miércoles, 29 de marzo de 2023

EL SOLDADO DANIEL MOJOVICH CARDENAS


Mendoza Rodolfo-16
tombitocmlp16@yahoo.es

El soldado  Daniel Mojovich Cárdenas

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Cada vez que escribía con cariño a mi Alma Mater, muchas veces pensaba que podría estar exagerando, que era demasiada pasión la que dejaba entre las líneas que creaba. Ilusamente consideraba que era el único que añoraba con emoción nuestro querido colegio militar. Al pasar poco tiempo de la reincorporación a mi promoción, pude comprobar que no existe ningún excadete que no añore con amor esos hermosos recuerdos, de vivencia en nuestro querido plantel. En nuestra promoción, al igual que las demás del CMLP, existe un hermano, quien al término de nuestro internado, se prometió a sí mismo, velar siempre por la unión de nuestra gran hermandad Leonciopradina, él es sin ninguna duda: Daniel Mojovich Cárdenas.

Al inicio de las Olimpiadas Leonciopradinas 2012, la primera disciplina era natación, faltaban nadadores para completar la primera serie en Libre y Daniel sin haber entrenado, sin estar debidamente preparado, se agenció las prendas necesarias y se lanzó a las aguas de la piscina del Círculo Militar de Chorrillos y ganó ¡Sí! Ganó nuestra admiración nuestro agradecimiento, por ser un hermano que en las peores circunstancias, resuelve con riesgo de su propia integridad física, cualquier inconveniente. Lo importante es que su amada promoción siga adelante. Este año se prometió que no dejaríamos escapar las medallas que nos fueron adversas el año pasado y con el apoyo de nuestra directiva y el entusiasmo de nuestros deportistas, se ha logrado una mejor presentación en las olimpiadas: “Abilio Fox Calle”.

Todo gran amor, toda sincera dedicación, tiene su recompensa y no para Daniel, porque no es lo personal que busca, sino siempre se esfuerza para que las actividades, ahora, fuera del CMLP, sigan siendo tan igual como cuando estábamos dentro. Tan igual como existe un hermano en cada promoción: movilizándose de un lado a otro, apoyando a su demás colegas directivos, y además compitiendo, dejando todo su esfuerzo, con el alma… con el corazón.

Todos, cada uno de nosotros ama verdaderamente nuestra Alma Mater. Ni la distancia nos impide llegar al corazón mismo de nuestro amado colegio. Es el espíritu de su creación lo que nos ha hermanado y nos une profundamente. Nuestro colegio militar con sus tradiciones, con sus experiencias volcadas hacía nosotros, por quienes han y seguirán pasando, continuarán enseñando con el ejemplo que la hermosa amistad concebida durante los tres años inolvidables que compartimos, será para toda la vida. Hoy, con ese enorme sentimiento de gratitud, damos el reconocimiento merecido, como el deportista más destacado en el 2012, a nuestro amigo y hermano Daniel Mojovich Cárdenas, por su emoción y amor al COLEGIO MILITAR LEONCIO PRADO.

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Daniel Mojovich, tenía apenas 15 años y era uno de los más chiquillos de la XVI. Estábamos en el mes de noviembre de 1961 y faltaba poco para que saliéramos a la Campaña Final. Cada uno de nosotros alistaba la carpa que debería ir doblada como pionono amarrada alrededor de la mochila. Todos estábamos en silencio, ninguno se atrevía a decir que ya faltaba poco para dejar nuestras cuadras, nuestras aulas, nuestro estadio, nuestro patio central. Solo Daniel dejaba ver que se limpiaba las lágrimas que brotaban de sus ojos tristes, exhalaba dolor apretando los labios y cabizbajo limpiaba la vaina de su bayoneta.

-¿Qué pasa, muchachos? Nunca dejaremos de ser los mejores leonciopradinos. Ya basta de tristeza y preparémonos para ser siempre los mejores en esta marcha de campaña final. Decía Manuel “Gasparín” Duffó, su compañero con el que había estudiado hasta segundo año en el Colegio La Salle.

-¡Ya no podrás quitarle el titularato en el arco de la selección al Flaco Alfredo Deza. ¡Te faltó poco Gasparín! Le gritaba el Chato Julio Benavides; quién comenzó a cantar un vals criollo, mientras sacaba una araña del bolsillo derecho de su mameluco y asustaba a nuestro Lorito Cuba Solari.

Daniel miró entonces a dos de sus compañeros de sección: Felipe Bustamante y Carlos Quinteros. El primero abanderado y el otro componente de la mejor escolta de todos los tiempos en el Colegio Militar Leoncio Prado. Se sentía orgulloso que los dos pertenezcan a su cuadra. Había compartido con ellos brillantes desfiles militares que llenaron de gloria a nuestra Alma Mater. También se les veía apesadumbrados. Claro, no era para menos, les costó mucho esfuerzo, sacrificio y tesón, para llegar a pertenecer a los seis que llevaban nuestro Estandarte Nacional “Orgullo sin igual para todo cadete leonciopradino”. Nadie dormía. Los turnos de imaginaria, los hacíamos todos; las camas se encontraban vacías; únicamente la de Julio Mindreau, dormilón empedernido, se encontraba ocupada.

-¿Oye, Mojovich, qué sientes ahora que ya nos iremos del colegio? ¿Tú crees que volveremos a vernos?

-Mira, Bolo, tú que también vienes del Colegio La Salle, jamás podremos comparar las vivencias entre ambos colegios. Aquí no solo aprendimos a estudiar, también aprendimos a conocernos entre toda la promoción. Las razas, religiones y estratos sociales quedaron a un lado. Aquí aprendimos a ser hermanos gracias al capitán Jorge Ciurlizza. Yo jamás dejaré de estar pendiente de cada uno de ustedes. Siempre, aún con el tiempo, estaré manteniendo esa hermandad que no debe morir nunca. Decía premonitoriamente Daniel Mojovich, mientras Luis Hernández Rodas, se rascaba la “cabeza”…

-Piiiirrrr!!!!! (No dejaba de sonar el pito del Capitán Aníbal Zarauz)

-¡Sub Oficial “Bazín”! ¡Reúna a toda la compañía!

 Las mochilas, las bayonetas, los fusiles y cantimploras, quedaban a un lado momentáneamente, para acatar la orden de reunión de nuestro capitán jefe de año.

-¡Compañía! ¡Atención!   ¡Descanso! ¡Atención!

-¡El personal deberá descansar hasta las 5:00 horas de mañana! ¡La salida a la campaña final será a las 6:00 horas!

-¡Tomarán los camiones del ejército que los llevará hasta el punto fijado para cumplir con la programación de acuerdo al reglamento establecido!

¡El personal debe descansar, no quiero desmayados durante la marcha de campaña!

¡Atención!… ¡Descanso!… ¡Atención!… ¡Rompan filas!

“No, no puedo dormir, carajo” se decía Daniel, ya no volvería a vestir con mameluco, botas y tahalí, tendría que separarse de su fusil Máuser; había aprendido a quererlo cómo su propia vida: “Recuerden que el fusil es igual que su mujer, nunca deben descuidarlo”, el teniente Oswaldo Sandoval, siempre había inculcado el amor al arma que salvaría nuestras vidas.

-¡Daniel! Ayúdame con mi mochila, no puedo colocar la carpa y la pala, pucha que sí es difícil. Le solicitaba Enrique Tellería Dávila.

-Vamos, Daniel ya deja de suspirar y ayudemos a esta vaca, que nunca quiso aprender lo que es la vida militar. Intercedía Pedro Callirgos.


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Unos a otros nos ayudábamos a terminar de armar nuestra carga, que llevaríamos a cuestas en nuestra pobre espalda. Era significativo ver cómo habíamos asimilado los tres años de pura enseñanza castrense. ¡Éramos grandes soldados! ¡Nadie podía discutirlo! Llegamos aprender que ser un cadete leonciopradino, no era únicamente vestir el precioso uniforme de paseo, era eso precisamente, conocer y vivir, todo lo relacionado a la vida militar.

-¡Pucha Daniel! Nos vamos sin que pudieras haber jugado un gran partido de fútbol en la selección del colegio.

-Sí Callirgos, pero debo reconocer que ustedes son mejores y así lo han demostrado en estos tres años. No me siento mal; pero sabes no olvidemos que “Las ordenes se cumplen sin dudas ni murmuraciones” y vamos a terminar de una buena vez con nuestro cometido y haber si podemos dormir por lo menos una hora.

-¡Muchachos! Mi cantimplora tiene tres huecos ¿Qué hago muchachos?

-¡Tenía que ser el Piña Urbano!… ¡Carajo!

-¡Atención cadetes! ¡Un último en acostarse! ¡Para que sea castigado con un plantón en la puerta principal! Nos amenazaba con su voz afónica de siempre el suboficial Mauro Bazán.

-¡Calla Carecostra! Mientras le llovían almohadas de la primera sección.

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La Panamericana Sur, era fiel testigo del paso en marcha de campaña de los “Rangers” de la XVI del CMLP. Después de una larga caminata diurna, la noche empezaba a ser calurosa. El casco de metal hacía que Daniel Mojovich, transpirara borbotones de sudor.

-¡Pucha! ¡Me olvidé el pañuelo caricho!

El sudor le hacía arder los ojos y no le permitía ver bien por donde se dirigía su compañía y se perdió en los arenales de San Bartolo. Caminaba y caminaba sin rumbo por el “desierto”, la arena dificultaba el poder caminar con normalidad, pero entonces salió el coraje del buen leonciopradino, del soldado que ya era ahora, después de tres años de preparación. Entonces vio que hacía su derecha había una loma de arena que dejaba ver un pequeño resplandor de luz y se dijo entonces: ¡”Visto tal punto”! y se contestó así mismo ¡Visto Carajo! y corrió y corrió desesperadamente con el fusil sobre su cuello, sintiendo que la mochila no le pesaba a pesar de ser un niño de quince años, pudo subir la loma sin ninguna dificultad, el pantalón de su mameluco salió de las botas y la arena se introdujo en sus piernas, pero no cejó, no se rindió y llegó a la cima, soltó la mochila sin dejar de abrazar su Máuser, se sentó , se sacó el casco y con su brazo izquierdo secó su transpiración. Vio entonces que los leonciopradinos de la XVI, ya estaban acampando, colocando las estacas de las carpas. Unos corrían buscando el lugar apropiado, otros “secaban” la cantimplora. Quiso gritar, quiso alzar la mano pidiendo apoyo, pero sintió una brisa de aire que refrescó su cara, qué le quitó el cansancio y sintió una tranquilidad de espíritu y se acordó de Dios, miró al cielo y vio una estrella a quién le dijo saludando militarmente: “Gracias, Dios mío, gracias”.

Se puso en cunclillas y escribió en la arena “XVI PROMOCION DEL CMLP – 1959-1961″ y pronunció en voz alta la primera estrofa del Himno de la XVI”, dejado como legado por el Tnte. Dante Tiravanti:

                                                   Dando ejemplo de Valor

                                                   y luchando con tesón

                                               unidos siempre estaremos

                                                   la victoria forjaremos

                                                y en un grito les diremos

                                               ¡Viva! nuestra Promoción…

-¡Soy de la XVI!   ¡Soy leonciopradino, carajo!

Mirando a sus “compañeros de armas”, a lo lejos recordó entonces allá en marzo de 1959 cuando algunos vestidos de terno y corbata y otros en jeans y casacas juveniles, cargaban sus prendas en sacos de yute. Recordaba también cuando por primera vez salimos con el uniforme azul y gorra blanca ¿Cómo olvidar el paseo por las calles, caminando casi marchando, siendo la admiración de todos, por la  gallardía de siempre? Jamás podríamos olvidar que éramos hermanos de toda la vida. Dejaríamos  nuestro amado colegio, pero siempre estaremos juntos, siempre continuaremos siendo unidos, siempre velaremos por cada uno de nosotros. La tristeza de Daniel se convirtió entonces en la alegría de saber, que la XVI Promoción del Colegio Militar Leoncio Prado, comenzaba la etapa de la separación momentánea, para cumplir con nuestros propios destinos, pero sabía también que muy pronto volveríamos a estar cómo siempre: “Unidos… Siempre Unidos”. Y se prometió así mismo, a ser un peón más, en participar con otros hermanos para la continuación de nuestra hermandad.

Tomando en los hombros la mochila y sujetando su fusil, se puso el casco, lo sujetó con la correa en su mentón y comenzó a bajar por la ladera de la duna de arena, alzando los brazos y gritando:

¡Muchachos! ¡Aquí estoy Zambitos de la XVI! ¡Aquí estoy!   ¡Siempre estaremos juntos!

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