jueves, 15 de marzo de 2018

ADIOS CMLP

PUBLICADO EN LA GACETA LEONCIOPRADINA.  

Como todo en la vida, después del gusto, viene el disgusto; pasada nuestra fiesta de promoción, el día lunes muy temprano ya teníamos el Rol de Exámenes Finales y nos metimos de lleno al estudio, el único consuelo era que los profesores ya nos veían como ex alumnos y se esmeraban más que nosotros en ayudarnos, las relaciones con todos ellos era óptima, mucho nos ayudó el orden que se tuvo todo el año, permitiendo que los estudios marchen eficientemente, todo lo que se hizo en esos días entre pasos orales, presentación de tareas, revisión de prácticas, sirvió para mejorar nuestros promedios. La gran mayoría, casi todos, estábamos en buenas condiciones para rendir exámenes finales. El control para la promo  fue suave, o sea que el que no sabía algo, en forma muy discreta, apareció nuevamente la sana costumbre de la “copiandanga”, los profesores más exigentes, los más bravos, los que todos temíamos, tenían tolerancia y se ablandaron. Sus alumnos, sus cadetes ya no regresarían más y tenían su corazoncito. Todos nos queríamos esos días, todos nos estimábamos, la solidaridad, el compañerismo brotó con fuerza, los “puntos” recibieron cariño por doquier, justificando todas las maldades que se les había echo, lo mismo pasó con los profes que habíamos jodido todo el año, con afecto nos reconciliábamos con ellos. Así fuimos dando las pruebas, una a una, toda una semana estuvimos  metidos de cabeza en los libros; pero como todo, llegó el final, el último examen, un viernes en la mañana. 
Al medio día se realizó  la ceremonia de relevo de escoltas, los “chivos”, eran los jefes, los “vaca…nes” del CMLP, fue una ceremonia muy emotiva, transferimos el mando, a partir de ese momento ya éramos ex alumnos. 
Terminada la ceremonia todos nos reunimos en nuestras  cuadras y en nuestro uniforme, que nos habían acompañado todo el año y que tanto cuidamos, se arrancaron los compañeros más queridos a escribir en las camisas, todas las dedicatorias que en ese emotivo momento se nos ocurría, algunos con todo cariño, otros en joda, pero, en  la prenda querida, en la  que más amábamos, nuestra CRISTINA, “la chuchumeca”, esa  era reservada  para la dedicatoria de los amigos especiales, los de la collera. En nuestro caso, los de la orquesta, los de la “banda de facinerosos”, era para ellos, allí sólo se puso frases de total aprecio, de total cariño; todos estábamos sumamente emocionados. El corazón nos latía con fuerza. 
A un solo grito, el Brigadier General, el “Chato” Vladimir,  pidió formación general, todos formamos en el patio de  nuestras  cuadras, pabellón denominado “Duillo Poggi”. La emoción nos embargaba; y nuestro brigadier pidió:
– Compañeros leonciopradinos: antes de dejar este colegio, y por justicia, quiero pedir perdón en nombre de toda esta promoción a nuestro compañero Castillo, que nos dejó antes de tiempo y en su memoria sugerirles que si hemos ofendido o faltado durante nuestra estadía en este colegio a algún compañero, este es el momento ideal de acercarnos a él y pedirle perdón, este es el momento de la reconciliación,  dejemos  este colegio sin ninguna sombra de  resentimiento ni enemistad con nadie, porque  a partir de ahora, seremos por siempre, hermanos de la “GLORIOSA”, de la mejor promoción de este amado colegio.  
Todos callaron y uno a gritos dijo:
-Sí. Yo tengo que pedir  perdón. -era  el “Chúcaro”- a ti “Marx”, donde estés querido compañero, te pido perdón por todo el mal que te hice. 
Durante tres largos años, en algún momento nos habíamos portado mal con algún compañero y en ese momento todos pedimos perdón, de uno en uno nos fuimos abrazando. Confundidos  en múltiples  sollozos, llantos y perdones; fue bello e inolvidable ese instante.
Se escuchó nuevamente la fuerte voz del Brigadier:
-Compañeros leonciopradinos, nuestro himno, ¡al golpe!
Todos a una sola voz henchidos de emoción, arrancamos a cantar.
Nunca en esos tres largos años canté el himno con tanto fervor, muchos no aguantaron más y se echaron a llorar, mientras se cantaba, lágrimas de hombre, de machos; el himno lo gritábamos a todo pulmón.
El Brigadier nuevamente ordenó:
-Cadetes; palmas Leonciopradinas, ¡al golpe! Las palmas sonaron más fuerte que nunca. De allí ordenó: – Cadetes… Paso ligero, ¡marchen!
Todos nos arrancamos a correr por todo el colegio, el enorme colegio entre gritos, hurras, cantos y palmas, la emoción nos empezó a ganar de uno en uno,  agrupados entre abrazos y llantos, corríamos, ya nada nos importaba, ni la presencia de los “chivos”, de los “perros”, que admirados, empezaron a aplaudirnos, a nuestro paso todo el personal del colegio salió y nos acompañaron con sus palmas y felicitaciones, empleados civiles y todos los cadetes, el recorrido seguía por el pabellón central, el comedor, la imprenta, “La Perlita”, el auditorio, las aulas, la “Siberia”, la piscina, atravesamos todo el frontis y llegamos al estadio, de allí media vuelta, hasta el monumento de Leoncio Prado, frente a él,  el llanto era general, los más machos, los malosos, gritaban a todo pulmón:
-¡Llora, carajo, llora mierda, llora como hombre, llora, carajo! 
No parábamos de abrazarnos, fuerte, muy fuerte, entre lágrimas, era nuestra última vuelta por este amado colegio, era el adiós, ya no el hasta luego, este adiós, era el definitivo, el último. Dejamos el colegio, era nuestra última salida, la general, todos al retirarnos dimos el último vistazo al Militar School (como le decíamos), al Colegio Militar Leoncio Prado, cuántos recuerdos, cuántas enseñanzas, cuantos amigos. ¡GRACIAS QUERIDO COLEGIO!
Nos citaron para la clausura antes de la Navidad, allí nuevamente nos vimos por última vez con muchos amados amigos, muchos cadetes, compañeros, hermanos, en el auditorio se dio la última ceremonia. Nuestro Brigadier recitó un oportuno poema de un ex  cadete, el poeta Manuel Scorza. Luego, vinieron las esperadas palabras de nuestro ya  querido Coronel,  totalmente encariñado con este colegio, nos habló. Toda esta historia, toda esta vida  militar había llegado a su fin, el mismo Coronel nos explicó, que él dejaba también el colegio, lo habían destacado a otra misión. Los militares regresaban a sus cuarteles, habían puesto orden y ya se avecinaba una nueva vida en el país con democracia, era la hora de los civiles y nosotros, ya éramos civiles y empezábamos una  nueva vida.  Los militares regresaron a sus cuarteles y los civiles tomamos el poder.

Pasaron largos 50 años y mi colegio sería derrumbado para dar lugar a un nuevo plantel emblemático más de acuerdo con la modernidad de estos tiempos; cogí mi cámara y fui al colegio, lo recorri todo, frente al monumento de Leoncio Prado tome la última foto, los ojos empañados de lagrimas, un oficial aplaudió mi gesto, di la ultima mirada intentando se quede grabada esta imagen para siempre en mi mente y me dije:


ADIOS, ADIOS CMLP.

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