martes, 22 de diciembre de 2020

CAMPAÑA DE FIN DE AÑO CMLP 1965

 CAMPAÑA DE FIN DE AÑO CMLP 1965



Hace un tiempo ya, un compañero del CMLP puso en el FB una foto del año 1965 en que muestra a un grupo de cadetes de la XX promoción a la cual pertenezco, pasando “rancho” en plena campaña de fin de año, igualmente yo encontré otra de la misma campaña en la que aparezco con otros compañeros (yo soy el cuarto de izquierda a derecha), la cual me trajo al presente gratos recuerdos de esos días, eran los últimos días de 1965 ya vivíamos nuestros últimos momentos en el colegio (alegres por terminar , sin imaginar cuánto extrañaríamos sus aulas e instalaciones con el paso de los años), habíamos ingresado al CMLP en el año 1963 siendo casi unos niños y luego de tres años de preparación tanto física como mental, veríamos muy pronto lo que seríamos capaces de lograr físicamente; días previos a la campaña final, nos habían dotado de todo el equipo necesario para la fecha señalada, un fusil Mauser modelo original peruano con su respectiva bayoneta, un casco, mochila, morral, cantimplora y una parte de la carpa de campaña con sus estacas y cordeles, dos cadetes completaban la pequeña carpa que era sólo para dormir a la cual ingresabas rampando ya que su altura no sobrepasada de unos 90 cms. más o menos, no recuerdo con precisión el día que siendo aún de noche (durmiendo en las cuadras del pabellón de quinto), sonó el toque de diana para levantarnos, apresuradamente nos vestimos y nos pusimos nuestros equipos, pasamos rancho y luego nos embarcaron en camiones con el cielo aún oscuro, hacía los arenales de Lurín, llegamos temprano por la mañana, nos bajaron de los vehículos y nos fuimos internando en los arenales de la zona hacia el punto de concentración fijado, marchamos como unos veinte kilómetros cargando todo nuestro equipo, al inicio no sentíamos el peso del mismo pero conforme pasaban los kilómetros caminando a un paso determinado y manteniendo una velocidad pareja en un suelo arenoso, el peso se hacía cada vez más notorio, algunos compañeros habían cargado sus mochilas con latas de conservas de las que se fueron liberando en el camino, marchábamos en dos largas columnas, cuando llegamos al punto de concentración, formamos tres campamentos separados cada uno por unos cincuenta metros más o menos, procedimos a instalar las carpas bi personales y esperar las instrucciones de combate, la verdad fue un gran alivio quitarnos todo el peso del equipo que cargamos por casi 20 kilómetros, la misión era recuperar un cerro que había sido invadido por el enemigo, cada campamento constituido por una compañía (eran tres), estaba conectado entre sí por una red de comunicaciones alámbricas e inalámbricas, las inalámbricas eran los equipos de radio comunicaciones a batería con una gran antena, era portado por un cadete que tenía que estar al lado de un oficial en todo momento, incluso en el teatro de operaciones, y las alámbricas eran constituidas por unos teléfonos que para comunicarse había que levantar el fono y mover una pequeña manivela haciéndola girar en círculo rápidamente desde su eje, estaban conectados a una red de cables que se desplegaron en los tres puntos de concentración, interconectándolos entre ellos, precisamente a cuatro compañeros y a mí nos asignaron a un equipo de comunicaciones, nuestra misión era desplegar e interconectar el punto de comunicación telefónica correspondiente a la primera compañía con las otras dos, para ello teníamos que cargar entre cuatro una enorme y pesada bobina de cable enrollado, había que cruzar una gruesa barra de fierro a través de su eje y cargarlo por varios metros mientras el quinto iba desenrollándolo hasta conectarlo en determinado punto a otro teléfono para la coordinación y comunicación de los oficiales con el centro de comando.

En ningún momento desde nuestra llegada, tuvimos un momento de descanso, la actividad era intensa preparando y organizando el ataque, los mensajeros iban de un emplazamiento a otro con mensajes y órdenes de combate, al llegar la noche la oscuridad era total, no se veía a más de 10 metros aproximadamente, a los centinelas se le comunicó el “santo y seña” que debían responder los que se acercaran al campamento, según me contaron porque yo no lo vi, a un capitán de otro año que nos acompañaba y que no era muy apreciado en la promoción, los centinelas de turno al ver que se acercaba al emplazamiento le pidieron el santo y seña en medio de la oscuridad ( ya sabían de quién se trataba), y al no responder a tiempo le hicieron un apanado, luego argumentaron como disculpa que habían creído que se trataba de un compañero y debido a la oscuridad de la noche no lo habían reconocido, la verdad es que nunca supe si fue cierto o invención; en la noche y a lo lejos, apenas se distinguían las luces de los otros emplazamientos.
Luego de pasar el rancho de la noche que fue llevado en camiones, nos dieron la orden de acostarse, pero para meterse a las carpas había que arrodillarse e ingresar rampando, nos cubrimos con las frazadas y nos quedamos dormidos hasta el día siguiente en que fuimos despertados muy temprano por el toque de la diana, desayunamos y nos convocaron para explicarnos el plan de ataque, la misión como ya les dije, era recuperar unos cerros tomados por el “enemigo”, nos ubicaron en las faldas de los cerros en total sigilo y “armados hasta los dientes”, apenas nos dieron la orden de ataque empezamos a subir por los cerros a la carrera y gritando fuertemente, los tenientes que comandaban las compañías iban a la cabeza de la tropa, de cuando en cuando volteaban a observarnos y ver si subíamos tan rápido como habían sido las ordenes, a los más rezagados les tiraban pequeñas piedras para que aceleraran el paso de la subida, una vez coronadas las cimas, la algarabía fue total, habíamos cumplido con los objetivos y logrado la victoria mandando al enemigo de regreso al sur (jajajajajaja), luego nos regresamos a la zona de campamento para continuar con las rutinas y labores, una de ellas fue enrollar nuevamente con mis compañeros del equipo de comunicaciones, el cable de teléfono a la pesada bobina, fue una ardua labor porque el cable estaba semi enterrado en la arena, al final terminamos cortándolo con una bayoneta para acabar con la pesada labor, dejando enterrado unos cuantos metros.
Para pasar rancho, nos hacían formar en largas colas para recibir nuestra ración que era servida en unos recipientes metálicos que formaban parte de nuestro equipo de combate y que luego de terminar la comida los limpiábamos con la arena del lugar para sacarles la grasa y para que quedaran limpios y pulidos, el agua para rellenar las cantimploras y para el aseo era llevada en camión cisterna; para poder asearnos poníamos el casco como recipiente y una vez lleno lo usábamos como lavatorio, tratando de aprovecharla al máximo, fueron tres días de intenso trajín y emociones, cada grupo o individuo de la promo seguramente tendrá muchos recuerdos de esos días, ya que pasaron numerosas experiencias, recuerdo que la última noche que pasamos en el arenal, algunos compañeros por joda, se tumbaban las pequeñas carpas con los cadetes que dormían dentro de ellas, desamarrando las drizas o desenterrando las estacas y se escondían rápidamente en la oscuridad, una de ellas fue la mía, mi compañero y yo estábamos tan cansado para volverla a armar, que lo único que hicimos fue taparnos además de la frazada con la que dormíamos, con las lonas de la misma, es decir, dormimos al aire libre hasta el día siguiente, felizmente esa noche no me toco vigilancia; al día siguiente se procedió a levantar el campamento (por lo menos mi carpa ya estaba desarmada jajajajaja), e iniciamos la caminata hasta la carretera donde nos esperaba la movilidad para regresar al colegio.
Llegando a Lima y estando en una de las esquinas del colegio que da a la Costanera, los camiones se detuvieron y nos dieron la orden de bajar, nos hicieron formar con todo nuestro equipo a cuestas e ingresamos marchando y cantando al colegio, casi todos teníamos la cara reseca y cuarteada por el sol, algunos teníamos los labios pelados, pero contentos de haber experimentado y ganado la famosa “Campaña Final”.
A los pocos días dejaríamos el colegio (como alumnos), para siempre y para enfrentarnos a nuestras vidas.
Ufff que recuerdos ¡!!
J.V.CH
XX PROMOCION
2ª. Sección

LA PRENSA Y SAGASTI


 

viernes, 18 de diciembre de 2020

RECUERDOS DEL CMLP -XX

 RECUERDOS DEL CMLP

Por :

Jorge Valverde Challe

Corría el año 1962, en aquel entonces Lima era una ciudad amigable y apacible, en la radio empezaban a aparecer temas musicales de un grupo inglés llamado los Beatles que marcarían un hito en la música moderna, gran parte de la población limeña se transportaba en tranvías que circulaban por toda la ciudad, hoy en día ya han desaparecido de la circulación, la gente se distraía yendo a los cines para ver una película o a las matinales musicales, paseando por Miraflores o el Jr. De la Unión o tomando un café en los tantos lugares agradables de aquel entonces; yo cursaba el segundo año de secundaria cuando un día de ese mismo año, mi padre llegó a la casa portando un sobre que me entregó, lleno de curiosidad saque su contenido y vi que se trataba de un prospecto de admisión para un colegio militar donde se cursaban los tres últimos años de la educación escolar, era el Colegio Militar Leoncio Prado, yo sabía de su existencia ya que mis dos hermanos mayores habían terminado sus estudios en aquel colegio,  no era simple lograrlo, había que postular y aprobar las pruebas de conocimiento así como las de aptitud física y médico, fuimos cerca de 400 los afortunados que alcanzamos vacante y pasaríamos a integrar la XX promoción del CMLP, ese ingreso nos cambiaría la vida para siempre.


En los primeros días marzo del año 1963 (yo acababa de cumplir 14 años el día primero de ese mes), todos los postulantes que logramos una vacante, ingresamos al colegio por la puerta principal ubicada en la Av. Costanera donde se encuentra la estatua del Coronel Leoncio Prado, patrono del colegio y héroe de la guerra del Pacífico.

Trasponiendo la puerta pasando por la guardia de prevención, nos hicieron formar en unas canchas de cemento con unos tableros de básquet algo deteriorados por la brisa marina, ya que las instalaciones del CMLP se encuentran al borde de un acantilado que da al mar en el distrito de La Perla; las canchas estaban ubicadas al lado derecho de la entrada, luego de una corta espera se presentaron los oficiales asignados a la promoción, un capitán jefe de año, tres tenientes, cada uno a cargo de una compañía integrada por tres secciones, tres sub oficiales, asistentes de cada teniente y los monitores, estos últimos, cadetes del quinto año que habían recibido un curso de instrucción militar en los meses de verano para estar a cargo directo de los alumnos recién ingresados. Nos llamaron a cada uno de los que conformaríamos las 10 secciones del tercer año, integrado por estudiantes de todas las regiones del país, procedentes de colegios particulares y públicos, de toda condición social y de todas las razas, incluso habían varios cadetes panameños; ese día la XX promoción recibía su partida de nacimiento.

Una vez integrada las secciones en un número aproximado de 40 a 45 nuevos cadetes, los monitores nos llevaron al pabellón de tercer año y nos instalaron en los dormitorios llamados cuadras en las que pernoctaríamos el primer año de nuestra estadía, nos repartieron útiles, uniformes, capotines (tenías suerte si te daban uno de tu talla), borceguíes y colchones, los que tendríamos que marcar con alquitrán utilizando unas plantillas que nos repartieron y en donde se indicaba la sección a la que pertenecías y el número de orden que nos correspondía, nos mostraron nuestros respectivos camarotes donde pusimos nuestros colchones de lana, nos asignaron un ropero metálico donde guardaríamos nuestras pertenencias con un orden determinado y nos señalaron el área del piso del dormitorio que a partir de la fecha, era de nuestra responsabilidad mantenerlo limpio, enserado y lustrado, ya que dentro de la lista de cosas que nos solicitaron llevar, se encontraba una lata de cera y una franela.

Recuerdo la primera noche, fue difícil para todos, acabábamos de dejar la seguridad de nuestros hogares, la tutela y cariño de nuestros padres para de pronto, dormir en unos dormitorios colectivos con una veintena de camarotes y gente aún extraña, algunos no soportaron este drástico cambio y abandonaron el colegio en la primera semana, al amanecer tampoco fue fácil, fuimos despertados muy temprano con el toque de diana, teníamos que levantarnos a toda prisa, asearnos, vestirnos y salir a formar muy rápido, una vez formados los monitores pasaban lista y entregaban el parte de asistencia a los tenientes, comprobada la asistencia, marcharíamos al comedor para tomar el desayuno, un comedor enorme lleno de bullicio de platos, tasas, jarras y todo menaje de cocina, una veintena de mozos corriendo de un lado a otro repartiendo las raciones  del desayuno, cada ración estaba constituida por tres panes hechos en la panadería del mismo colegio y recién salidos del horno, un plato de avena, una tasa de leche, mantequilla, mortadela o aceitunas; en cada mesa del comedor se ubicaban 9 alumnos y un jefe de mesa integrado por un cadete de quinto año quien se encargaba de mantener el orden y los modales al comer.

Las primeras semanas fueron de una intensa capacitación militar y de “orden cerrado” a cargo de los oficiales y monitores, formar por secciones al paso ligero, tres últimos, firmes, atención, media vuelta, distancia sobre el hombro una y otra vez, marchas, ranas, planchas, canguros y más marchas, mas canguros, ranas y planchas, correr en formación y al paso ligero alrededor de las canchas deportivas, etc. etc. terminando el día agotados de tanto desgaste físico. Como compensación a este despliegue de energía, el rancho a la hora del almuerzo y la comida era abundante, dos panes a la hora del almuerzo, un plato de sopa, un segundo consistente en alguna menestra, un trozo de carne o pollo, arroz y postre, lo mismo a la hora del rancho de la noche pero ya sólo daban un pan por persona y si te descuidabas no comías tu pan; comida que literalmente era devorada con mucha avidez.

Nos enseñaron a hacer nuestra propia cama, habían dos formas de hacerlo; cama de día y cama de noche, la cama de día era doblar ambas sabanas por separado y dejarlas del tamaño de la almohada, una envolvía la almohada y se ponía en la parte superior, luego venía doblada la frazada del mismo tamaño de la almohada y se ponía en la parte media y por último la segunda sábana que envolvía la pijama, esta iba debajo de los dos primeros bultos haciendo un conjunto de tres paquetes perfectamente alineados en la cabecera y sobre el colchón se ponía la colcha, la que debía estar templada sin tener ni una sola arruga, la cama de noche es la misma que conocemos comúnmente, esto se repitió cada noche y cada mañana durante los tres años de nuestra estadía.

Los baños merecen una mención aparte; las duchas eran unos lugares ubicados dentro de una  edificación de un solo piso separadas de las cuadras por un pequeño campo de futbol y que tenían instaladas unas gruesas tuberías de agua, tanto en la parte superior como en los laterales de unos amplios ambientes de donde sólo salía agua fría y nos bañábamos todos a la vez, como en los establecimientos para lavar carros; también estaba el famoso “malacate”, lugar en el que hacíamos nuestras necesidades básicas, el malacate era un ambiente en el que se habían instalado dos filas de unos 10 wáteres por lado ubicados frente a frente, separados individualmente entre sí por unos pequeños muro, de modo que no podías ver a tus compañeros ubicado a los lados, pero no habían puertas, así que si podías ver a los que tenías frente a ti, cosa de locos, tremendo cambio para unos jovencitos acostumbrados a la privacidad de los baños de nuestros hogares.

Hacia fines de marzo se habían reintegrado la totalidad de alumnos del cuarto y quinto año, completando así el batallón de cadetes del CMLP al mando de un mayor jefe de batallón, compuesto por cadetes del tercer año llamados alumnos, los de cuarto llamados aspirantes, y los de quinto llamados técnicos, pero en el argot del colegio eran perros, chivos y vacas, en ese mismo orden.

Una vez completado el alumnado, la adaptación de los de tercero no era sencilla, éramos la última rueda del coche en el orden jerárquico, a todos los cadetes se les dotó a manera de identificación de una placa con nuestro nombre que debíamos prender en la tapa del bolsillo de la camisa del uniforme de diario, y en mi caso sucedió un hecho que nunca he olvidado; cuando me estaba dirigiendo a las cuadras de mi año, fui interceptado por un cadete de quinto (XVIII promoción), el cual al leer mi apellido en la placa de identificación me preguntó cuál era mi relación con un ex cadete de la XVI que tenía el mismo apellido, al describirlo le dije que era mi hermano, iluso yo de pensar que era un amigo de mi hermano que me protegería, pero fue todo lo contrario, mi hermano era muy inquieto y peleador y este me dijo que mi hermano le había pegado varias veces, luego de ello me abrazo del cuello fuertemente y me llevó a su cuadra,  felizmente era una de las más pequeñas ubicada en uno de los extremos del segundo piso del pabellón de quinto, ingresó siempre conmigo agarrado del cuello y les dijo a sus compañeros que allí se encontraban: Muchachos saben quién es este, es el hermano de fulanito, a continuación escuché un prolongado murmullo y muchos saludos a mi madre, luego de varias planchas y canguros que me ordenaron hacer, uno de los técnicos se me acercó con un cepillo de dientes y me lo extendió, yo sorprendido e ingenuo le dije que ya tenía cepillo, a continuación me dijo, barre ¡!! Y tuve que barrer la cuadra con el cepillo, felizmente como les comente, era un dormitorio pequeño, pero amanecí con un ligero dolor de espaldas y con un recuerdo inolvidable. Comprendí después de este incidente que yo sería el que iba a expiar muchas de las palomilladas de mi hermano, él había dejado huella a su paso por el colegio; con el correr del tiempo el técnico y yo terminaríamos siendo amigos.

El año académico en ese entonces comenzaba el primer día útil de abril, concurriendo a las aulas en horarios de mañana y tarde, para volver en las noches para cumplir con las tareas y estudiar las distintas materias, el plantel educativo era extraordinario, unos señores profesores, no quiero mencionar ningún nombre para no cometer el error de omitir a alguno de ellos, lo que sería una enorme injusticia, la mayoría autores de los textos escolares con los que estudiaban todos los colegios del país, nosotros fuimos afortunados concurriendo a las clases que recibimos de estos brillantes amautas.



El tiempo de ocio era muy poco, luego de concurrir a las aulas durante el día, a partir de las 5 pm había mucha actividad deportiva y cultural, entrenamiento en atletismo, clases de judo, pintura, música, ajedrez, periodismo, teatro etc. etc. nadie tenía tiempo de aburrirse. Por otro lado, los oficiales constantemente pasaban revista en las cuadras, comprobaban que el piso estuviera limpio, encerado y brillante, las camas bien hechas y templadas, los roperos en perfecto orden y la ropa aseada, así era la rutina diarias dentro de las instalaciones del colegio.

En el mes de julio de ese año, empezaron los ensayos para el gran desfile militar de fiestas patrias, el batallón de cadetes era ubicado a continuación de la escuela militar de Chorrillos, los ensayos eran arduos y con muchas pasadas por la tribuna central, teníamos que cargar sobre el hombre un fusil Mauser modelo original peruano de un peso aproximado de 4 kilos que tenía una larga bayoneta y que nos habían asignado como equipo a comienzo de año, además del fusil nos entregaron una mochila de lona muy resistente, una cantimplora para agua y un casco de soldado que utilizábamos los sábados para hacer maniobras fuera del colegio por la zona de Maranga que para ese entonces no tenía la población de hoy, la mayoría eran campos de cultivo y potreros que con el tiempo y el correr de los años, el cemento cambiaria para siempre ese panorama.

Todos los cadetes de tercero con el correr del tiempo, nos fuimos acostumbrando al rígido sistema de disciplina y estudios, pero cuando a uno lo pillaban cometiendo un acto de indisciplina o fuera del reglamento, teníamos dos opciones: o hacer castigo físico que consistía en ejecutar un número determinado de planchas, canguros, ranas o aceptar una papeleta de infracción disciplinaria, estas tenían un puntaje determinado y las aplicaban en función a la falta cometida, la mínima era de 3 puntos, con 5 puntos te arruinaban la salida del sábado a las 11 am y recién salías a las 5 pm, si sumabas 10 puntos no salías hasta el domingo a las 10 de la mañana y si superabas los veinte puntos, ya que las papeletas eran acumulativas, te quedabas castigado todo el fin de semana sin salir del colegio y te convertías en el banquete de la gran cantidad de zancudos que no dejaban dormir por la noche chupándote tu sangre; habían cadetes que casi siempre eran castigados y no salían con mucha frecuencia, salvo en las ocasiones que decretaban salida general, a estos castigados les decíamos panetones porque sólo salían para fiestas patrias o por navidad.

En el aspecto militar desarrollamos actividades propias de un cuartel, por ejemplo el servicio de imaginaria, cada noche y de acuerdo a un rol establecido, 4 cadetes tenían que cumplir con este servicio que consistía en velar durante dos horas la cuadra y dar parte a la ronda nocturna de oficiales si había alguna novedad con los cadetes, recuerdo que mi primera vez fue muy estresante, esa noche me toco el tercer turno, es decir de 2 a 4 de la madrugada (sin duda era el peor turno), y justo esa noche nos habían pasado en el auditorio una película de terror (para esa época), con Vincent Price llamada La Fosa y el Péndulo, además, los cadetes de quinto año nos habían dicho que el alma de Duilio Poggi (Héroe leonciopradino muerto trágicamente por defender a una dama) se paseaba de madrugada por las cuadras, sumado a que algunos compañeros de pronto y a gritos, hablaban dormidos originándome más miedo, es decir, pasé mi turno con los pelos de punta, no veía las horas de hacer el relevo con el turno siguiente, demás está decir que cada turno parecía una eternidad.

En la parte de evaluación estudiantil se clasificaba a los cadetes de acuerdo a su aprovechamiento en: Cadetes de Honor que eran los que alcanzaban las más altas notas y se les distinguía con un cordón rojo y amarillo, cadetes distinguidos que usaban un cordón rojos, cadetes eficientes y cadetes deficientes (o simplemente corchos), felizmente muy pocos de estos últimos, la competencia era ardua y cada bimestre cambiaba el orden de mérito, la puntuación de notas era del 1 al 100 siendo 60 el mínimo aprobatorio.

En el mes de diciembre se realizó la clausura del año escolar, en esa época la ceremonia era presidida por el Presidente de la República y el comandante general del ejército peruano, para ese entonces nosotros ya no éramos los mismos que habíamos ingresamos en marzo, durante un año fuimos moldeados y curtidos tanto en la parte intelectual como física y por fin dejaríamos de ser los últimos en el orden jerárquico, seriamos aspirantes, lamentablemente con algunas bajas por aprovechamiento o conducta.

Así terminó el año 1963 para la XX promoción, con miles de anécdotas individuales y de grupo, ahora al mirar retrospectivamente, me invade cierta nostalgia por haber vivido esos maravillosos años de juventud donde se forjaron las mejores amistades y un sólido sentimiento de compañerismos entre nosotros, las paredes amarillas del colegio que nos cobijó del frio invernal frente al mar ya no existen, la famosa Siberia (llamada así por el intenso frio que se sentía en ese lugar), pabellón de nuestras aulas durante los tres años de permanencia en nuestro colegio, ahora sólo vive en nuestro recuerdo, la Perlita, un quiosco de comida muy concurrido tampoco está, todo fue demolido para reconstruir un moderno local, muchos de nuestros compañeros muy queridos y con los que compartimos momentos de alegría, estudio, tristeza, marchas forzadas, castigos físicos, palomilladas y bromas,  moran ahora en otra dimensión, tal vez desfilando marcialmente en el cielo o cantando nuestro himno llenos de alegría, atrás quedaron esos años juveniles llenos de vitalidad, pero nos queda el consuelo y el orgullo de haber pasado por sus aulas y vestido el uniforme del colegio en sus dorados y mejores años.

En lo personal me queda un sentimiento de enorme gratitud, en primer lugar a mi padre, por haber decidido que yo postulara al colegio militar, a mis profesores, magníficos docentes que lograron instruirnos de la mejor manera, alcanzando un alto grado de preparación en la promoción, con ex cadetes destacados en casi todos los campos de las diferentes profesiones, a nuestros instructores militares, que poco a poco fueron formando nuestra resistencia y nuestro carácter para enfrentar las diferentes situaciones que se presentan en la vida diaria ; a nuestros Monitores de la XVIII, que contribuyeron día a día en nuestra formación y a mis compañeros de la XX, hermanos para toda la vida.












Leonciopradinos por siempre

Jorge Valverde Challe

XX PROMOCION


miércoles, 16 de diciembre de 2020

ALBUM DE LA XIX PROMOCION

ALBUM DE LA XIX PROMOCION 

ALBUM DE LA XII PROMOCION

ALBUM DE LA XII PROMOCION 

LIBRO DE ORO DE LA XV PROMOCION

LIBRO DE ORO DE LA XV PROMOCION 

ANUARIO DE LA LV PROMOCION

ANUARIO DE LA LV PROMOCION

VIGESIMA PROMOCION CMLP REENCUENTRO 2020 - 55 AÑOS DE EGRESADOS 1965- 2020

Por :

Oscar Canqui



Un día de diciembre de 1965, egresamos de nuestra alma mater, el Colegio Militar Leoncio Prado. 

Obligación, recordar 55 años después a 330 jóvenes excadetes con ansias de conquistar el mundo.

Gracias a la iniciativa de Fernando negro Fernández de la 8va sección, el viernes 11 de diciembre de 2020 desde las 12 horas, fueron llegando los 27 promocionales a la terraza del comedor principal del Club Social Miraflores.

La previa se inicia varias semanas antes, la Administración del Club, AUTORIZÓ por aforo un máximo de 30 asistentes. 

En la semana del lunes 07, las tareas fueron: Anuncio por WhatsApp y correo electrónico, invitando a los excadetes que están en contacto, responsable Oscar Canqui.

Con 33 que confirmaron asistir, el negro Fernández, creo un grupo WhatsApp, para diversas coordinaciones entre ellas, cada promocional elegir el menú entre las 3 opciones de entrada, plato de fondo y postre.

Fueron mas de 5 horas de gratos recuerdos, destacando: la presencia de todos los integrantes del equipo de Frontón, los referentes deportivos de nuestra promoción, son muy unidos, disciplinados, entrenan todo el año y obtienen medallas de oro en los Juegos Deportivos Leonciopradinos y buenos logros en campeonatos máster de la Federación. Lo integran Samuel Angulo, Roberto Arias, Elías Cohen, Daniel Lynch, Rodolfo Parodi y Alfredo Quiñones.

Asistieron dos “extranjeros” Héctor Castillo(reside en Los Angeles desde 1966) y César Porras (viajo a EEUU a visitar a su hija en enero y pudo retornar en noviembre, por la pandemia).

La sorpresa del día la dio el negro Fernández al reconocer y entregar un recordatorio (llavero y solapin CMLP) a Lucas Puh, por ser nuestro representante de INNOVACIÓN durante la pandemia. al lograr buen éxito en la preparación y venta de jamón del país entero entre sus amistades, promocionales y familia leonciopradina. Lucas no entendía porque era llamado al estrado principal, luego quedó muy agradecido por este reconocimiento. 

Entonamos nuestro himno leonciopradino y nos tomamos fotos grupales para el álbum del recuerdo.

La buena música estuvo a cargo de Luis guitarra vieja Álvarez y Roberto conejo Arias.

Héctor Castillo invito varias rondas de chilcano de pisco. SALUD.

COMENTARIOS POST

FERNANDO FERNÁNDEZ: Excelente Reencuentro 2020…como siempre...Fraternidad…Camaradería…Hermanados hasta la eternidad...Felices fiestas de fin de año…Cuídense mucho…Alto el pensamiento.

CESAR PORRAS: Un antes y un después de 50 años, estas cosas maravillosas son las que permiten los encuentros entre hermanos de la XX Promoción, gracias Negro. Un abrazo y bendiciones a los que colaboraron para esta linda celebración de nuestros 55 años

HUMBERTO OLGUÍN: Queda un maravilloso recuerdo, inolvidable, gracias. 

CARLOS MACEDO: Muchas gracias negro, tú como siempre tratando de unir a la promoción, todo salió excelente y un hermoso día acompañados de los hermanos de la XX que pudimos asistir.

SAMUEL ANGULO: Negro, felicitaciones por organizar la reunión y a los que colaboraron, gracias a todos los que asistieron. Un abrazo y felices fiestas.

ELÍAS COHEN: Lindo reencuentro, gracias Negro por la iniciativa. Feliz Navidad y un año nuevo mejor y Próspero Año para la XX promoción. 

LUCAS PUH: No queda más que agradecer a Fernando Fernández y a los que apoyaron para que evento por 55 años de egresados del CMLP nuestra XX Prom. fuera de un éxito completo, me toca agradecer profundamente el ser homenajeado como emprendedor del año, gracias a todos

ALFREDO QUIÑONES: Gracias a ti Fernando y a todos los que te apoyaron para que este evento sea todo un éxito. Gracias totales. CMLP XX.

CARLOS ALVAN: Negrito FELICITACIONES, también para los compañeros que Ayudaron a esta Linda Reunión, ojalá se pueda Repetir Pronto, Felices Fiestas y Fuerte Abrazo a todos mis Queridos Compañeros de la XX Prom.

ERWIN BAUER: Debe repetirse.

ARTURO ARAMBURU: Atención, firmes. Cadete Oscar felicitaciones por la celebración de 55 años de egresados. Saludos desde La Paz (Vine vía lago en bote pues la frontera sigue cerrada) Para cerrar el año que ha sido gris.

OSCAR FIESTAS TEJADA: Muy bien, Felicitaciones. Deseo y espero que hayan tenido un buen y muy ameno almuerzo.

CÉSAR MICHUE: (Mi primo, también hermano de W. Chávez) Los egresados, la gran mayoría con la cabeza plateada. 

ANGEL SALAZAR MINAYA: Gracias por la foto. Saludos y bendiciones.

ANDRÉS CABALLERO PALOMINO (Hno de Augusto) Muy bonita foto. Recuerdos y felicitaciones, los amigos nunca se olvidan.

FOTOGRAFIAS

Algunos integrantes de la XX que estuvieron en el CSM por los 55 años de egresados del CMLP.

Del baúl …equipo de frontón con Ricardo Zumelzu QEPD.

 

 Van llegando los primeros al CSM: Elías Cohen, Fernando Fernández, Rodolfo Pocho Parodi y Luis Álvarez.   Foto derecha: Cohen, Balarezo y Escala


 

    Luis Álvarez inicia la jarana criolla Héctor Castillo llegó un día antes de LA  

     

Son los mismos después de 5 décadas: César Porras, Jorge Moreno y Carlos Macedo.


Salcedo, Canales y Canqui   Por los 55 años, premio Lucas Puh e himno CMLP.


 

 Una de las mesas del CSM         F. Fernández y P. Vallejo

NEGRO FERNANDEZ


ESTADO FALLIDO

 Por : César Hildebrandt P.T


 


Dice la señora Palacios que una segunda vuelta entre Keiko Fu­jimori y Verónika Mendoza “es muy posible”.

¡Ya quisiera! En esa hipótesis ultrafeminista, Fuerza Popular se impondría después de la campaña de terror mediático desatada por la gran prensa y la puta tele: que Venezuela está aquí, que el infierno nos achicharra, que los pistacos vuelven y que el fantasma de Pedro Beltrán te jalará las patas mientras duermes. De ese modo, con Keiko en el palacio que su padre ensució, volverían las oscuras golondrinas y la Confiep mandaría directamente y los grandes capitanes de la empresa se irían de vacaciones eternas a Bali. Sería el gobierno de Chlimper con el garro­te, made in USA, de Rospigliosi, el ninja americano. La única alternativa para los oprimidos, o sea todos, sería otra intifada.

¿Se dan cuenta de que los opinólogos, o sea los especialistas en nada, estamos condenados a mencionar al mismo elenco cada vez que tocamos la política peruana?

Aburre este país, el nuestro. Cansa. Rima con grima.

Parecemos la gallinita ciega, la república maldita, la sinfonía incon­clusa.

He llegado al convencimiento de que el primer problema que tenemos es sináptico, que es un modo eufemístico y acobardado de decir que cada día somos más brutos e ignorantes.

¿Han leído la prensa, han escuchado la radio, han visto la tele?

Desfila por allí una lista interminable de palideces entrevistadas por lívidos y lívidas que bien podrían, por consideración al prójimo, aprender a preguntar, aprender a pensar, aprender a callarse.

La prensa que critica a la política no está, en general, por encima de nadie. Y la política está encarnada por la sobra social, los que no tuvieron éxito en ninguna actividad legalmente admitida.

De modo que si a un prospectólogo le dieran los datos fríos que arroja el Perú, su diagnóstico sobre nuestra viabilidad sería sombrío.

Digámoslo de una vez: tal como fuimos, tal como hemos sido, tal como somos, no somos un país viable. No sé si moriremos de anarquía, de crisis hídrica, de odio cainita, de estupidez en mancha, de incapacidad para encontramos o reconocemos, de pobreza que acorrala, de injusticia que asfixia, de conos alzados o esperanza tranca. No sé por qué estricta razón nos dispersaremos como Estado fa­llido, pero sí sé que no somos una entidad nacional vertebrada y sé también que el caos nos llama para complacernos.

Hay gente de buena fe que ve a los colectiveros informales bloquear la Panamericana Sur y dice que allí está el germen de nuestra revolución francesa. Es como comparar los Estados Generales convocados ; por Luis XVI, que fueron el primer impulso (involuntario) de esa gesta, con el Congreso Consti­tuyente Democrático (CCD) de Alberto Fujimori.

No nos confundamos: el país de los sin ley re­clama su generalización, la informalidad aspira a reclutamos, la anomia no se resigna a ser islote, la nada lo quiere todo. Los traficantes de aquellos terrenos que vagamente pertenecen al Estado es­peran, por supuesto, la hora de su redención. Los mineros informales que intoxican cuencas ente­ras, ¿por qué no habrían de resistir? Y los que no pagan impuestos prediales, ¿por qué tendrían que hacerlo si los agroexportadores pagaban la mitad del impuesto a la renta que les correspondía?

La lucha por la justicia salarial es una cosa. Las expresiones de disgusto y rabia en contra de un sistema oligárquico son una necesidad, casi una prueba de vida. Pero no olvidemos que hay fuerzas que, a lo largo de nuestra historia, nos han empujado al mismo abismo, el de la ingobernabilidad. Y la informalidad extendida significará, al final, la extinción del Estado.

En este panorama lo que hubiéramos necesi­tado era un gobierno inspirado y con vocación de lidiar con los problemas que nos persiguen. Lo que tenemos, sin embargo, es esta horchata que nos deja sedientos. Salimos de Merino y su parque jurásico para llegar a esta répli­ca de Disneylandia montada en el surcano “parque de la amistad”.

Pero en el lado del Con­greso lo que hay es el tren fantasma y sus horrores. Hay que impedir a cualquier costo que Acción Popular, atacada de demencia senil y prurito prontuarial, trame con sus compinches un nuevo Tri­bunal Constitucional a su medida. Hay que cerrarles el paso a disposiciones que, como aquella de la ONP, pos­tulan la mutilación del futuro en nombre de una limosna de emergencia. Hay que pa­rar a esa banda de canallas que se deshacen de la in­munidad adquirida mien­tras siguen protegiendo a Édgar Alarcón y acunando al hijo de Pepe Luna. Yo lo que propongo, desde el escepticismo más entusiasta, es que en las próximas elecciones se vote por aquellos que conviertan sus promesas en un papel de notaría firmado y hecho público. En esa acta de compromiso deberá constar que, en caso de incumplimiento, la ciudadanía engañada tendrá el pleno derecho de entrar al palacio de la higuera y sacar en vilo al farsante. Sería una ma­nera edificante (y escarmentadora) de entender la informalidad como doctrina nacional.

Fuente: HILDEBRANDT EN SUS TRECE N° 519, 11/12/2020  p09

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