domingo, 27 de agosto de 2017

AÑORANZAS DE UN LEONCIOPRADINO

Las dos primeras fotografías cortesía de Oscar Tejeda XXVI CMLP, las siguientes de Geo Seminario XVI CMLP.

Artículo perteneciente a la Gaceta Leonciopradina.

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AÑORANZAS DE UN LEONCIOPRADINO

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Se acaba el mediodía de hoy domingo 26 de Agosto del 2017 y suspiro hondamente al ver la última fotografía, que publica Jorge Seminario en el Facebook., culminó el desfile del reencuentro de todas las promociones egresadas del Colegio Militar Leoncio Prado. Miro el lugar en el que me encuentro y todos los muebles, cuadros y adornos con que lo he ido embelleciendo, me parecen sin sentido, salgo a caminar y el viento enfría mi cuerpo, me froto las manos tratando de sentir calor pero es en vano, mis sentimientos llenos de añoranzas pasadas me entristecen, me hacen volver al pasado. Llego a la plazuela donde siempre esta tierra hermosa, me acoge y consuela. Sentado en la misma banca de siempre observo sus jardines y noto cómo algunas flores se marchitan y otras empiezan a florecer y me digo: “Es la ley de la vida, mientras unos cumplen su ciclo, otros empiezan a desarrollarlo”.

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Era el año 1959 y cuatrocientos adolescentes llegábamos con nuestras alforjas llenas de ilusiones y proyectos para nuestras vidas castrenses, que se iniciaban ese año, en el mes de Marzo. Una vez instalados, comenzamos a experimentar que no sólo era vestirse de cadete con el hermoso uniforme azulino de 21 botones dorados en el pecho, era además, vivir la experiencia de una vida militar al cien por ciento, todos vestíamos iguales con uniforme beige y borceguíes negros, todos cumplíamos los diversos servicios castrenses que regía en nuestro centro educativo. Recuerdo cómo la mayoría de la promoción aguantaba estoicamente las disposiciones llamadas fuera de lo normal: “Angulo recto cadete o veinte planchas, usted diga”, “¡Cadete de tercero, rumbo a las cuadras de cuarto año…marche!”, “Cadete cánteme una canción de Julio Jaramillo, es que estoy enamorado”, “Cadete, está usted invitado a mi cuadra a tender cuarenta camas”, “Cadete cuádrese bien, que le voy a sacar la cristina estando usted en posición de atención”, “Cadete, sí, usted cadete, camine a mi costado, pero llevando mis libros con rumbo a las aulas”, eran las tradiciones que se fueron creando año, tras año desde que ingresó la primera promoción. Poco a poco fuimos pasando de novatos a cadetes experimentados en formación, en marchar y los toques de diana a las seis horas o antes ya no nos afectaban, antes de esa hora cuando el último servicio de imaginaria nos pasaba la voz ya estábamos debidamente uniformados en ropa de deportes, de marcha de campaña, con el uniforme de aulas, o con el de gala, según las circunstancias. Sólo el Piña Urbano, se quedaba retrasado por algún motivo y pagaba las circunstancias. Los líderes de la promoción ya estaban identificados, ellos serían con el tiempo excelentes monitores de año y sección. Siempre fui un cadete que lucía merecidamente el cordón de distinguido, admiraba a quienes lograban el cordón dorado de cadete de honor. Siempre comentamos en cada reunión que los días martes era el único día de la semana en que comíamos pescado pero con menestra y los días viernes era el día del mejoramiento de rancho y nos servían hasta helado al mediodía. Gocé la mesa de los atletas y no olvido que en los desayunos nos servían lomo saltado, no era flojo, pero sí estaba enamorado y no asistía los días sábados o domingos a las competencias por no dejar de ver a mi amada.

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Comienza a garuar en la plazuela y me veo vestido con el capotín verde en el servicio de imaginaria, aquí se escucha el retumbar del trueno  y se ve la luz que reflejan los rayos, ya no me dan miedo, solo pongo las manos en mi casaca y retorno a mi cuarto en donde después de secarme, abro la ventana y al mirar cómo corren los parroquianos, me parece ver el ir y venir de formaciones que pasaban por el frontis del pabellón central del CMLP que yo veía siempre desde mi pequeña ventana de mi cuadra del pabellón Duilio Poggi, cuando cursaba ya el quinto año. Habiendo vivido plenamente nuestros tres años inolvidables en nuestra alma mater a todos los leonciopradinos, hoy en nuestro diario vivir existen momentos en que al ponernos a recordar nos parece ayer, sí solo ayer el haber estado en el viejo cuartel Guardia Chalaca. Siempre respiramos ese olor a mar que emana siempre de la Costanera y vemos a cada momento la misma neblina que llegaba todas las noches y se acentuaban cuando ejercíamos el turno de imaginaria, la “gozábamos” más cuando por algún motivo nos castigaban y hacíamos plantón en casi la entrada por la costanera, muy cerca de la oficina de guardia. Muy pocos nos atrevimos a ingresar a conocer lo tétrico que era en su interior el edificio denominado la Atlántida, que después llamaron la Siberia. Ese olor a cera, jabón y grasa con que le dábamos mantenimiento a nuestros fusiles, jamás lo dejaremos de sentir, nos acompañará siempre cuando buscamos los hermosos recuerdos de un excelente colegio militar y de amadísimos hermanos con los que siempre tratamos de vernos, aquí en el Perú o en el extranjero, van y vienen nuestros hermanos de la Legión Extranjera, como llamamos a quienes han hecho sus vidas fuera del país, pero en cada vez que vuelven a su nido, sienten lo hermoso que significa ser…Un leonciopradino.

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Hace unos días recordamos los cumpleaños de Javier Serván Rocha, Humberto León Navarro y Mario Viacaba, también las partidas de Oscar Pinto con José Sánchez García, me emociono y evito las lágrimas, prefiero ver al Camión Viacaba, en toda su magnitud, fue un defensa duro de pasar en la selección de fútbol del CMLP, se comprendía con Alberto Angulo, quien recibía las pelotas que le hacía llegar Mario y se iniciaba la distribución y jugadas que aplaudíamos con alegría, con admiración y orgullo, un Flaco Deza inigualable en el arco. Una Tortuga Benavides que poseía un dribling genial y que de taquito se la pasaba a Carlos Córdova, nuestro gran Chato del Callao, que era un rompe cabezas para el equipo contrario. Pucho Vignolo, nuestro bachiche de la primera, le encantaba parar la pelota con el pecho, mirar y centrársela al mejor delantero colocado en el área chica de cuarto o tercer año. Estos recuerdos me hacen vivir y sentir felicidad por mi promoción…la gran Dieciséis, no, no quiero llorar, quiero decirle a la noche, quiero cantarle a los ángeles que mi Décima Sexta, sigue completa, viva y siempre dispuesta a reencontrarse como siempre, por más lejanos que estén, por más que existan imposibles, siempre nos buscamos, siempre llegamos a la pista central del nuestra alma mater, siempre nos sentamos juntos como antes en el comedor y volvemos a cumplir ese rito sagrado que nos une, que nos sigue hermanando personal o espiritualmente. Hoy, desfilamos nuevamente en nuestra pista central y volvimos a vivir esos años maravillosos, hoy volvimos a reencontrarnos como si no hubiesen pasado los años, hoy sellamos nuevamente esa gran hermandad que es eterna. También hoy volvimos a las mesas para compartir la misma alegría de aquellos jóvenes que compartían el orgullo de ser caballeros cadetes del CMLP.

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Ya no son las noviecitas de cadetes quinceañeros, hoy son nuestras esposas quienes han llegado a compenetrarse con nuestro cariño a nuestra promoción leonciopradina y emulamos, tratamos de que todos los años celebremos nuestro reencuentro como que si nunca terminara nuestro baile de promoción y así será siempre, porque nuestra hermandad es imperecedera ya que

 “Nuestra historia vivida en el Colegio Militar Leoncio Prado, será siempre, lo más hermoso de nuestras vidas”.

Rodolfo Mendoza
XVI CMLP

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