La Palabra “bruja”, como expresión femenina, es muy recurrente en la imaginación popular, perdura y se afirma gracias a los cuentos y creencias, teniendo como imagen más representativa a una mujer montada en una escoba surcando el cielo en un vuelo mágico.
Históricamente, esta imagen apareció por primera vez en el siglo XV, impresa en la ilustración reproducida en un manuscrito del poeta suizo de la edad media, Martin Le Franc, “Le Champion des dames” (1440). Pero las connotaciones esotéricas de las escobas son mucho más antiguas. Desde la Antigüedad, las escobas han representado el poder mágico de la mujer, que le da poder para volar o de manera similar a la varita mágica del mago, poder para transformar o desaparecer. Desde entonces, las escobas se vinculan con poderes simbólicos muy fuertes. La costumbre de una pareja que se casa literalmente saltando sobre una escoba se extendió entre los afroamericanos y los canadienses, popularizada en la década de 1970 por la novela y la miniserie televisiva Raíces de Alex Haley, que se originó a mediados del siglo XIX como una práctica en la esclavitud anterior a la de guerra de la secesión. Las primeras referencias a los "matrimonios con palos de escoba" surgieron en Inglaterra a finales del siglo XVIII, siempre para describir una ceremonia nupcial de dudosa validez.
El primer uso de la frase se encuentra en la edición en inglés de 1764 de una obra francesa, que describe la escena de una pareja fugitiva que se apresura a hacer un mariage sur la croix de l'épée (literalmente, 'matrimonio en la cruz de la espada'), una expresión que el traductor inglés tradujo libremente como “realizó la ceremonia de matrimonio saltando sobre un palo de escoba”. La historia ha dejado decenas de pinturas e ilustraciones que ayudan a entender cómo durante los siglos XVI y XVII, con el inicio de la Edad Moderna, gran parte de la sociedad arrastraba creencias medievales, que achacó las pestes, las hambrunas, los grandes éxodos y las guerras. Aparecen así determinados objetos que inconscientemente se relacionan con las artes adivinatorias, los vuelos nocturnos, los conjuros, los conventículos y los maleficios.
De ahí se asocia la escoba con la figura de una mujer fea y huraña, es decir, con la imagen de la bruja heredada de la Antigüedad, que juega un papel fundamental en los rituales o hechizos según las creencias. No obstante, basta con volver la vista atrás, la definición de bruja venía acompañada de connotaciones radicalmente distintas: las brujas no eran más que hechiceras, jóvenes que usaban su magia para hacer el bien.
Las “Sibilas” son un claro ejemplo de ello, mujeres con poderes adivinatorios, capaces de predecir el futuro. En la cultura greco-romana, las “Sibilas” representaban a las mujeres sacerdotisas vírgenes con poderes sobrenaturales que poseían dones proféticos, fijan su origen en la antigua palabra griega sibylla, que significa profetisa. Otros en cambio, dicen que el término es más antiguo, porque deriva del babilónico-arameo “sabbail”, que significa antigua persona de Dios. En el mundo clásico de la tradición cristiana hubo diez sibilas que después se añadieron dos, de las cuales Miguel Ángel eligió cinco, que pintó en la Capilla Sixtina: las sibilas de Delfos, Eritrea, Cumas, Persia y Libia.
La sibila de Delfos o Délfica, (1506), sacerdotisa profética, es de las más hermosas pintadas por Miguel Ángel (1475-1564), sentada en una silla de piedra, con un pie hacia adelante, el brazo izquierdo hacia arriba, sosteniendo un pergamino. Sus brazos se desplazan, ella en movimiento, como que acaba de girar la cabeza y su hermoso rostro parece bastante preocupado, denotando haber percibido algún evento futuro.
La sibila del Museo de Huesca (1600) es una representación femenina de medio cuerpo sobre fondo oscuro y neutro. Su indumentaria es rica, de tipo oriental y la mujer muestra un gesto reflexivo y de ensimismamiento. Se trata de una sibila, mujer pagana de la Antigüedad a la que se le atribuían poderes proféticos. El libro que sujeta es el de las profecías. El lienzo es una copia de Domenico Zampieri, llamado il Domenichino (1581-1641).
En estos tiempos, las abuelas sabias enseñan que barrer es una práctica ancestral de empoderamiento. Cuando una mujer barre, limpia y ordena los objetos y el espacio al mismo tiempo, endereza su corazón. Enderezar el corazón significa ponerlo en sintonía, en armonía con la vibración del amor. Es decir, la acción de desplazar de un lugar a otro, para “movilizar energías” se relaciona con la necesidad de acceder o permitir el ingreso de las influencias deseadas hacia el hogar y sacar o arrojar afuera las influencias no deseadas.
Santiago de Surco, 31 de octubre 2022.
Juan Héctor BENDEZU IRIARTE
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