miércoles, 30 de abril de 2025

VOLVIENDO A NAVEGAR EL RÍO DE LA AMISTAD

 

    VOLVIENDO A NAVEGAR EL RÍO DE LA AMISTAD



El destino hizo conocernos, hizo también que nos encontráramos espiritualmente y además que durante tres inolvidables años nos amaramos como hermanos de la misma sangre. Aprendimos a someternos a la vida militar tal como ella es: dura, inquietante, severa, rutinaria, pero no aflojamos, nos mantuvimos firmes en nuestros anhelos de la infancia y llegamos a comprender que no era el hermoso uniforme de tres hileras de botones dorados lo que más amaríamos…sería en verdad lo que hasta hoy conservamos y que Dios bendice, una inquebrantable amistad sincera que nos une.

      


Tomamos nuestras canoas y surcamos las aguas cuyas corrientes fuimos esquivando, algunos nos quedamos en las costas donde nos aguardaba la felicidad que Dios nos deparaba y otros siguieron remando con gran entusiasmo y perseverancia y a pesar de alejarse más y más de su amada tierra encontraron lo que tanto buscaban con anhelo. La satisfacción personal no bastaba, algo inquietaba y volvieron a la matrona de los cuatro viejos muros donde no únicamente nos albergó y nos educó intelectualmente, sino que además la vida militar que tanto queríamos nos enseñó a ser duros de carácter y en nuestras decisiones, sin embargo no la rutina, no la chacota ni tampoco la edad fue la que nos hizo amarnos…fue en verdad lo clásico de la vida castrense: todos iguales en vestir, todos iguales en ejercicios militares, todos iguales en la alimentación y también todos iguales en los castigos de rigor por culpa de uno sólo.. “Sobrevivimos” los 30 días de “enclaustramiento” lejos de la familia, adaptándonos a los diversos servicios que cumplíamos estrictamente conforme a la vida militar, fuimos en verdad soldados, no nos trataron con guante blanco, fue durísimo para algunos “hijitos de mamá”, cada día era el aprendizaje de ir haciéndonos hombres a pesar de la corta edad todos maduramos en poco tiempo y asimilamos lo que no conocíamos.


 

Imposible también olvidarnos de nuestros monitores que algunos supieron darnos no sólo adiestramiento militar, sino también ejemplos de lealtad y disciplina que en el mañana nos fue muy necesario para iniciar nuestras vidas dentro de la sociedad. Fue difícil para la mayoría los fines de semana ya que nuestra formación castrense nos obligaba a respetar horarios y sentíamos el deber de alistarnos para el retorno a nuestro querido cuartel al llegar la noche de los días domingos. El despertar era también con rapidez para vestirse como si temiéramos llegar último y estar con una papeleta de castigo, mirábamos nuestro dormitorio y que diferencia con la cuadra en las que nos despertábamos veinte cadetes procurando no estar entre los últimos que serían castigados, ya no el grito de ¡tres últimos! del monitor de sección y los correazos del teniente de servicio en los catres de fierro donde dormíamos, imposible también no recordar con sonrisas que ya a medio año en esos momentos del levantarse a las 06:00 horas les tirábamos las almohadas al suboficial que “pagaba pato”. Imposible además no tener siempre presente a “Carecostra” nuestro inolvidable y querido suboficial Bazán que llegó inclusive a ser nuestro provisional profesor de inglés en la huelga de profesores que se presentó en una oportunidad.

    


¿Llegamos a ser perfectos? Imposible eso no existe, quien se siente inigualable comete un grave error, la lealtad no se obsequia se gana con actitudes sinceras, todo se gana con disciplina y dedicación, el rencor, el odio no existe en el diccionario de cada promoción del Colegio Militar Leoncio Prado. Sin darnos cuenta, estando siempre unidos no hemos reparado en el tiempo y es lógico ya que cada encuentro entre leonciopradinos es volver al pasado glorioso por lo que queremos comportarnos como aquellos chiquillos que la “joda” era el menú de cada día haciendo más llevadera nuestra estadía de jóvenes internados con vida militar, lo que no impedía sostener permanentemente nuestro avance de conocimientos en las materias que nos enseñaban nuestros recordados profesores de primera calidad, como todo en nuestro querido colegio militar.


No fue fácil nuestra travesía por el río caudaloso de la vida, quienes supieron mantener firme los remos lograron un merecido estatus social y económico, sin embargo al lograr sus cometidos personales y de sus familias hoy vuelven a su amada decimosexta promoción CMLP, lo que agrada, satisface y bendecimos dando gracias a Dios nuestro Señor por darnos la alegría de volver a encontrarnos como aquel inolvidable año 1959 en el que tomamos una decisión preciosa conformando una excelente familia leonciopradina que amamos y agradecemos a Dios por habernos unido eternamente.

 



   ¡Seguiremos brillando, siempre, como azul hoguera!

 

    

 Rodolfo Mendoza

VOLVIENDO A NAVEGAR EL RÍO DE LA AMISTAD

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