domingo, 9 de junio de 2019

HERMOSA Y ETERNA AMISTAD

“Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos  a los otros. Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros (Juan 13,34)”.
                             HERMOSA Y ETERNA AMISTAD

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La Perla-Callao, entre la costanera y la paz, emerge un viejo cuartel, sí… aquel donde tú y nosotros vivimos la más hermosa etapa de nuestras vidas. Desde lo más profundo de nuestra selva, costa y sierra, así como de otras latitudes del mundo, seguimos el llamado de las primeras promociones y siguiendo inolvidables tradiciones: perros, chivos y vacas, cohabitamos tres años llenos de emociones, orgullo y sueños que muchos llegamos a alcanzar gracias a hombres de bien que nos dieron sus enseñanzas y experiencias que asimilaron antes que nosotros, vestidos de beige con borceguíes negros y capotines verdes.
Temor a lo desconocido, ansias de vestir de soldado, deseo ferviente de superar diversas vicisitudes castrenses nos hicieron madurar como hombres y aprendimos el significado más hermoso de la vida, como es la amistad de adolescentes que perdura hasta siempre, más allá de la vida misma. Llegamos a estudiar y experimentar una vida diferente a la de colegios no militarizados, nos entusiasmó el uniforme de caballero cadete, sin embargo no era eso lo más bello que vestiríamos, fue la vestimenta espiritual de camaradas de mil y una aventura que se dan día a día y que van haciendo que el temor a lo desconocido se esfume de nuestros miedos y vamos encontrando el sentimiento nunca antes vivido y que enaltecerá por siempre a todo leonciopradino que egresa de nuestra querida e inolvidable alma mater.

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Caritas de temor se van convirtiendo en rostros duros, recios y poco a poco le decimos adiós a nuestras inseguridades, enfrentando con valor las diversas situaciones que vamos viviendo en el día a día de nuestra vida militar. No existirá jamás nada más hermoso que aprender el amor a la patria, al suelo en que nacimos y por más que la vida nos lleve a lejanías en busca de un mejor destino, queda en cada corazón de los leonciopradinos ese gran sentimiento de dar la vida si fuera necesario, por la tierra en que nacimos, por amor a la libertad, la justicia y el bien común. ¡Salve instructores militares que nos legaron ese bello sentimiento a la tierra de nuestros héroes que sacrificaron sus existencias en busca de la independencia, como nuestro patrono…el Coronel Leoncio Prado Gutiérrez!
Para muchos era un imposible, sin embargo Dios en su infinito amor a todos sus hijos y debido también a nuestro verdadero anhelo, hizo que llegáramos a nuestra tierra prometida y conformáramos la promoción más unida de todos los tiempos del Colegio Militar Leoncio Prado. Responsabilidad, valor, disciplina, son unas de las tantas virtudes que fuimos aprendiendo y que hasta hoy lo implementamos en nuestras vidas.
Un primer año de aprendizaje, de encontrarse como hermanos, de asimilar con estoicismo, toda experiencia equivocada y acertada de viejas tradiciones que se crearon precisamente para endurecer nuestro carácter, las vamos asumiendo hasta alcanzar el verdadero mérito de conformar un nuevo batallón que enaltecerá a nuestra nueva promoción, al colegio y a nuestra patria. El segundo año es el año de la confirmación de nuestra vocación leonciopradina, ya nada nos hace desconocer el significado de la hermandad, la misma que perdurará para siempre; vivimos durante nuestros tres maravillosos años pendientes de cada uno de nosotros, la jerarquía militar se respeta pero empieza a nacer el orgullo de cada promoción, haciendo que las competencias diversas, ya sean deportivas o académicas, sean disputadas con ardor pero con lealtad, que es la virtud principal de todo caballero cadete del CMLP.

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Llamamos al tercer año – quinto año de secundaria - el año del relaje, pero no, no es así, es el año de la consagración de toda promoción que aprendieron a superar el ser novatos, año en que los valores que adquirimos los aplicamos a nuestros cadetes bajo nuestra subordinación, somos los protectores de las virtudes del caballero cadete, enseñando todo lo aprendido a los cadetes de tercero y recordándolo siempre a los cadetes de cuarto año. Asimismo, es el año de la determinación de nuestros futuros en que nuestros sueños y anhelos deben hacerse realidad y para ello, nuestra decisión es primordial. Gracias a todo lo aprendido de nuestros instructores militares, cadetes superiores y excelentes profesores académicos, hoy profesionales de primer nivel en nuestra nación y el extranjero van desarrollando científicamente en bien de la sociedad nuevas técnicas que salvan vidas, mejoran estructuras, así como artistas, literatos, políticos, empresarios, militares y grandes deportistas que siguen dando lauros a nuestro CMLP y el Perú.

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Ya nuestras caras sonrientes no son por la felicidad de habernos convertido en los novatos leonciopradinos del tercer año, no, hoy nuestras sonrisas son por la inmensa alegría que nos produce el volver a vernos, las mismas caritas de entonces, de aquellos hermosos años de niños, niños que se convirtieron en caballeros cadetes, de adolescentes que se convirtieron en hombres de gran valor, de jóvenes que se encontraron y mantienen una bella amistad que perdura para siempre. Hoy, nos alegramos en cada reencuentro, en cada desfile nuevamente en nuestra pista central, visitamos los mismos lugares que nos alojaron durante esos inolvidables mil días de compartir emociones, alegrías, orgullos y no podemos dejar de soltar lágrimas de nostalgia, recordando a nuestros más queridos hermanos de cuadra, cerramos nuestros ojos y volvemos a ver al cuartelero que no tenía salida semanal porque guardaba con celo las llaves de los candados de sus cuadras, bajo su responsabilidad, nos volvemos a ver desfilando al paso redoblado hacia las aulas, los templos del saber, cómo olvidarnos de nuestro servicio de los turnos de imaginaria, después del toque de Silencio, entre las 21:00 y 05:00 horas en que nos dedicamos a vigilar el descanso de nuestros hermanos de cuadra y también prestos a responder ante cualquier atentado militar que pudiese presentarse, con el capotín cubriéndonos del frío y con nuestro fusil Máuser colgado a la bandolera, también vemos imaginariamente con gran alegría a nuestros queridos profesores académicos de quienes recibimos las enseñanzas de la ciencia, artes, educación física y religión. Qué emoción al abrazarnos con gran cariño con nuestro hermano de camarote con quien platicábamos cada noche sobre nuestros grandes anhelos y sueños que muchos lograron alcanzar. Si bien es cierto que todo es alegría en los reencuentros leonciopradinos, es mucho más cierto que por dentro en nuestros retornos sentimos un fuerte dolor en el pecho por la tristeza de alejarnos de aquel viejo cuartel que sigue existiendo como un coloso bordeando el mar de Miguel Grau en la avenida costanera, cuantos recuerdos siguen presentes en nuestras mentes y corazones, cuanto sentimiento de tristeza por alejarnos nuevamente de aquellos grandes hermanos de promoción por quienes siempre oramos ya no para que triunfen en la vida sino para que Dios los conserve con buena salud.

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Los años han transcurrido inexorablemente, ya no somos los jóvenes de aquellos maravillosos tres años, sin embargo volamos presurosos de países lejanos con tal de estar presentes y participar en los Juegos Leonciopradinos que organiza la Asociación de Excadetes, son días deportivos en que volvemos a ser los mismos atletas de lozanos tiempos y con mucho esfuerzo físico obtenemos medallas de oro, plata y bronce para nuestras promociones, siempre están presentes aquellos grandes deportistas de nuestros bellos tiempos, así como los líderes que se encargan de atender todo lo concerniente a nuestras participaciones.

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Aprendimos a soportar el dolor físico pero no el dolor espiritual, cada partida de alguno de nuestros hermanos al jardín de la gloria, nos afecta mucho, no sólo estudiamos sino que además vivimos muy unidos al principio de un primer año lleno de incertidumbres, que fueron aplacadas entre nosotros mismos, sí sufrimos el alejamiento de nuestras familias, es en esos primeros momentos donde afianzamos nuestro carácter, donde comprendemos que los hombres valen por su amor al prójimo sin distinción alguna y confirmamos nuestra vocación de ser leonciopradinos, es el momento donde iniciamos la hermandad más bella de nuestra juventud y es cuando nos encontramos fraternalmente, no existe en nosotros diferencia alguna y nos entregamos el corazón fraterno que conservamos hasta siempre. Cada vuelo al cielo de uno de nosotros origina que nuestros corazones lloren y afloren los recuerdos maravillosos de una época inolvidable de diversas experiencias juveniles, de momentos que nos llenan de orgullo por todo lo aprendido entre esos viejos muros de un cuartel llamado Guardia Chalaca que fue elegido para crear al primer colegio militar del Perú. La aflicción es muy grande porque seguiremos siendo siempre en nuestros corazones, los componentes de una gran promoción en la más hermosa etapa de nuestras vidas. Agradecemos a Dios por haber permitido que nuestra amada promoción llegue a su Tierra Prometida, el… Colegio Militar Leoncio Prado…
 
         ¡SEGUIREMOS BRILLANDO, SIEMPRE, COMO AZUL HOGUERA!
 
Rodolfo Mendoza
   XVI CMLP
 

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