LA DECIMA SECCION
Fue la de los más pequeños, los de menor edad, «la de los mamones» y allí nos ubicaron cuando se hizo la distribución de todos los que ingresamos al CMLP el 22 de mayo de 1944. Yo me había internado unos días antes, como comento anteriormente, aprovechando de la facilidad que dio la Dirección del Colegio a quienes habiendo aprobado los exámenes de admisión no teníamos aún alojamiento seguro en Lima. Aunque ya estaba instalado en la casita del barrio magisterial que le habían adjudicado a mi padre, aún mi familia no se había trasladado a Lima y durante unos días tuve que estar pensionado en casa de unos amigos de mi papá apellidados Amorín que vivían, en el primer pasaje del barrio magisterial.
El comando de cada sección estuvo a cargo de un cadete y en la décima el brigadier fue Luis Jaimes Castañeda, hijo de un militar residente en Lince y que tenía dos hermanas muy guapas al decir de Rodriguez Ponce y otros de su barrio. Lucho Jaimes era un muchacho tranquilo, medio pecoso, más bien bajo, de buenas maneras y muy pulcro en el vestir, ingresó con fama de buen alumno, pronto fue arrollado por el rendimiento de Pepe Yábar el pequeño cuzqueño que desde el principio ocupó los primeros lugares en el cuadro de méritos. Era muy difícil ganar a Pepe que tras sus gafas de lunas muy gruesas escondía una inteligencia lúcida. Los otros brigadieres designados fueron: Eloy Ureta, de la primera; Lucho Villar Igreda, de la segunda; Guillermo Gálvez Cáceres, de la tercera; Guillermo Noriega Ballester, de la cuarta; Hernán Pérez Revilla, de la quinta, Mario de la Rocha Benavides, de la sexta; Armando Reátegui Canga, de la séptima; Luis Ravines García, de la octava y Raúl Freund Díaz, de la novena. El brigadier general designado fue Lucho Villar y a él lo reemplazó en su sección Juan Carrión Ruiz. El sub-oficial a cargo de la décima fue Valentín Gomero.
En la décima estaba el flaco Guillermo Alvarez Hernández, espigado, de voz aflautada, vivía en Magdalena y se hizo célebre cuando en una reunión en el comedor, en una ceremonia informal de «bautizo» para los recién ingresados salió a cantar «Nube Gris» y se perdió en un solo de gallos. Alguien le puso el apodo de «Alavariii». No fue un alumno brillante, pero se esforzaba por aprender y rendir en los exámenes. El flaco Alvarez al terminar sus estudios se fue a trabajar en la Superintendencia Nacional de Banca y Seguros. Sé que hizo carrera y se jubiló como funcionario. Jesús Barandiaran, era un muchacho que vivía cerca al Estadio Nacional. Dicen que era sobrino del Teniente Barandiaran, a lo mejor, aunque él nunca sacó provecho de ese parentesco. Blanquito, de pelo semiensortijado se esforzaba por estudiar. No destacó en ningún deporte sí, porque era alegoso. Terminó el colegio y trabajó en la Cámara de Diputados, donde se jubiló. Ha sido poco asiduo a las reuniones del CMLP o de los ex-alumnos de la primera.
De los chalacos de la décima Rafael Carranza Bermúdez, formaba dupla con el flaco Meléndez Solari, era más bien bajo de estatura y excelente futbolista. Formó parte del equipo de "los pumas" y destacaba por sus habilidades en el deporte. Se ufanaba de ser de La Punta. Sé que trabajó en el Banco Popular cuando egresó del CMLP. Este es otro que no se ha dejado ver en los 50 años transcurridos desde el célebre 44, Hugo Brignetti me hizo algunas referencias muy someras sobre Carranza.
De Jorge Cerna, me he ocupado en el capítulo «Los que se fueron». El popular "nicho" era de una inteligencia superior y soportaba con buen talante las impertinencias de Portocarrero a"' que después exiliamos a la sexta para que jodiera a otros. Filósofo e historiador le gustaba leer y tenía muchas inquietudes culturales. Hablaba engolando la voz y alguna vez llegó a brigadier. Vivía en La Victoria y su familia era de muy modesta situación económica. Su padre se dedicaba a la confección de muebles metálicos para médicos en un pequeño taller ubicado en Zárate, militar por una temporada, estudió Agronomía en la Argentina y fue funcionario en el Ministerio de Agricultura cuando estuvo de Ministro Jorge Barandiarán Pagador.
Javier Costa Spirgattis, era un flaco, medio pecoso, atildado en su forma de comportarse y hablar, se esforzaba por destacar y no siempre lo lograba, total habían muchas fieras en la décima y si bien no destacábamos en aventuras sexuales como los de la primera, cumplíamos con ser de lo mejor que tenía el colegio en lo que a intelecto se refiere. Costa terminó en el colegio y se presentó a la Naval. Quería ser marino. No sé qué le pasó ni cómo terminaron sus aspiraciones navales. Años más tarde supe que se había hecho Ingeniero Agrónomo, como Cerna y- que ejercía su profesión con brillo. Lo encontré en una de las pocas reuniones de los ex-alumnos a las que asistió. Sé que ahora está trabajando para que las Bodas de Oro sean memorables ¡Qué bien!
De Jorge del Castillo Icaza, el popular «hijaaaa», ya me ocupé al darle mis recuerdos postreros. Jorge era un buen amigo, limeño, vivía en Lince, vecino de Rodríguez Ponce, Suazo, Jaimes Castañeda. Alegoso y bien enterado, muchos chismes los propa-gaba con discreción. No era bronquero y respetaba la inteligencia de los que más destacaban. Al salir del Colegio se enroló como bombero, llegó a Comandante y tenía un sobrino estudiante de farmacia que trabajó en mi consultorio poniendo inyecciones, se apellidaba Del Castillo Carbajo, creo que era hijo de uno de sus hermanos, vivía en La Victoria.
Otro integrante de la décima era Oscar Fajardo García, le decían «Tolete» por la forma cuadrada de su cabeza. «Tolete» era muy pulcro, y tenía o se esforzaba por tener el porte de un soldado nazi. Nadie dudaba que sería militar, de lejos se veía que tenía pasta de soldado. Vestía impecablemente el uniforme leonciopradino y usaba, cuello duro postizo en la camisa comprada en la casa Anchor del Jirón de la Unión. «Tolete» fue uno de los que ingresó a la Escuela Militar y llegó a la clase de Teniente. Se retiró del ejército no sé por qué razones. Luego se puso a trabajar en Sydney Ross y me proveía de anestesia dental y analgésicos. Con voz estentórea, donde aún quedaban sus costumbres de soldado hablaba y recordaba viejos tiempos. Tuve oportunidad de serle útil cuando nombré a su esposa como cuidadora de niños en uno de los tantos Jardines de Infancia que organicé. Mantuvimos desde entonces una fraterna amistad.
El loco Héctor Giannotti Ramírez, era un fanático del fisicoculturismo y hacía competencias de músculos y tórax con Portocarrero, antes que a éste lo trasladaran a la sexta sección. De pequeña estatura y con una descomunal caja toráxica. Salió del colegio y nunca más supe de él, no sé a qué se ha dedicado ni qué ha estudiado. Daniel Guerra Morote, era un huancaíno, atildado y engreído. No sé por qué razones su padre lo visitaba a media semana y lo proveía de una increíble cantidad de chocolates. Parece que el señor trabajaba en alguna fábrica de golosinas, a lo mejor en la que tenían los padres de Abadía Martins en los barrios altos, «El Tigre» creo que se llamaba la fábrica. Guerra, era un estudiante más bien mediocre, pero muy empeñoso en demostrar que se esforzaba. Siempre fue una víctima de las rapacerías de Causillas quien con su increíble colección de ganzúas fabricadas con los alambres de nuestras tarimas, le abría su ropero y vaciaba sus golosinas. Sé que cuando dejó el colegio se fue a Trujillo y puso una fábrica de ropa interior y lencerías. Nos vimos en algunas ocasiones, usaba bigotes y parece que no tenía familia. Una noche de bohemia lo encontré en la peña criolla «La Valentina». Habían tenido la ocurrencia de nombrarme para formar parte del jurado del concurso «Ven con tu canción». Lo invité a sentarnos en una mesa, bebimos muchas cervezas y me confesó que le gustaban las negras y que había ido en busca de una que nunca encontró. No sé por dónde anda ahora, a lo mejor sigue en Trujillo confeccionando ropa interior.
Luis Jaimes Castañeda, ya lo dije fue nuestro primer brigadier, tal vez porque su padre era militar, Coronel del Ejército. Vivía en Lince. Lucho fue brigadier el año 44 y durante su función fue medio verde, sin embargo el año siguiente José Yábar lo reemplazó. Al terminar el Colegio se fue a la Escuela Militar y después pasó a Agronomía donde se graduó de Ingeniero Agrónomo. Por el año 56 lo encontré en Camaná, desempeñando el cargo de veterinario. Cambió las plantas por los animales. El flaco Mendiola, estuvo en la décima solamente el año 44, blanco, pecoso, de hablar medio enredado ceceante, no fue un buen alumno y tuvo rendimiento deficiente. Como estaba anunciado desde el comienzo, a fin de año al hacer el cuadro de méritos salió desaprobado y le cancelaron la matrícula. Lo sacaron del colegio. Todos tuvimos pena porque el flaco era buena gente. Desde Piura con el típico hablar norteño llegó Estuardo Ovalle Morante, era paisano del pequeño Hugo Gutiérrez y siempre estaba listo para armar alegatos por su tierra y sacar la cara por los piuranos... gua... se esforzaba por ser buen alumno. Ovalle era medio achinado, más bien semigrueso y de esforzadas maneras en el trato diario. Terminado el Colegio se fue a trabajar en bienes inmobiliarios. Lo encontré cerca de mi consultorio del Jirón Camaná y me contó que le iba muy bien en los negocios y que no pensaba regresar a su tierra: Piura.
Limeño, de hablar y maneras un poco feminoides, Carlos Quiroz y Rivas, era un alumno gordo, de andar bamboleante y del que nunca supimos por qué razones estaba en el Colegio. Nos daba la impresión que lo habían llevado a la fuerza y que había sido criado entre tías solteronas y medio beatas. Salió del colegio e ingresó a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, a la facultad de letras para después estudiar Derecho. Es uno de los pocos abogados de la promoción y también de los que no se han aparecido más en nuestras clásicas reuniones de ex-alumnos.
Jorge Ruiz Calderón, vivía en Breña, era uno de los más pequeños del salón, paro también de los más fregados, cuando se prendía de alguien, ni el DDT era capaz de desprenderlo; estudiante de mediano rendimiento al terminar el colegio se fue a la Escuela Militar de Chorrillos, donde hizo una buena carrera profesional. Nos encontramos en unas fiestas tradicionales en Jauja, estaba prestando servicios en el B.I. Nro. 49 de Huancayo y yo andaba en gira política. Jorge ascendió hasta la clase de General de Brigada y según sé, fue eficaz y leal colaborador de Germán Ruiz Figueroa cuando éste desempeñó la Comandancia General del Ejército.
Un cajamarquino discreto, espigado, medio pecoso de tez blanca era Carlos Sánchez Mathews, cuya madre era profesora; él al igual que yo vivía en el barrio de los maestros, en La Victoria. De ojos claros, Carlos era serio y empeñoso en el estudio, le gustaban las matemáticas y cuando terminamos estudiar Ingeniería en la Escuela de Ingenieros. Hemos coincidido en más de una oportunidad en las fiestas de los ex-alumnos. Está tan flaco como cuando era cadete, sí un poco más avejentado y arrugado, sigue siendo el mismo amigo cariñoso, fraterno y buena gente como cuando estudiamos en la décima.
El charapa César Serván Rey de Castro, resultó hijo del que después fue Sub-Director del CMLP Rigoberto Serván, era otro oriundo del oriente peruano que hablaba con su típica entonación selvática; con Pipo Pinasco y Armando Reátegui Canga formaban el grupo «charapa» de la promoción, alegoso y fintero, no fue un gran alumno pero hacía las delicias de la sección con su cháchara interminable y sus imaginarias aventuras. Egresado del CMLP no quiso ser militar como su padre y se marchó a la Argentina a estudiar Ingeniería. Supimos de él muchos años después que regresó al Perú a contarnos cómo en Buenos Aires se había dedicado a negocios inmobiliarios y que le había ido muy bien. Se afincó en el Perú y continuó dedicándose a la rama de la construcción y venta de inmuebles.
El pequeño gran cuzqueño que terminó como brigadier del colegio gracias a su empeño y su innegable inteligencia, José Yábar Torres, había estudiado en el colegio de Ciencias del Cuzco y crecido bajo la sombra de su tío, un reputado científico cuzqueño que, gracias a sus conocimientos botánicos y genéticos, construyó lo que se conoció con el nombre del «Manicomio Azul» fundo ubicado en el valle del Urubamba donde se había producido una revolución genética, tanto que las naranjas tenían sabor a chirimoya. Pepe destacó desde que ingresó a la décima. Lo que le faltaba en estatura le sobraba en conocimientos. Lo que para todos era «griego» para Pepe era pan de sus alforjas. Era un estudiante brillante, una mente lúcida. A diferencia de Elmer Vidal, su rival en conocimientos, él no era un chancón a la manera tradicional, leía, estudiaba y asimilaba; no era un memorista, todo lo contrario, era un analista brillante. Vidal era fruto de la perseverancia y el empeño, de muchas horas de desvelo y sacrificio; trataba de emular a Pepe, nunca lo logró.
De Chiclayo, posiblemente del Colegio Nacional San José, llegó Germán Arenas Reaño, buen alumno, responsable, se esforzaba por ser de los primeros. En una ocasión llegó a obtener el cordón de cadete distinguido. Al término de nuestros estudios ingresó a San Marcos a estudiar contabilidad, es uno de los contadores públicos de la promoción. En la época de Velasco, fue gerente general de Telecentro. Hace poco nos informaron que estaba enfermo. Con Germán nos frecuentamos en la década del 60, llegué a atender a su mamá que vivía en San Miguel y a uno de sus cuñados.
Dos hermanos que vivían en La Punta y cuyo padre se dedicaba a negocios de grifos y gasolineras eran Atilio y Hugo Brignetti Lozada, Atilio que era el mayor afincó en la cuarta sección y al gordito Hugo lo pusieron en la décima. Él fue uno de los que animó a Rodríguez Torres para que nos tomaran una foto calatos y el que aconsejó al flaco Alvarez para que se pusiera un trapo negro en las partes pudendas para aparentar que ya tenía vello púbico. Hasta ahora no me he explicado por qué el gordo quería guardar un recuerdo de la décima en cueros. Siempre demostró una inteligencia práctica muy aguda y para evitarse mayores dificultades se hizo amigo de Portocarrero a quien ayudaba en sus estudios. En la campaña electoral del 45 fue bustamantista y era de los que leía en voz alta los intervenciones de Sánchez y Seoane en las Cámaras Legislativas. Era alegoso y a veces trataba de ser persuasivo aun usando sofismas. Él fue quien aconsejó a Portocarrero para que fuera dentista, por razones pragmáticas que nada tenían que ver con la vocación de éste. Le dijo que postularían juntos y eso parece que le dio confianza a Portocarrero. Tan pronto dejamos el Colegio, el gordo se olvidó de la odontología y de lo fácil que era sacar muelas y se dedicó primero a trabajar en Berckemeyer y después por cuenta propia. Ahora es próspero burgués, tiene una agencia de aduanas propia y ha hecho suficiente dinero como para vivir sin preocupaciones. Nos vimos antes de empezar yo a escribir este libro. Me invitó a almorzar al Club Regatas, maneja un automóvil Hyundai del año y sigue charlador y gracioso en sus apreciaciones políticas que ahora se han moderado y que están próximas a la extrema derecha. Me habló del trío de ganzuistas de la sección: Causillas, Portocarrero y Vigil. No se decidió para señalar cuál era el mejor, sí para decirme que Causillas era un mierda. No sé qué le hizo Perico a Hugo.
De Jorge Cerna García, Jorge del Castillo Icaza, Alfonso Castillo Jordán, Benjamín Enríquez Causillas, Hugo Gutiérrez Peña y Edmundo Rodríguez Torres, me he ocupado en el capítulo «LOS QUE NO CONTESTARAN PRESENTE», ellos se nos adelantaron en la partida y no podrán pasar lista de asistencia, ni contestar el: ¡Batallón Buenos días! ¡Buenos días! ¡Subordina-ción y constancia! ¡ Viva el Perú!
El flaco Raúl Freund Díaz, era tan flaco que parecía la radiografía de un zancudo, él no fue de la décima el 44, vino procedente de la novena. Alegoso y metecandela, disfrutaba cuando otros se peleaban. Él fue uno los que más festejó cuando el rata Portocarrero me puso el apodo de "Charles Quispe", por mi ascendencia serrana y lo resumió en un «chacapó» que merestregaba en los oídos despertando mi furia. Después este apelativo devino en "Shakespeare" y tal vez fue admonitorio porque de todos los de la décima el único que ha escrito libros y se ha atrevido a publicarlos he sido yo, mientras los que usaron el término peyorativamente, espero que ahora lean estas páginas escritas en su honor. Freund salió del colegio y no sé por dónde anduvo; un día me enteré por los diarios que estaba como gerente general de los Super Epsa, después lo he visto en algunas reuniones, creo que ahora trabaja en asuntos de comunicación social. Sé que tuvo o tiene un hijo que es dirigente juvenil de AP. ¡Qué bien por el hijo! ¡ mejor por el padre!
Negrito alegoso y busca pleitos, iqueño, Raúl Granados Aybar, fue mi contrincante en una pelea alentada por el teniente Barandiarán y en otra oportunidad casi a la salida y estando los dos uniformados nos fuimos de manos, me enfurecí y le di un puñete muy fuerte que él esquivó con astucia e hizo que mi mano diera contra la pared. Al llegar a mi casa tenía la mano hinchada, el lunes en la enfermería me diagnosticaron «fractura en el quinto metacarpiano», tuve que estar enyesado 15 días. Raúl fue uno de los que estudió odontología por razones pragmáticas. Su madre era profesora y vivían en la Unidad Vecinal Nro. 3, fue un alumno universitario que se dedicó a la bohemia, sólo en sus ratos libres estudiaba, más le gustaban las jaranas y las hembras. Ya graduado de dentista, vaya que demoró no sé cuántos años, quiso ser PIP, hablé con Campos Montoya que era el «capo» de la soplonería nacional. No lo admitieron no sé por qué tal vez porque yo no tenía influencia o porque él no era empeñoso, constante. Tocaba muy bien el piano y armaba jaranas de antología, nos veíamos con relativa frecuencia. Él trabajó esporádicamente con un dentista que tenía consulta en La Parada. Hace algunos años lo perdí de vista, a lo mejor está ejerciendo en Ica.
No voy a cometer el desatino de decir que la décima era la mejor, aunque si lo hiciera estaría muy cerca de la verdad; por lo pronto, todos nos esforzábamos para estudiar y sacar las mejores notas y también por hacer que los más flojos estudiaran. Al final del 44 no pudimos evitar sin embargo que sacaran del colegio por bajo rendimiento a Mendiola y a Navach Nápoli. En la décima, uno de los privilegiados que recibía «sobrealimentación» era Carlos Rodríguez Ponce a quien bautizaron como "Pluto" por lo flaco y por las grandes orejas. Él vivía en Lince y su vecino era un tal Alcalde que trabajaba como proveedor o administrador del comedor y el que ordenaba que al flaco le dieran el mejor hueso. Sentarse en la misma mesa con el flaco Rodríguez era asegurarse una buena dosis de sobrealimentación. El flaco era medio tartamudo, de hablar atropellado, formaba collera con Jaimes y con el kiokenmodingo Suazo Luna que eran vecinos suyos, vivían cerca al Castillo Rospigliosi y se ayudaban mutuamente. Cuando salió del colegio, ingresó a la Escuela de Ingenieros para ser Ingeniero Mecánico, después trabajó en el SIMA y el 63 fue Alcalde de Lince por AP. Después se hizo seoanista. se alejó de AP y terminó con Mohme en su minipartido, lo que le permitió ser elegido concejal por Lima en la lista de Izquierda Unida. Ha sido concejal muchos años, tal vez 9 ó 12 años, la última vez acompañó a Belmont y por Obras fue reelegido Concejal por Lima. También fue dirigente de la Asociación de Ex-alumnos. Otro Ingeniero de la décima es Juan Coriat Silva, el popular "Co.co...co coriat", por lo de tartamudo. Sus padres tenían una imprenta en el jirón Azángaro y él era muy amigo de Zubiaga Llanos, otro de los de la décima. "Co..co.. coriat" se esforzaba por sacar buenas notas y dominar las matemáticas que nos enseñaba un pequeño profesor apellidado Vega Villanueva, que tenía de conocimientos lo que le faltaba en tamaño. Juan es un buen Ingeniero y es de los que muy pocas veces ha ido a las reuniones de camaradería.
Luis Cueto Aragón, arequipeño, serio, afectuoso, no se metía con nadie y era uno de los puntales de la sección en cuanto a rendimiento, él es uno de los que se inclinó por la Agronomía y se fue a estudiar a la Escuela de Agricultura de La Molina. Vivía por el jirón Garzón de Jesús María y ha desempeñado importantes cargos en el Ministerio de Agricultura, donde ha llegado a ser Director General y Jefe del Instituto de Reforestación. Es reputado como uno de los más serios profesionales especialistas en Ecología y reforestación. Ahora es nuestro tesorero de la promoción. Lleva las magras cuentas con escrupulosidad ejemplar.
Un huancaíno hablador y alegoso: Héctor Jaime Jaime, desde los primeros días y anticipándose a la furia por los apodos que consumía el cerebro de Portocarrero, él dijo en voz alta y lo repetía en cuantas ocasión se le presentaba que él era: INDIO. El Indio Jaime de ancestros huancas. Cholo no, cholo ni de vainas, aunque por sus rasgos físicos era cholo-blanco. También se hacía llamar Chicho, que alguna vez devino en Checheto. Era un buen futbolista y aunque en los estudios a veces cojeaba, era empeñoso y perseverante. Paisano de Guerra Morote, sin embargo no formaba collera con él, al contrario buscaba a su primo Zuchetti Jaime, de Tarma. Chicho al salir del Colegio se fue a estudiar Agronomía, él es Ingeniero Agrónomo y trabaja en la Bayer, en la sección de productos agrícolas, donde según sé es un experto y ha cambiado su vista del cerrito de La Libertad en su Huancayo natal, por cómoda residencia en Monterrico.
Leoncito, así llamábamos a César León Neira. No tenía nada de felino, todo lo contrario, era inofensivo y con una existencia grisácea en la que nadie reparaba, dicen que fue a la Escuela Militar, no lo sé. Es uno de los pocos a quienes nunca más vi. Huarcaya sostiene que en el ejército llegó a Teniente Coronel. ¡Qué bien, Leoncito!
Don Armando Mazzotti Pretell, era del grupo de los de Lince, serio, amigo de las formalidades, no destacó en la práctica de ningún deporte como Brignetti que era nadador o Ciro Saravia que era un buen futbolista. Se esforzó por ser un disciplinado y ordenado cadete que defendía sus salidas sabatinas tratando de evitar conflictos o situaciones de indisciplina. Cuando terminamos el 46 ingresó a la Escuela Naval del Perú donde se graduó e hizo carrera llegando al grado de Contralmirante A.P. Lo encontré desempeñando la Secretaría General del Ministerio de Marina y me proporcionó un retrato de Miguel Grau para ilustrar un libro que editamos con mis hermanos. Ahora se encuentra en el retiro y asiste con más o menos regularidad a las reuniones de los ex-alumnos del CMLP.
José Navach Nápoli, estuvo con nosotros sólo el año 44, medio jibado y poco amante de la disciplina, era más bien relajado, tanto que el fin de año lo encontró con tres o cuatro cursos desaprobados lo cual sirvió para que lo retiraran del Colegio. Se marchó sin una queja y supe que estudió Agronomía, que un accidente de tránsito lo dejó manco y que falleció a temprana edad.
Oscar Paredes Rodríguez, era un huancaíno silencioso y misterioso más bien mediocre en su rendimiento y que siempre se escondía en un ensimismamiento proverbial. Sé que ingresó a San Marcos y estudió Odontología. Como dentista sólo se dedicó a ejercer su profesión, nunca lo vi en algún congreso, seminario u otra actividad a las que tan aficionados somos los dentistas que nos pasamos la vida organizando cursos de reciclaje profesional.
Edmundo Rodríguez el popular shushuzu era cusqueño, paisano de Huarcaya y de Yábar, coloradito, con las típicas mejillas sonrosadas de los cuzqueños. Era aficionado a la fotografía y a él le debemos muchas fotos de nuestros primeros años en el Colegio. Provisto de una vieja máquina Kodak tomaba fotos a todos los que se lo solicitaban. Era tan emocionante verse uniformado con los trajes beige de faena con saco de cuero y borceguíes que casi nadie evitó ser inmortalizado por la máquina del tenaz cusqueño. No tenía ni la inteligencia, ni la genialidad de Yábar, pero se defendía e ingresó a la Escuela Militar en el primer tercio. Sé que se graduó de subteniente y falleció en el sur, muy joven, corría el año 1952.
Por lo flaco y esmirriado lo llamábamos clavito, Wilfredo Salhuana Mac Kee, era un alumno estudioso de voz aflautada que se esmeraba por estar correctamente uniformado; no bien terminamos el 46 se fue a la Escuela de Agricultura de La Molina a estudiar Agronomía. Sé que fue un buen alumno y terminó como docente de la Universidad donde ha llegado a Profesor Principal. Es uno de los que al decimos ¡Adiós! a fines del 46 no se ha vuelto a acordar de su colegio ni de sus compañeros de estudios.
Ciro Saravia Hudson, fue asimilado a la novena, durante el primer año estuvo en la sexta, pero al finalizar el 44 hubo redistribución de cadetes y desapareció la décima. Peleador, buen deportista, Ciro fue un buen refuerzo para nuestras actividades deportivas, él era un buen futbolista y titular de nuestro equipo, donde a veces yo y el gordo Brignetti jugábamos como defensas. Ciro se fue a estudiar a la Escuela Naval y llegó a Contralmirante, alguna vez lo vi comandando la flota naval del Amazonas, en Iquitos. También está en el retiro.
Elmer Vidal Dávila, si Yábar era la inteligencia, Vidal era la constancia, el huanuqueño era nuestro brigadier cuando Pepe era brigadier general, entre ambos siempre existió una soterrada competencia en la que casi siempre ganó Pepe, aunque al final en la lucha por la vida, Vidal le llevó muchos tramos por delante. Ingeniero de Minas ha destacado en su especialidad y dicen que es uno de los socios de los Benavides en las Minas Buenaventura. Fue Gerente General de Minero Perú.
Carlos Portocarrero Rubio, era un mozo blanco medio achinado, un poco pecoso, cholo-blanco diría yo. Se preciaba de tener músculos muy desarrollados, tanto que se entretenía haciendo competencia con el «loco» Giannotti para saber quién tenía los bíceps más desarrollados o la caja toráxica más grande, esa era su obsesión, tal vez para ocultar o disimular el pequeño desarrollo de su cerebro. Desde el primer día se esforzó por ponerle apodos a todos, entre otros a mí, al que creía serrano y por lo tanto punto seguro para sus chanzas peyorativas. Cuando terminó su labor de enchapador se dedicó a fabricar ganzúas y entabló una incesante batalla por ser el mejor de la plaza con Vigil y Enríquez Causillas. En una oportunidad me vendió una cristina de su almacén privado porque yo había olvidado la mía en mi casa y eso de andar sin cristina era «falta grave». El gordo Brignetti cuenta que se convirtió en su «protector intelectual» y que en una oportunidad lo sustituyó para el examen de matemáticas en el que Portocarrero estaba tan mal que olía a cadáver. Sacó tan buena nota que creyó que podía ser Ingeniero. Fue dentista y trabajo en Caracas, en Chanchamayo y en Lima. Creo que olvidó su oficio de enchapador, yo no, sobre todo cuando me lo recuerda a gritos el flaco Freund o el poeta Melgar. Carlos se ha convertido en una buena persona, ya no es tan jodedor como antes, seguro que la vida le ha enseñado que más moscas se cazan con miel que con hiel.
Otro loco de la décima, y vaya que hubo varios, fue don Claudio Mendezú y Arcia, iqueño, de hablar atropellado y fantasioso, también le gustaban los cuellos duros de Anchor y a su gorra le daba formas especiales. Dicen que paseaba por su barrio uniformado día y noche para tratar de conquistar a sus vecinas. En una oportunidad lo confundieron con un chocolatero. Estudió en San Marcos en la Facultad de Ciencias Económicas la carrera de Contador Público y terminó trabajando en el Banco de la Nación, cuando muchos años después nos encontramos me ayudó a poner en orden la contabilidad de mi consultorio y yo en agradecimiento le arreglé la boca con esmero. Un buen día desapareció, no lo he vuelto a ver más.
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