CARTA ABIERTA AL SEÑOR MANUEL MERINO
Por: Cesar Hildebrandt
Lima, 12 de noviembre de 2020
Señor Manuel Merino de Lama:
Es usted el presidente de la república que reconocen y aplauden los políticos de la decadencia, los congresistas que aspiran a prófugos, los exparlamentarios que entrevista el canal donde Milagros Leiva ejerce el viejo oficio de la anuencia. Pero la mayor parte de los peruanos no lo admite como máxima autoridad y no importa lo que le digan los aduladores que ahora lo rodean.
No se tome las cosas muy en serio, señor Merino. Usted ha nombrado primer ministro a un gato techero al que le quedan varias vidas, a pesar de las que perdió en el ridículo, en su paso por el PPC o el alanismo saqueador y en su afán insaciable de figuración para las cazuelas. Este gato, señor Merino, no solo odia a las llamas y a los huanacos sino que está acostumbrado a comer ratones de provincia, por lo que podemos decir que seguridad del estado debiera instaurar medidas especiales en aras de su integridad. Lo que quiero decirle es que Ántero Flores-Aráoz se encargará de figurar como el presidente de la república en acción y le dejará a usted, que apenas puede leer, el papel que tiene la reina Isabel en el Reino Unido.
Ha dado usted un golpe instigado por lo peor de la política peruana. Ha reunido usted a la mugre y al miasma, al prontuario y a la requisitoria, a la ignorancia y a la avidez, y con todo ello ha hecho usted una ceremonia de investidura presidencial. Cree usted que así pasará a la historia, que será inevitable que el futuro lo nombre y que la memoria colectiva le reserve un lugar de privilegio. Qué ingenuo es usted, señor Merino.
¿Sabe usted cuántos “presidentes de la república peruana” yacen en el merecido anonimato? No son pocos. ¿Alguien recuerda a Francisco Valdivieso y Prada, elegido por el congreso en junio de 1823? ¿Alguien tiene en la cabeza a Manuel Salazar, que nos gobernó como “encargado del ejecutivo” desde septiembre de 1828 hasta junio de 1829 y que llegó a ocupar el máximo cargo, con igual intrascendencia, en otras tres ocasiones? ¿Estudian en nuestra secundaria a Antonio Gutiérrez de la Fuente, que dio un golpe de estado y mandó en el Perú de junio a septiembre de 1829 y que después fue presidente furtivo en otras dos ocasiones? Claro que no.
Eso es lo que le espera, señor Merino. No será usted, con los años, ni siquiera un pie de página, una aclaración en bastardilla. ¿Cree que soy mezquino? A ver, ¿quién rinde hoy homenaje a los señores Juan Ángel Bujanda, Juan José Salas y Juan Bautista de Lavalle, fugaces mandatarios que reemplazaron al autonombrado presidente Felipe Santiago Salaverry? ¿Dónde están los monumentos y los libros dedicados a Manuel Menéndez Gorozabel, que gobernó el Perú entre noviembre de 1841 y agosto de 1842? ¿Y dónde está la bibliografía abundante en torno a personajes como José Miguel Medina, Juan Manuel del Mar o Manuel Costas Arce, todos primeros mandatarios condenados al olvido? Para no hablar de los levísimos Ricardo Elías Arias y Gustavo Jiménez, presidentes del Perú del 1 al 11 de marzo de 1931.
Eso le espera a usted, señor Merino: la fosa común de las torpes ambiciones, del oropel en traje de grandeza, de la chanfaina que quiere ser banquete. ¿Quería usted pasar a la historia? Pues hubiera podido intentarlo cumpliendo su tarea de presidente del congreso, que eso ya era bastante para sus aptitudes.
Pero el hambre de notoriedad pudo más. Fue usted convencido por una gavilla de que era el hombre que podía entrar por la ventana a las celebraciones del bicentenario y aceptó el encargo. Para eso hubo de aliarse con Acción Popular y con Alianza para el Progreso, con el antaurismo armagedónico y con la corte de inminentes requisitoriados que pueblan el congreso.
En cierto sentido, nos ha hecho un favor. Ya nadie podrá dudar de la podre que ha empezado a cundir en ese organismo que una vez fundó Fernando Belaúnde y que tuvo como doctrina al Perú, lo que jamás significó algo que no asustara. ¿El Perú como doctrina? ¿Cuál Perú? ¿El de la página once, el de Guvarte, el de aquel primer ministro que todo lo permitió con tal de que la farra espolvoreada continuara? Ya sabemos qué es Alianza para el Progreso: una firma fundada por un bufón que por lo general anuncia lo que habrá de incumplir y que ha hecho una megafortuna fabricando diplomas que no valen ni el cartón en que están impresos. Con esos se ha aliado usted, señor Merino, para fingir que es presidente y para presidir por un semestre el país que hoy lo repudia. Con esos se ha aliado y, además, con Podemos, salida del patíbulo y que congrega a la mejor carne de presidio del congreso. Y a toda esa federación de gentuza sume usted al fujimorismo siempre atento y al supurado aprismo que dejó el que huyó de la justicia pegándose un tiro salvador. Ponga usted todos esos ingredientes en una licuadora, licúe, vierta el contenido en un envase y entrégueselo a la baja policía. O brinde, si, como parece, quiere usted brindar.
Para deshacerse de un presidente salpicado por la corrupción, se ha aliado usted a los corruptos. Es usted ahora socio intrínseco de Pepe Luna y Édgar Alarcón, a quienes esperan un pecto numérico y una ventana de barras. Es usted socio univitelino de Ántero Flores-Aráoz, que es la nada que habla, el fantasma que pena desde aquella imaginaria republica aristocrática.
¿Qué principios invoca su gobierno usurpador, señor Merino? ¿El de la restauración de la dignidad? ¿Y qué hace usted entonces con Omar Chehade y Juan Sheput?
Vizcarra debía responder a la justicia cuando terminara su mandato. No tenía escapatoria. Pero a usted le pudo la codicia y nos ha puesto en esta situación, una en la que a la catástrofe de la pandemia se suma hoy la flamante ineptitud de su oscuro gabinete.
Buscando la historia y sus olimpos ha hallado usted la manga, señor Merino, el cómic, la caricatura. Que Vizcarra fuese un investigado altamente sospechoso de ser culpable no le daba a usted el derecho de emplear un artículo inaplicable de la constitución para crear esta zozobra. Estamos en pandemia, la crisis continúa, la OEA no nos reconoce y del extranjero llegan señales ominosas sobre lo que puede ocurrirle a nuestra economía en esta nueva fase de tumultos, represión e incertidumbre.
Tiene usted a un congreso que lo profirió, se ha abalanzado sobre el ejecutivo, tiene el propósito -ya lo insinuó el gato marrullero que tiene al costado- de nombrar a un Tribunal Constitucional ad hoc y cuenta con la fidelidad de las fuerzas armadas. ¿Hasta dónde quiere llegar? ¿También quiere la calle? ¿Por eso ha dado usted la orden de reprimir a cualquier costo las manifestaciones donde la gente repudia su interinato?
No representa usted a la nación, señor Merino. Representa a un congreso que se ha ilegitimado y ha tomado el palacio donde le cortaron el gaznate a Pancho Pizarro. Piénselo
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