VOLVIENDO A NAVEGAR EL RÍO DE LA AMISTAD
El destino hizo conocernos, hizo también que nos encontráramos espiritualmente
y además que durante tres inolvidables años nos amaramos como hermanos de la
misma sangre. Aprendimos a someternos a la vida militar tal como ella es: dura,
inquietante, severa, rutinaria, pero no aflojamos, nos mantuvimos firmes en
nuestros anhelos de la infancia y llegamos a comprender que no era el hermoso
uniforme de tres hileras de botones dorados lo que más amaríamos…sería en
verdad lo que hasta hoy conservamos y que Dios bendice, una inquebrantable
amistad sincera que nos une.
Tomamos nuestras canoas y surcamos las aguas cuyas corrientes
fuimos esquivando, algunos nos quedamos en las costas donde nos aguardaba la
felicidad que Dios nos deparaba y otros siguieron remando con gran entusiasmo y
perseverancia y a pesar de alejarse más y más de su amada tierra encontraron lo
que tanto buscaban con anhelo. La satisfacción personal no bastaba, algo
inquietaba y volvieron a la matrona de los cuatro viejos muros donde no
únicamente nos albergó y nos educó intelectualmente, sino que además la vida
militar que tanto queríamos nos enseñó a ser duros de carácter y en nuestras
decisiones, sin embargo no la rutina, no la chacota ni tampoco la edad fue la
que nos hizo amarnos…fue en verdad lo clásico de la vida castrense: todos
iguales en vestir, todos iguales en ejercicios militares, todos iguales en la
alimentación y también todos iguales en los castigos de rigor por culpa de uno
sólo.. “Sobrevivimos” los 30 días de “enclaustramiento” lejos de la familia,
adaptándonos a los diversos servicios que cumplíamos estrictamente conforme a
la vida militar, fuimos en verdad soldados, no nos trataron con guante blanco,
fue durísimo para algunos “hijitos de mamá”, cada día era el aprendizaje de ir
haciéndonos hombres a pesar de la corta edad todos maduramos en poco tiempo y
asimilamos lo que no conocíamos.
Imposible también olvidarnos de nuestros monitores que algunos
supieron darnos no sólo adiestramiento militar, sino también ejemplos de lealtad
y disciplina que en el mañana nos fue muy necesario para iniciar nuestras vidas
dentro de la sociedad. Fue difícil para la mayoría los fines de semana ya que
nuestra formación castrense nos obligaba a respetar horarios y sentíamos el
deber de alistarnos para el retorno a nuestro querido cuartel al llegar la
noche de los días domingos. El despertar era también con rapidez para vestirse
como si temiéramos llegar último y estar con una papeleta de castigo, mirábamos
nuestro dormitorio y que diferencia con la cuadra en las que nos despertábamos
veinte cadetes procurando no estar entre los últimos que serían castigados, ya
no el grito de ¡tres últimos! del monitor de sección y los correazos del
teniente de servicio en los catres de fierro donde dormíamos, imposible también
no recordar con sonrisas que ya a medio año en esos momentos del levantarse a
las 06:00 horas les tirábamos las almohadas al suboficial que “pagaba pato”.
Imposible además no tener siempre presente a “Carecostra” nuestro inolvidable y
querido suboficial Bazán que llegó inclusive a ser nuestro provisional profesor
de inglés en la huelga de profesores que se presentó en una oportunidad.
¿Llegamos a ser perfectos? Imposible eso no existe, quien se
siente inigualable comete un grave error, la lealtad no se obsequia se gana con
actitudes sinceras, todo se gana con disciplina y dedicación, el rencor, el
odio no existe en el diccionario de cada promoción del Colegio Militar Leoncio
Prado. Sin darnos cuenta, estando siempre unidos no hemos reparado en el tiempo
y es lógico ya que cada encuentro entre leonciopradinos es volver al pasado
glorioso por lo que queremos comportarnos como aquellos chiquillos que la
“joda” era el menú de cada día haciendo más llevadera nuestra estadía de
jóvenes internados con vida militar, lo que no impedía sostener permanentemente
nuestro avance de conocimientos en las materias que nos enseñaban nuestros
recordados profesores de primera calidad, como todo en nuestro querido colegio
militar.
No fue fácil nuestra travesía por el río caudaloso de la vida, quienes supieron mantener firme los remos lograron un merecido estatus social y económico, sin embargo al lograr sus cometidos personales y de sus familias hoy vuelven a su amada decimosexta promoción CMLP, lo que agrada, satisface y bendecimos dando gracias a Dios nuestro Señor por darnos la alegría de volver a encontrarnos como aquel inolvidable año 1959 en el que tomamos una decisión preciosa conformando una excelente familia leonciopradina que amamos y agradecemos a Dios por habernos unido eternamente.
¡Seguiremos brillando,
siempre, como azul hoguera!
Rodolfo Mendoza