miércoles, 9 de mayo de 2018

Humberto Santillán Arista




Prof. HUMBERTO SANTILLÁN ARISTA- Q.D.D.G.
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 Pedro Camacho Mansilla, cadete de la segunda sección en 1959, cumpliendo con la promesa hecha a su señor padre, había culminado sus estudios en Italia y regresó al Perú después de casi diez años de ausencia. Se había convertido además en prospero empresario y abrió una empresa relacionada con la construcción de viviendas en su querido país, donde ya residía casi veinte años e iba y venía de Italia permanentemente.
Por razones de sus quehaceres comerciales, viajaba siempre en su camioneta 4×4 por la zona donde se encontraba su querida alma máter y cuando pasaba por la avenida Costanera en La Perla, Callao, sus recuerdos de años de estudiante volvían a su mente y estacionaba su vehículo para admirar los altos muros del Colegio Militar Leoncio Prado. Cuántas anécdotas imposibles de olvidar sucedieron dentro de esos muros que, a pesar del tiempo, se mantienen fuertes y macizos. Cuántos compañeros de estudios dignos de tenerlos siempre en su corazón. Cuántos momentos de preocupaciones antes de rendir los exámenes de cada trimestre. Cómo olvidar a esa pléyade de maestros de categoría que pasaron por nuestro amado plantel. Pedro suspiraba, y al ver a los soldados que custodiaban la puerta principal del colegio militar, entonces volvía a ver a su camarada inseparable, Juanito Hurtado, con quien hicieron tremendas travesuras de estudiantes, ¿cómo olvidar? Los turnos de imaginaria, los turnos del servicio de cuarteleros, por cuyo motivo, se veía impedido de salir un fin de semana, precisamente cuando una nueva novia lo esperaba emocionada en su querido barrio donde residía. 
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                                                             1959 – 1961                                                        2012                                     
Lleno de nostalgia tomaba rumbo a la avenida  principal de La Perla, cuando vio una figura imposible de olvidar. Era un señor con maletín en la mano derecha, vestido siempre con un terno de color gris. Ahora se notaba la dificultad para caminar con mayor agilidad. Se le notaba cansado y con un pañuelo de color blanco secaba la transpiración de su frente. Cómo no identificar al referido ciudadano…
-¡Profesor, profesor!… ¡disculpe usted, profesor Santillán!
-¿Quién eres muchacho, que yo sepa, no te conozco?
Pedro Camacho, sintió un agudo hincón en su pecho al ver a su maestro. Que diferente al señor de cuarenta años que muy ágilmente nos sacaba a la pizarra y nos hacía competir entre todo el salón de clases para mejorar nuestra ortografía. Recordaba Pedro, que columna por columna, íbamos compitiendo para ganar con los menores errores en las frases y oraciones que escribíamos. El señor al frente suyo ya no era el mismo. Ahora se veía a un señor de avanzada edad, se le notaba cansado y con una cantidad de canas que ya le cubría toda su cabeza. Nuestro hermano Pedro Camacho, sintió, como todos nosotros sentimos: un gran afecto y amor a nuestros inolvidables maestros de entonces. Ellos fueron nuestros guías y orfebres, que pulieron nuestros conocimientos para llegar a tener un buen futuro en nuestras vidas. ¿Cómo poder olvidarlos? ¿Cómo no recordar sus preocupaciones por forjarnos? ¿Cómo no agradecerles? La riqueza de sus enseñanzas.
-¡Soy de la dieciséis maestro! ¡de la dieciséis! -Nuestro querido profesor, entonces, aceptó subir al carro; permitiendo que lo lleven hasta su destino…
-¿Profesor, podría invitarlo a tomar un lonchecito?
-¿Pero qué crees joven? ¿que necesito de la caridad?
-No, querido profesor, lo que pasa es que no he podido almorzar y tengo hambre, no quiero ofenderlo, se trata únicamente de un gesto de un discípulo que lo recuerda con cariño.
-No me hagas caso, lo que sucede es que ya estoy más viejo y no sé lo que digo. Vamos, gracias por tu invitación. Iremos a un lugar no tan caro y ahí podremos conversar y recordar los tiempos de tu gloriosa dieciséis.
Pedrito Camacho, suspiro hondo y movió su cabeza en señal de satisfacción por haber sido aceptada su invitación. Le conmovía ver después de tantos años a uno de nuestros mejores profesores. El Dr. Humberto Santillán Arista, es toda una gran personalidad leonciopradina y representa para todas las promociones el ejemplo de la dedicación, del amor a la enseñanza y la calidad de profesores que su apostolado, lo tomaron, con amor a la juventud peruana.
Nuestro amado profesor Humberto Santillán Arista, nació en el departamento de Amazonas, en el nororiente del Perú. Muy joven viajó a Lima donde culminó su formación escolar. Descubrió, entonces, su vocación en la labor docente. En 1928 se graduó como maestro primario en el Instituto Pedagógico Nacional. En 1937 ingresó en la Universidad de San Marcos donde cursó estudios de Historia y Geografía. Tuvo por catedráticos a Julio C. Tello, Luis E. Valcárcel, Raúl Porras Barrenechea y Jorge Basadre. Egresó en 1941.
Ejerció la labor docente como profesor de Lenguaje y Literatura, a lo largo de cinco décadas, en varios colegios públicos de Lima y de provincias, así como en diversos centros de formación académica. Entre ellos mencionamos a los siguientes:
? La Escuela Naval del Perú.
? El Colegio Militar Leoncio Prado.
? La Pontificia Universidad Católica del Perú.
? La Escuela Militar de Chorrillos.
? La Gran Unidad Escolar Ricardo Bentín (sección nocturna).
Particularmente, se recuerda su paso por el Colegio Militar Leoncio Prado, donde enseñó Gramática y Literatura Castellana durante 32 años (1944-1975), siendo uno de sus alumnos el posteriormente laureado escritor Mario Vargas Llosa (1950), quien lo recuerda como «el típico profesor machacón, que te hacía memorizar las clases». Colegas suyos fueron otros destacados docentes como Flavio Vega Villanueva (matemáticas), Aníbal Ísmodes (historia universal) y Herman Buse de la Guerra.
Con el apoyo de la imprenta del CMLP, publicó sus célebres libros escolares de Castellano y Literatura, que a lo largo de las décadas de 1950 a 1970 sirvieron de texto de consulta de varias generaciones de escolares peruanos.
El Ministerio de Educación le concedió las Palmas Magisteriales en el grado de Amauta, máximo galardón que se otorga a un educador en el Perú.
Obras
Aparte de sus textos de Castellano para el primer, segundo y tercer año de educación secundaria (reeditados durante muchos años según los programas vigentes del Ministerio de Educación), publicó un libro de Ortografía y vocabulario (Editorial Colegio Militar Leoncio Prado).
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 Humberto Santillán Arista, el excelso catedrático de la Pontificia Universidad Católica del Perú y profesor del Colegio Militar Leoncio Prado, se sentó frente a Pedro Camacho de la XVI del CMLP y comenzó a recordar a muchos de sus alumnos que siguen engrandeciendo la calidad de preparación académica que se recibe en nuestra alma máter. Ambos pasaron una tarde de amor –entre el cadete y el maestro– una tarde de feliz reencuentro. Para Pedro fue un momento de gran emoción –el cual envidiamos– por haber gozado la oportunidad de departir con el gran docente, con el gran forjador, con el inolvidable profesor de Castellano y Literatura. Tuvo la suerte de recibir a nombre de la XVI, el último abrazo de cariño de uno de los grandes forjadores de nuestro mejor destino.
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El Gran Amauta, a pesar de los años, continuaba con la enseñanza. 

Existe una emotiva carta de nuestro querido maestro dirigida a Alfredo Deza Fuller, con quien trabajaron juntos en la Escuela Naval del Perú. A continuación podemos apreciar su gran amor al CMLP, a sus alumnos, a su profesión y a su Alianza Lima querido. Pero sobre todo podemos apreciar su calidad humana y su fe en el Dios Supremo.  
     
Estimado Alfredo:
Con el Inti ya muy alto en el cielo (en contraste con el inti moneda, cada día más bajo) Flavio Vega Villanueva, más hermano que amigo, por teléfono, me dijo: Compadre, Humberto, compra el Comercio de hoy miércoles 20. Lo compré, una sorpresa más, de 1988, pero muy grata, no negativa como la del 8. Se trataba de una hermosa carta tuya en la revista DEPORTE TOTAL, suplemento del sesquicentenario decano de la prensa peruana. Aparezco sonriente y joven en una foto que no sé en donde diste con ella. Leí lentamente con la exigencia de mis ojos cansados. Sin autorización comenzaron a deslizarse lagrimones sobre mi rostro enjuto y cargado de arrugas por el tiempo. Me dije: Serénate, Humberto, y como buen exrosacruz me serené.
Nuestro Colegio Militar Leoncio Prado –tuyo, como cadete y mío, como docente- con apenas cuarenta y cuatro años de vida, es ya famosísimo.
¡Qué promociones tan brillantes ha brindado a la Patria. No hay rama del saber humano donde no hayan destacados leonciopradinos! Te presento a los que buenamente los recuerdo. Tú conoces a muchos.
Aquí tienes mi lista: Scorza, Alvarado Contreras, Arana Sialer, Vargas Llosa, Praeli, Soria Dongo, Goldemberg, Castro de los Ríos, Chumpitaz, Alfredo Deza, Hamann, Mac Lean Ugarteche, Miró Quesada, Aspillaga, González Orbegoso, Marchand, Nieto, Maraví, Vega Bello, Vega Llona, Malpica C., Díaz Orihuela J., Larco Cox G., Saberbein V., San Martín, Ruíz Figueroa, Amiel, Alva Castro, Orrego, Olivos W., Tomasini, Torres Vallejo J., Nilo Espinoza, Indacochea, Noel Moral, Lombardi, Díaz Bravo, Alva Orlandini, Montalbetti, Chang, Bolognesi, Naranjo, Guevara, Roberto Abugattas, Altamirano, Hildebrandt C., Muller, Huerta Iván, Portuondo, Salinas Sedó, Pozzi Scot, Manucci, Meza Cuadra, Garavito, Silva Santisteban, etc.
La llama leonciopradina la prendió su primer Director. El Gral. José del Carmen Marín Arista, con el lema: “disciplina, moralidad y trabajo”. Esa llama ha iluminado y seguirá iluminando el paso de las brillantes promociones leonciopradinas por los caminos de la vida.
Un secreto que solo lo revelé a Manuel Scorza, con quien dialogaba continuamente.
En 1928 me gradué como maestro primario en el Instituto Pedagógico Nacional. En 1937 ingresé en la vieja Universidad de San Marcos. En 1941 después de haber cursado mis estudios de Historia y Geografía egresé. 
Tuve como catedráticos a quienes denomino LOS CUATRO ASES DE LA HISTORIA DEL PERÚ: Julio C. Tello, Luis Valcárcel, Raúl Porras Barrenechea y Jorge Basadre.
Cuando a Scorza le referí como pasé a enseñar Lenguaje y Literatura, obligadamente por las circunstancias, él me dijo: Poderoso señor es el dinero. Mi respuesta: Más poderosa, señor, es el hambre. El sueño de Scorza era ser marino. Le falló la vista. La marina perdió un marino, pero la Humanidad ganó un excelso novelista.
Dices que era yo severo. En verdad los severos éramos tres: Herman Buse de la Guerra, Flavio Vega Villanueva y H.S.A. Un día que el azar nos congregó un grupo de cadetes, escondido no sé dónde, nos grito a voz en cuello: ¡monstruos!
No sé si fue compañero tuyo el hijo de un ministro, a quien le apliqué un CERO por no haberme presentado el cuaderno de las “Veintisiete Composiciones”. Se agitó el ambiente. Amenazas. El epilogo: me llamó el ministro: muy bien, profesor, así deberían proceder los demás profesores, para enderezar a mi hijo zángano.
“Arriba Alianza”. Sí, Alfredo, en 1928, en el viejo estadio de madera, vi, por primera vez, a los negros del Alianza. Me encandilé con el juego alegre, pícaro, quimboso de Villanueva, Neira, Cochoy, Montellanos, Valdiviezo, García…parecía un juego de ballet (voz no registrada en el Dic. De la R.A.; tampoco valet) negro, sin cánones.
Me hice aliancista para siempre. Actualmente poseo siete asientos de socio (occidente). A tus órdenes.
 Los negros del Alianza siempre fueron íntimos, mosqueteros del fútbol: uno para todos y todos para uno. Por eso, el equipo de Caico, en dolorosa tragedia, se fue íntegro a la Eternidad. Pero los negros son Ave Fénix. De las cenizas está renaciendo con amor y coraje el nuevo Alianza. Mi catedrático don Jorge Basadre también fue aliancista. Se deleitaba con el juego mágico de Perico León.
Vagabundo del deporte. Fui espectador de tres olimpiadas (60, 64 y 68) de tres mundiales de fútbol 62, 66 y 70. El deceso de mi señora Doña Dacia Hoyos Contreras (1975) hundió mi hogar y sepultó mi espíritu andariego. Ojalá que la promesa del primogénito, médico (USA) se cumpla: Seúl.
Mi señora solía decirme: “Cuando uno es bueno, no hay mal que por bien no venga”. Probado el dicho una y otra vez. En esta oportunidad el gesto de los cuatro malcriados del Ministerio de Economía. Fue generoso motivo para afectos, abrazos, homenajes, cartas para este tu viejo maestro y también colega en la Escuela Naval con Mauro Mina, salúdalo.
Gracias, Alfredo por tu generosa carta, con un fuerte abrazo de este viejo que aún está en el valle. Sólo Dios sabe hasta cuándo.
Humberto Santillán Arista
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Inolvidables profesores del Colegio Militar Leoncio Prado.

 Recuerdo mucho, que en 1959, después de revisar mi cuaderno de composiciones me decía: Sigue escribiendo, sigue, porque tienes corazón de escritor. Como siempre me recuerda mi compañero de promoción Carlos Toro: Todavía estamos a tiempo para dejar buenos ejemplos a nuestras nuevas generaciones. He iniciado, entonces, mi compromiso de escuchar a mi querido amauta. El forjador de grandes hombres, el amante del fútbol aliancista, el inolvidable y siempre profesor que permanecerá en nuestros agradecidos corazones…
¡SALVE MAESTRO!… ¡HUMBERTO SANTILLÁN ARISTA!

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