sábado, 23 de diciembre de 2017

EL SILENCIO DE LOS LEONCIOPRADINOS

Por : Rodolfo Mendoza “ Tombito”

XVI CMLP

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22:00 horas, empieza el toque de silencio que todas las noches el corneta de turno ejecuta en señal
que el día terminó y es hora del descanso, todos los cadetes del Colegio Militar Leoncio Prado en
sus respectivas cuadras vestidos en pijamas se cubren con las sabanas, frazadas y colchas; unos se
duermen de inmediato, otros charlan con sus compañeros de los camarotes del lado izquierdo y
derecho y una vez que ya el cansancio los vencen, se acomodan y recostando sus cabezas en las
respectivas almohadas comienzan con los sueños que cada uno tiene para su futuro; únicamente
los del turno de imaginaria bien abrigados con el capotín que cubre casi todo su cuerpo siguen
despiertos e iniciando su servicio de vigilancia revisan todas las cuadras de sus respectivas secciones
y cumplen con revisar y constatar que sus hermanos de promoción estén bien abrigados, los que ya
duermen no sienten el ruido de los pasos vigilantes de los imaginarias, algunos de ellos, arriesgando
un castigo de fin de semana, se atreven a llevarse un cigarrillo a la boca para amenguar el frío
penetrante, que a horas de la madrugada se acrecienta, ya que la fría brisa marina del mar de la
costanera arrecia con furor.
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– ¡Servicio de imaginaría… a formar!
Es el suboficial con el teniente de turno, momento de pasar lista y recibir las novedades del servicio.
– Cadenillas, falta un imaginaria… ¿Qué pasó, carajo?
– Mi teniente, el cadete de turno debe estar en el malacate, permiso para ir a constatarlo.
– Nombre del imaginaria ausente del servicio, páseme la papeleta de privación de salida de este fin
de semana para firmarla. Estaré en el Detall. ¡Imaginarias media vuelta, a sus puestos del servicio
…voy a regresar, carajo, y al cadete que no encuentre, así esté en el baño, tendrá dos semanas de
consignación!
¡Gallego Fernández, donde mierda te has metido, que te encuentre y vas a ver, carajo!, refunfuñaba
el suboficial Cadenillas.
– ¡Mi suboficial, presente el cadete del servicio de imaginaria tercer turno, Fernández Sainz Eduardo!
– Mírate carajo estás todo sucio de las rodillas… te cabreaste o tiraste contra y ahora te ganas una
privación de salida y yo una guapeada del teniente a pique que también me consigne por tu culpa.

El gallego, así lo llamábamos por ser descendiente de Galicia-España, sonrió y levantó sus hombros…
”La vida es así, que le vamos hacer, unos ríen otros lloran y esta vez mi querido suboficial,
nos tocó a nosotros”.
La convivencia en nuestra alma mater no únicamente es entre los estudiantes, es además con
todos los que prestan servicio en nuestro glorioso colegio militar. Los oficiales, suboficiales,
los profesores, los monitores o brigadieres, los enfermeros, los barchilones -así llamábamos
a los empleados de servicios generales-. Por cualquier circunstancia siempre nos vemos obligados
a tratar con ellos lo que permite que exista una relación casi familiar entre todos aquellos que
hacen subsistir la existencia del primer colegio militar del Perú. Los hermosos recuerdos que
guardamos cada leonciopradino tienen mucho que ver con todos estos inolvidables personajes,
que marcaron nuestras vidas de estudiantes.
– ¡Permiso para ingresar mi teniente!
– Pase, qué desea cadete…
– ¡Cadete, Fernández Sainz Eduardo, servicio de imaginaria tercer turno, presente mi teniente!
– Ahhh, así que tú eres el cabreado que no cumple su servicio de imaginaria, mira tienes una
privación de salida y el suboficial por cojudo también te acompañará en tu fin de semana… ¡Media
vuelta, cadete!
– Mi teniente, vengo por eso, el suboficial Cadenillas no tiene culpa alguna de mi indisciplina…
castígueme a mí y no al suboficial, póngame si desea dos privaciones.
– Quién te has creído Fernández, el abogado de Cadenillas, y… si te pongo tres privaciones…
¿aceptas?
– Mi teniente tampoco abuse de mi bondad, me parece que dos, es más que suficiente.
– Jajajajaja…Así que ahora eres un “contrero” bondadoso… ¡Ja ja ja ja!
– Contrero, no mi teniente, fui al malacate, el estómago me apuraba, me vi con “Carrión” y
no tuve otra alternativa.
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Aguirre Moreno Víctor, nuestro teniente durante los tres años, se rascó la cabeza que mantuvo
siempre con un perfecto corte militar, él, siempre fue un oficial muy apegado al cumplimiento del
reglamento castrense, pero además fue como un segundo padre para todos nosotros y es por eso
que le guardamos un cariño muy especial hasta el día de hoy que, gracias a Dios, nos lo conserva
con buena salud.
Mantuvo el castigo de una privación y nuestro gallego no pudo ir a visitar a su familia ni a sus
adolescentes admiradoras que morían por él. Mientras firmaba la papeleta que le presentara el
suboficial Cadenillas, lo miraba escrutadoramente y se preguntaba para sus adentros: “¿Qué hace
a los leonciopradinos ser tan leales entre ellos mismos y entre sus instructores militares y cadetes
superiores?”
– Disculpe mi teniente, sobre esta papeleta, presento a usted con todo respeto la sugerencia de ser
posible sea únicamente de 5 puntos en su conducta ya que el cadete Fernández solo fue al malacate
por una urgencia estomacal… este…
– No siga Cadenillas, no se olvide que no estamos en un Convento de monjas, estamos en un colegio
militar y no podemos fungir de curas… ¡Media vuelta carajo y no joda… ¡marche!
Mientras veía que Cadenillas se retiraba y al verlo de espaldas con el correaje de servicio que se
le caía demasiado hacia abajo, como un vaquero del oeste norteamericano, sonreía y se decía
“Ya sabía que me vendría otro abogado más… pero, están cojudos, seré justo pero no consentidor
de chiquilladas que les puede hacer daño en el futuro”. Siempre aplicó el reglamento interno
del CMLP, pero además teníamos momentos con él de charlas en las que nos enseñaba mucho
sobre la vida y sobre el futuro al que enfrentaríamos muy pronto. Cada uno de nosotros tomamos
rumbos distintos al egresar, pero jamás olvidamos las sabias enseñanzas recibidas de instructores
militares como el teniente Aguirre, los suboficiales, profesores y cadetes superiores, nuestros
hermanos mayores, con quienes al correr del tiempo los volvemos a ver y compartimos lindos
momentos de una gran hermandad que nace en nuestro querido colegio militar y que gracias
a nuestra asociación de excadetes, podemos seguir conservando y recordando esos maravillosos
años vividos en nuestra adolescencia y parte de juventud.
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“Una hermandad imperecedera, que ni las distancias del tiempo podrán desaparecerla”
Recordar este toque de silencio, es volver a esos años tan felices de estudiantes que al escucharlo
nos viene a la mente cuando nos poníamos a acomodar nuestros camarotes para descansar al final
del día, era el momento de meditar pensando ya en el futuro de nuestras vidas, también de recordar
a nuestros hermanos caídos, no en una batalla bélica, pero vivimos pérdidas de hermanos de
camarote porque el destino así lo quiso y nos hizo sentir ese enorme dolor de madurar y tener
experiencias que nos hacían fuertes ante la adversidad de la vida, una vida que ya vendría, que
ya nos tocaría hacerla favorable en nuestros futuros de hombres de bien, cuando logremos nuestro
anhelo de superación personal y formemos nuestras propias familias y poder despertar a un nuevo
día feliz, que nos recibiría en su momento. Ese sonido del Silencio,es tan melancólico que jamás
podrá borrarse de nuestras mentes y oídos, siempre, cada vez que rememoremos a nuestra alma
mater, estará presente haciéndonos volver a esos años en los que aprendimos a considerar, querer,
respetar y compartir con grandes jóvenes que al hacerse hombres, seguimos viéndonos y
apoyándonos entre todos con ese gran amor fraterno que llevaremos en nuestros corazones
eternamente.
Las lágrimas corren por nuestras mejillas, sin poder retenerlas, cada vez que nos enteramos de la
partida de uno de nuestros queridos hermanos de promoción, así como también de las promociones
que compartieron nuestros bellos tiempos durante los tres años inolvidables. Eso, mis queridos
lectores, es el tremendo significado de lo que significa la gran hermandad de los leonciopradinos.
Quedan marcados en cada corazón de los cadetes, aquellos momentos de desconcierto por desconocer
cómo son los inicios de cada promoción al incorporarse como cadetes del tercer año, porque fueron
momentos que nos unieron en una hermosa confraternidad, quedan además en nuestros sentimientos
el recuerdo de nuestro fiel compañero, el fusil Máuser, listo siempre para utilizarlo en la defensa de
la patria, el orgullo al recordar nuestros desfiles militares para la celebración de nuestras fiestas
patrias, cómo olvidarnos de la primera salida con uniforme de gala, imposible no satisfacer nuestro
ego al rememorar nuestro juramento a nuestra bandera peruana. Dentro del colegio existirá siempre
la rivalidad sana de competencias académicas, artísticas y deportivas, pero recordamos siempre la
unidad de todo el batallón de cadetes cuando se trata de representar a nuestro querido e inolvidable
colegio militar.
“El tiempo es inexorable, va siempre hacía adelante, sin embargo, nosotros los leonciopradinos,
tenemos el poder de volver siempre que lo queramos, a lo que será siempre lo más hermoso de
nuestras vidas: los tres años maravillosos en el Colegio Militar Leoncio Prado”.

¡Seguiremos brillando, siempre, como azul hoguera!

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