Las 20:00 horas y el general llega al portón de su alma mater y no
había quien lo atienda, camina dando vueltas y vueltas hasta que el rugir del
mar lo hace cruzar la pista y mira con nostalgia el surcar de naves que van y
vienen y retorna a su mente días y noches felices de hermosos recuerdos de juventud.
“Inmenso mar de Miguel Grau, si supieras cuánto extrañamos esos
tres maravillosos años en que tus olas
reventaban en la orilla de La Perla, ese inolvidable sonido hasta hoy está muy
profundo en nuestras mentes, fueron despertares
primeramente con angustias de novatos para después convertirse tu
virulento rugir, en compañero de nuestras alegrías a la orden de salida general
y también una fiel compañía de los castigados de fin de semana debido a
travesuras de jóvenes que vivíamos la más hermosa experiencia militar y que
añoramos por siempre con amor de estudiantes”.
-
¡Oiga señor, sí
qué desea, a esta hora no podemos atenderlo!
Al volver a cruzar el general, la tenue luz nocturna de los
postes dejó ver su desencajada faz y ojos llenos de profunda tristeza y…
-
A lo orden mi
general, sí lo reconozco señor, estuve a su servicio en provincia, soy el
suboficial que está de servicio, lamento mucho, pero las ordenes son estrictas
y no lo puedo atender.
-
Mira soldado, olvídate
de mis galones y un excadete de este colegio te pide que lo dejes pasar, sé que
mañana lo derrumbarán y anhelo despedirme de sus instalaciones, comprende,
fueron tres años que jamás se borrarán de nuestros corazones. No es una orden
sino una solicitud que espero la comprendas.
-
Sí mi general,
cumplo tres años en este colegio y también a pesar de mejoras… duele señor,
duele. Pase usted, pero no lo puedo acompañar, debo estar en la puerta
principal.
-
¡Gracias, muchas
gracias…Dios te premie soldado!
-
Era tanto el sentir del alto oficial que el frío intenso
nocturno no lo afectaba, su corazón latía intensamente, el tenue alumbrado de
los viejos postes hacían más triste la noche…la última noche del gigante de La
Perla – Callao, que había albergado a 69 promociones, de jóvenes que siguen
dando excelentes ciudadanos a nuestra patria, el Perú de Miguel Grau, Francisco
Bolognesi, Alfonso Ugarte, Abelardo Quiñonez y tantos otros de ayer y hoy.
La Pista Central con su eterna baja luz en noche fría que hacía
calar los huesos del general, le traían a su mente la primera noche del
internamiento y que, con su Decimosexta Promoción, tuvieron que marchar y
marchar durante horas el día de la incorporación. Fue el general uno de las secciones
de menor edad que con pundonor a pesar del dolor de las piernas no dejaron
notar su cansancio y a cada orden levantaban sus piernas en señal de no estar
cansados, sus rostros mojados por el sudor los cegaban, pero fueron aprendiendo
el sentido de la ubicación y sin la experiencia que da el tiempo no se
desubicaron, las primeras secciones ya flaqueaban por levantar más las piernas
ya que eran los que iban al frente. Los técnicos que pertenecían a quinto año
no aflojaron en sentimientos, ellos también pasaron lo mismo y exigían más y
más, cuando ordenaron… ¡Alto!
Los inolvidables enanos, así los comenzamos a llamar a los
hermanos que pertenecían a la décima, novena y octava sección, estaban listos
para reanudar la “marcha de bienvenida”, que dirigían los monitores como
bautizo al igual que ellos también pagaron por ser novatos en 1957.
Tétrica y oscuras las cuadras de tercer año, habíamos recibido
en el día nuestros pijamas y supimos aprender el cómo se tendían los camarotes
al estilo militar, se nombraron a los cadetes que harían el servicio de
imaginarias – cuidadores del orden y seguridad de sus compañeros de sección –
Se le cayeron sus lágrimas al recio militar que visitaba sus cuadras de tercer
año y pudo ver nuevamente las travesuras de Solimano, Cordero, Couturier, Delgado,
Caro y otros hoy excelentes profesionales que siguen en su mente y corazón.
Llegó a la parte tétrica del querido colegio militar, sí, de
noche era de respeto la parte de las aulas, piscina y cancha de Tenis. Pasó y
se arrodillo en la efigie de Jesucristo, el lugar que correspondía al recinto
del padre Harold Griffiths Escardó. Lugar en donde cada vez que se avecinaban
los exámenes nos arrodillábamos, orábamos para que se nos diera la oportunidad
de aprobar nuestros exámenes bimestrales.
Dio las gracias a nuestro Dios bueno y generoso por haberle dado
la oportunidad de pertenecer al amado CMLP y también haber logrado el más alto
grado en su carrera de oficial del Ejército del Perú. Se volvió a ver cuándo
gozaba de la piscina del colegio y sobre todo del gran día de salida ya
uniformado de cadete leonciopradino, altivo con prestancia y guantes blancos
luciendo el uniforme de tres hileras de botones dorados, un sueño logrado a
base estudio y disciplina.
Tantos queridos hermanos de promoción que dejamos de ver desde
1961, juramos que siempre estaríamos unidos y lo estamos cumpliendo, jamás
quedamos sin dirigencia, que son los hermanos encargados de estar siempre en
mantener unida a la promoción, siempre reuniéndonos cada cierto tiempo en
actividades que nos hacen volver a los años felices. No existen diferencias
entre nosotros, seguimos siendo siempre tan igual al año 1959. Cada reunión
seguimos de beige y botas negras, con las caponas celestes, guindas o negras y
además con el mismo hermoso sentimiento de ejemplar hermandad. Las distancias
originadas por la búsqueda de nuestros propios destinos no es impedimento
alguno para no estar siempre en lindas reuniones que son la continuación de
nuestra unida XVI CMLP.
.
El general caminó como en sus bellos tiempos, por todos los
lugares que ocupamos como estudiantes, como soldados, como deportistas,
inclusive como cabreados y tirar contra. “Gracias Dios mío por haberme ayudado
a pertenecer a una de las mejores promociones de mi alma mater, gracias por
haberme dado tu gracia de cumplir mis sueños de ser leonciopradino y militar de
carrera profesional” y como buen varón apretó sus labios y no dejó caer sus
contenidas lágrimas y ya podía volver a su hogar. Logró ver por última vez como
conoció, habitó y amó a su querido colegio, al siguiente día derrumbarían casi
todo el CMLP, únicamente quedaría de pie el pabellón Central, nuestro general
no podía dejar de ver por última vez a su querida alma mater tal como la
conoció, ocupó y vivió sus mejores años de existencia, al colegio que tanto
soñó vestir su uniforme, anheló y cumplió en decirle adiós a sus cuadras, aulas
y los diversos lugares que todos mantenemos en nuestra mentes y sobre todo en
nuestros corazones. Al ya salir encontró en la puerta principal a un pequeño
contingente de soldados que le hicieron un callejón de reverencia militar a
quien vino a decir adiós a lo más hermoso de su vida. Frunció el ceño y
altivamente pasó por en medio de la formación de honor saludando militarmente a
los soldados de la guardia, que le brindaron un merecido reconocimiento de
honor a un excelente excadete del Colegio Militar Leoncio Prado.
¡Seguiremos brillando,
siempre, como azul hoguera!
Rodolfo Mendoza
XVI CMLP
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