 

 

Lo que quisiera rescatar de la demolición de los malacates y baños desastrosos, son un par de citas anónimas que de tanto haberlas leído, aún me causan gracia por lo ingeniosas, se me quedaron en la memoria por ya algo más de 50 años y seguramente algunos de Uds. deben recordarlas igual que yo.

 

Aun cuando resulta poco elegante andar recordando estas cosas, creo que las Citas son citables, si vale el término  y las transcribo tal como recuerdo que se presentaban en esos momentos de intimidad y a veces no tanta, en los que dábamos por terminada la digestión. Una de ellas decía: "...Cadete leonciopradino, a la hora de cagar, fíjate con disimulo, cómo te acaricia el culo la suave brisa del mar..." y la otra, no menos ingeniosa "...De los placeres del mundo, el más rico es el cagar. Con un cigarro encendido, el culo queda agradecido y la mierda en su lugar...". 

 

Quiénes serían los autores de estas líneas poéticas, que eran literalmente un "cague de risa", que ya cuando llegamos al Colegio nos habían precedido y seguramente nos han sucedido para la ilustración de otras promociones posteriores. Indudablemente tienen su lado literario. Lo cierto es  que corresponden a la extensa  lista de frases y citas que hemos compartido a lo largo de nuestros días en el CMLP, como aquella particularmente graciosa que decía "...qué me mira cadete, quiere que le regale una foto mía calato, orinando y de perfil..." , parlamento llevado al cine en un pasaje de la película "La ciudad y los perros" y que no corresponde al texto de la novela de nuestro Mario Vargas Llosa, sino al repertorio de frases que  solían usar  algunos de nuestros monitores con sentido del humor, en nuestros días de perros de 1962, seguramente heredada, como otras, de alguna ocurrencia feliz de algún personaje anónimo de alguna  promoción anterior, que alguno de los nuestros, en su momento ha contribuido a su supervivencia, repitiéndola años después.

En fin, hay muchas cosas buenas por recordar de nuestro paso por el Colegio y otros recuerdos de menor trascendencia,  como los que hoy he traído en estas líneas, no tan finas, pero que pretenden reflejar pasajes de nuestro día a día, como transcurría en nuestros años de convivencia en el CMLP.

Saludos. Que tengan un feliz fin de semana.

 

Juan Carlos Barreda Salinas ( SHAINS)


Juani desde el cielo nos alumbra,

Crònica sacada de los archivos de Ricardo Gonzalez Costa


UN PASEITO A LORA BEACH

Asi lo denominó nuestro querido Manuel cuando comenzó a coordinar la reunión anual en la casa de playa de nuestro hermano Miguel (a) La Lora...