Por:
Cesar Hildebrandt
La señora en Davos
Dina Boluarte en
Suiza: mintiendo como un reloj averiado.
La señora que a veces duerme en Palacio va a
Davos y miente como una descosida y confía en que ninguno de los que la
escuchan querrá, por cortesía, refutarla. Porque, al fin y al cabo, ¿a quién
puede importarle que la señora llegada del Perú diga barbaridades en un foro
donde los que se creen dueños del planeta están discutiendo cómo aplicar la
inteligencia artificial en la creación de nuevas manadas de súbditos y
consumidores?
Pero la señora va a Davos porque cree que
Davos contagia algún tipo de celebridad internacional, una pizca de reputación,
un relámpago de compostura, un milisegundo de sinapsis. Lo que ni siquiera sabe
la señora es que en el siglo XIX Davos era la Jauja suiza: allí iban, por la
benevolencia del clima, los enfermos de tuberculosis.
Por ese mismo pensamiento mágico la señora
sueña con relojes muy caros y alhajas de marca y dorados colgajos: está
convencida de que uno no es lo que es sino que uno es lo que transporta y lo
que exhibe. Por esa exacta razón también está convencida de que la encargatura
que gestiona la eleva y la sitúa por encima del sueño más extremo que pudo
tener cuando atendía en el Reniec y fue tocada por el dedo rojo de Vladimir
Cerrón. Ella siente que el destino la eligió.
Pobre señora. Pobre país.
¿Cómo llegamos a esto?
Bien sencillo: no hicimos nuestra tarea. No
construimos una nación: somos una guerra civil siempre larvándose, un
archipiélago de identidades, un montón de desencuentros.
Y ahora vivimos esta cosecha bicentenaria. No
tenemos partidos políticos dignos de nombrarse ni líderes ni metas donde
quepamos todos.
Lo que tenemos es esto: un gran campamento
embanderado que vende al mundo cerros de mineral, frutas jugosas, ruinas
levantadas por una raza que no terminamos de maltratar y hazañas de cocina.
Lo que tenemos es un país de pícaros en el
que la economía del crimen domina un Congreso ya devorado por el hampa. Somos,
por si acaso, un país que ha aceptado que la heredera de una mafia –Keiko
Fujimori– cogobierne malignamente después de haber perdido su tercera elección.
Esa caricatura es lo que somos. Esa vergüenza es lo que somos. Y por eso es que
Dina Boluarte está en la cima mientras el periodismo claudica y los que podrían
haber sido referentes éticos se esfuman detrás de algún pretexto.
Y, desde hace años, lo que tenemos también es
que la delincuencia organizada ha secuestrado ciudades enteras y ha sembrado el
terror. El resultado es que hay miles de jóvenes que se largan del Perú en
busca tan sólo de poder caminar sin que el miedo los siga, en busca de poder respirar
y reírse sin sentir que la muerte los enamora y las balas perdidas los
encuentran.
"Miles de jóvenes que se largan del Perú
en busca tan sólo de poder caminar sin que el miedo los siga"
Somos un fracaso.
Y lo seguiremos siendo mientras no tengamos
el coraje de reconocerlo.
–Pero la economía marcha bien –dice el
idiotismo.
Si usted tiene un país con 36% de pobres y
75% de economía en negro, ¿a qué economía se refiere?
¿Cómo compatibilizamos la rechoncha suma de
divisas guardadas en el BCR con los llamados “asentamientos humanos” en los que
apenas sobreviven, tratados como neandertales derrotados, millones de
compatriotas? ¿Cómo conciliamos el crecimiento del PBI de los últimos años con
el colosal déficit en infraestructura sanitaria o vial? ¿Qué puede significar
la estabilidad de nuestra moneda para el futuro de los niños que padecen anemia
y que serán carne de cañón de tanto político sinvergüenza a la hora de las
elecciones?
Si el Estado tiene, como sostuvo Weber, el
monopolio de la violencia, la delincuencia organizada que ha conquistado el
poder en algunas regiones es la demostración horrible de que el Estado peruano
colapsó. Lo que han hecho las bandas de la extorsión y el sicariato es, en la
práctica, dar un golpe de Estado. Nos gobierna el terror dado que la señora
Boluarte y sus ministros incompetentes han declarado su impotencia.
La señora va a Davos. El país se va al
carajo.
PUBLICADO EN EDICIÓN 717,
AÑO 15
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