domingo, 16 de febrero de 2025

LA PRIVATIZACION DE LOS PRIVADO

 

 

LA PRIVATIZACION DE LO PRIVADO



v PRESENTACION

v PROLOGO

  CAPITULO I: LA DEMOCRATIZACION DE LA CPTSA

A.     EL PRINCIPIO

B.     EL PROCESO

C.     LAS MOTIVACIONES

D.    LA SOLUCION Y SUS MECANISMOS

E.     LOS SUSTENTOS TECNICO-LEGALES

F.     LA SOLUCION

G.    LAS PERSPECTIVAS FALLIDAS

CAPITULO II: LA HISTORIA NEGRA DE UNA PRIVATIZACION

A.  LOS CONQUISTADORES QUE NO MONTABAN CABALLOS

B.     EL GRAN GOLPE

C.     UN GERENTE FINANCIERO “CESA”

LOS CONTRATOS SECRETOS

D.    EL LEGADO DE VELASCO Y LA ITT

CPTSA: ¿EMPRESA ESTATAL O PRIVADA?

E.     LA PRIVATIZACION DE UNA EMPRESA PRIVADA

“ ¡CPTSA SE VENDE, SI o SI! “

F.     ESPAÑA, APARTA DE MI ESTE CALIZ.

 

 

 

 

Marco H. Paredes Gálvez

 


 

 

PRESENTACION

A mediados de 1970, después de haber egresado de la Facultad de Ingeniería Mecánica y Eléctrica y culminado de tramitar todos mis papeles en la Universidad Nacional de Ingeniería, me encontraba listo para optar los grados académicos inmediatos que me correspondían: el de Bachiller en Ingeniería Mecánica y Eléctrica y el de Ingeniero Mecánico Electricista.

Fue en octubre de ese mismo año, cuando me sorprendí mirando una vitrina de la facultad, en donde la recientemente expropiada -o nacionalizada- Compañía Peruana de Teléfonos S.A., CPTSA, ofrecía trabajo a ingenieros Mecánicos Electricistas recién egresados. Para ese entonces yo venía de una muy corta pero amarga experiencia laboral en la Marina de Guerra del Perú, como oficial asimilado, a la par que había intensificado mis actividades como profesor preuniversitario en el campo de las matemáticas. No lo pensé entonces demasiado y a los pocos días estaba dando mis exámenes y entrevista de ingreso en la muy conocida CPTSA.

Después de someterme a los fastidiosos rigores de una selección, un día 3 de noviembre de 1970 ingrese al vetusto pero señorial local central de la CPTSA ubicado muy cerca de la también histórica Plaza San Martin. Empecé a trabajar -recuerdo- como ingeniero de tráfico. Mas concretamente, mis primeros pasos fueron en la Gerencia Técnica, Sección Ingeniería de Trafico, Unidad Pentaconta. Ese era el reino de los ingenieros más duchos y expertos, y ahí estaban Oswaldo León, Walter Carranza y Nereo Sánchez, con Rubén Urrunaga a la cabeza y, más arriba aun, el omnipotente Don Juan Chamochumbi Gutty y el venerado e intocable Ing. Don William Trimbath. Todos ellos, de alguna forma valiosos, aunque modestos, hitos en la historia de las telecomunicaciones en el Perú.

Atribulado por la maraña de planos de equipos y maquinarias, que me obligaban a estudiar y articular conocimientos, no podía imaginarme que mi estancia por esos lares duraría 24 años y que en ese ínterin me daría tiempo para pasar por todos los cargos de supervisión y, a la postre, convertirme en Director y Gerente General de esta empresa. Claro, no todo fue color de rosa: sufrí los embates represivos tanto en el segundo régimen de Belaunde como en el primer gobierno de Garcia. En ambos casos fui expulsado de la empresa, aunque no por el tiempo que muchos hubiesen deseado; regresé siempre con los bríos polémicos renovados. Esa fue mi lección de vida. Un 30 de setiembre de 1994 me “renunciaron” con mi aceptación y me fui a trabajar a Naciones Unidas cargado de una gama de vivencias y experiencias que -ciertamente, pensé- daban para escribir algo.

 Y aquí estoy, tratando de llevar al papel lo más importante de muchos años de mi vida profesional, transcurridos en un lugar que no solo me facilitó mi existencia a través de un honesto trabajo, sino que también me dio vida y me enseñó que cuando hay compromiso, se es también participe de la historia.

 

La historia de las telecomunicaciones en el Perú es antigua y data desde marzo de 1857 con la instalación del primer cableado telegráfico entre Lima-Callao y Lima-Cerro de Pasco. La historia a narrar, abarca solo el periodo 1967-2000, con especial énfasis en el lapso 1970-1994.

 Solo con el ánimo de ordenar la secuencia e importancia de los hechos, en esta presentación estamos optando por hablar de tramos, etapas o periodos.


 El primer tramo, 1967-1970, fue un periodo de reivindicaciones. Lo destacable en esta etapa fue la apropiación de la CPTSA que realiza Velasco Alvarado en 1968, así como los esfuerzos que hasta 1970 se realizaron para establecer y consolidar las empresas nacionales de telecomunicaciones, factor que en esas épocas era considerado de verdadero valor estratégico para la seguridad nacional. En esos años la telefonía estaba diseminada en una serie de pequeñas empresas locales a lo largo del país. Su conjunción y fuerza se lograría a través de la labor tenaz de un Director General de Telecomunicaciones de ese entonces: el Gral. German Parra Herrera. Parra, con su polémico, pero honesto estilo, llevó a consolidar a ENTEL-PERU (la Empresa Nacional de Telecomunicaciones) como la empresa nacional explotadora de los servicios de telecomunicaciones en todo el Perú, excepto Lima; y a la CPTSA (la Compañía Peruana de Teléfonos S. A.) la más grande, aunque servía tan solo a la provincia de Lima.

 En el segundo tramo es un periodo de asentamiento. Hablamos del periodo 1970-1990. En este se analiza el desarrollo de la CPTSA respecto a su constitución y gestión. Comprende el estancamiento experimentado después de Velasco, el desentendimiento en el periodo de Belaunde y los cautelosos -pero decisivos pasos - dados por Garcia para concretar lo que él llamó la “democratización” de la CPTSA, que en la práctica no era más que la concreción de la idea de Velasco.

 

Finalmente, desde marzo de 1990 hasta febrero de 1994, se entró en el tramo más grave y polémico de la CPTSA. Fue un periodo oscuro y vergonzoso. Comienza en enero de 1990 con la disposición gubernamental para la instalación de la primera Junta General de Accionistas de los verdaderos propietarios de la CPTSA, los abonados accionistas; y termina en febrero de 1994, con la oprobiosa venta de la CPTSA a una empresa transnacional española.

 

De lo que vino después de 1994, no siendo ya más un testigo presencial, se habla muy poco. Sin embargo, a partir de 1999, cuando regresé al país y cuando ya la trasnacional española, en complicidad con el tirano de turno, habían esquilmado los bolsillos nacionales, se reanudó un tanto la historia. Fue un periodo de abusos y saqueos. Por esos años tuve a mi cargo una empresa de telecomunicaciones que daba servicios a la transnacional Telefónica y viví de cerca una serie de estropicios de toda índole, perpetrados por estos. Satisfechos y con una vana seguridad que pronto los desestabilizaría, aunque no del todo, es que Telefónica -al estilo de las empresas bananeras centroamericanas- se sintió dueña del Perú y dieron origen a una serie de atropellos y hechos que oscilaban entre lo ilegal y delincuencial y que duran aun hasta nuestros días.

 

Inicié esto con la idea de ceñirme, lo más posible, a hechos objetivos basados en el desarrollo tecnológico de las empresas de telecomunicaciones en el Perú durante los diferentes periodos mencionados. Ansiaba relatar, por ejemplo, el impacto en el Perú y en la CPTSA, de la evolución del mundo analógico al digital de los años 80; o el advenimiento de la tecnología móvil celular y su trascendencia en el Perú de los 90. Sin embargo, confieso, la crudeza de los hechos vividos, moralmente me obligaron a verter -bajo mi particular óptica- un riguroso testimonio presencial, que en esencia devino en un relato más histórico que técnico. El resultado fue esto y pido disculpas si no satisfago expectativas talvez prometidas.

No ha sido mi animo acusar a nadie, menos me siento juez para enjuiciarlos por lo que hicieron o no hicieron. Me circunscribo solo a narrar, con la máxima objetividad posible, los hechos que me tocaron observar, vinculándolos con los protagonistas cercanos, ya sean personas o entidades. Lo nefasto -o exculpatorio- de estas vinculaciones estarán en la conciencia de los mismos y - en todo caso- los hombres o la historia los juzgarán en su momento.

 

 

Marco H. Paredes Gálvez

 

 

  

PROLOGO

 



CAPITULO I: LA DEMOCRATIZACION DE LA CPTSA

 

A.    EL PRINCIPIO

 

Don Carlos Carrillo Smith cifraba ya unos venerables setenta y tantos años cuando lo conocí allá por 1989. Los años no parecían pasarle factura y se movía tanto física como mentalmente con una agilidad inusual para su edad. Se consideraba más chalaco que el Sport Boys, pero al mismo tiempo gustaba de enfatizar su origen alemán. Contaba a quienes querían escucharlo que su padre era un inmigrante alemán que arribó al Perú por el puerto del Callao a principios del siglo pasado, y que cuando en aduanas le preguntaron por su apellido él dijo “Schmitz”, pero se lo tradujeron como Smith y ahí quedó.

Don Carlos en esos años todavía conservaba frescos todos sus pergaminos que le otorgaron una solvencia política y social en el Perú de los años cincuenta y sesenta. Era abogado y había sido catedrático en la Universidad Católica del Perú. Desde 1950 y hasta 1958 había sido Secretario General del Jurado Nacional de Elecciones y en el mismo 1958 fue nombrado Ministro de Gobierno y Policía por el partido Movimiento Democrático Pradista, MDP, en el régimen del presidente Manuel Prado Ugarteche. En 1963 y hasta 1968 fue elegido senador por su querido Callao en donde fundaría la Universidad del Callao, terminando ese periplo como Vice presidente de la Cámara de Senadores. Su último protagonismo público conocido en esos días era sorpresivo y se dio cuando en 1980 se presenta como candidato a la Presidencia de la Republica en una curiosa alianza que llevaba como candidata a la Vicepresidencia a nada menos que la esposa del Gral. Manuel Odría, ex presidente y dictador del Perú. De todo este periodo, Don Carlos solía decir que de lo que más se jactaba era el tener el récord de interpelaciones parlamentarias mientras fue Ministro de Gobierno y Policía, cuando sus enemigos políticos lo interpelaron 52 veces sin poder hacerle nada. Se auto perfilaba así, como un luchador nato y de éxito.

En 1983 el Dr. Carlos Carrillo había solicitado al Colegio de Abogados de Lima un pronunciamiento acerca de la situación de los abonados accionistas de la CPTSA. La Comisión Consultiva de Derecho Constitucional de dicho Colegio, a través de su Presidente -el ilustre escritor y abogado, el maestro Dr. Luis Alberto Sánchez, se pronunció por la inconstitucionalidad de la representación de las acciones de los abonados por parte del Estado

Estas eran las cartas de presentación del Dr. Carlos Carrillo Smith cuando una mañana de un frio día de octubre de 1989 se presentó a las puertas de Palacio de Gobierno para sostener una entrevista pactada con el joven presidente del Perú de ese entonces, el  Dr. Alan Garcia Pérez, en el poder desde 1985. Ya, desde el 6 de octubre de ese año, el Ing. Oswaldo Morán Márquez era el Ministro de Transportes y Comunicaciones y quien escribe -accidentalmente- su asesor y una especie de Gerente Central de Operaciones de la CPTSA en el exilio, desplazado por rebeldía con los políticos de turno.

Lo tratado y resuelto en esa reunión tenía dos versiones concordantes. La del Ministro Morán, que se suponía informada por el propio Presidente, y la del mismo Dr. Carrillo. En concreto: Don Carlos había sustentado ante el Presidente Garcia  -y este en principio habría aceptado- la necesidad que de una vez por todas, se normalice la tenencia de acciones de los abonados de la Compañía Peruana de Teléfonos S.A.( CPTSA), las cuales les habían sido otorgadas desde 1970, merced a una deuda asumida por los mismos, a raíz de la nacionalización de la CPTSA; deuda que  ya había sido ampliamente saldada; pero que, pese a esto, los sucesivos gobiernos, desde esa época, habían asumido ilegítimamente su representación, privando a los abonados telefónicos -los verdaderos propietarios de estas acciones- el real ejercicio de sus derechos al gobierno de la empresa y al amplio goce de los beneficios económicos inherentes.

             Lo que no sabía el Dr. Carrillo era que para al presidente García la situación de la CPTSA, era un clavo en el zapato que lo preocupaba, aún más, desde que asumió el gobierno. Dentro del lote de empresas estatizadas, que habían heredado todos los gobiernos posteriores a Velasco Alvarado, la CPTSA constituía un caso atípico: en la práctica era una empresa estatal, pero realmente era una empresa privada. Lo de estatal venía por el hecho de que era manejada por el Estado y por haber sido expropiada a una empresa transnacional; y lo privado porque los dueños de la gran mayoría de las acciones eran personas naturales, los propios abonados del servicio telefónico. Desde 1985, el Ministro Murguía, pasando por los también Ministros de Transportes y Comunicaciones, Parra, Maury, Carrillo Gómez, Heysen, hasta Morán -todos ellos- habían sido receptores de esta preocupación presidencial, respecto a la situación irregular que acontecía en una de las empresas de su sector. Sin embargo, parece ser que el único en reaccionar proactivamente fue el Ministro Oswaldo Morán. Este ya había hecho su trabajo. No solo había también consultado con reputados constitucionalistas la posibilidad de que cerca de 320,000 abonados asuman el control de la CPTSA, sino que había logrado también el apoyo de la bancada opositora del Congreso, el PPC, representado por el Dr. Antero Flores-Araoz con el visto bueno del Dr. Luis Bedoya Reyes presidente del partido. El gran problema se centraba entonces en el “cómo hacer” para que esos miles de accionista se constituyan en una Junta General de Accionistas -apropiada en número- con el fin de que esta los represente y nombre sus autoridades. Mas tarde, el mismo Morán, habría esbozado la idea de la posibilidad de hacer un “sorteo” para salvar este impase.

Don Carlos Carrillo habría sido un tanto retado por el Presidente Garcia, quien en ningún momento escatimó el potencial de su ayuda y más bien la aprovechó, en beneficio de todos. A cambio de su apoyo y consentimiento debería crear el ambiente político propicio para este paso, a la par de colaborar en la ejecución de un Plan de Acción a cargo del Ministro Morán. A Don Carlos se le ocurrió rodearse de gente que estuviera claro en esta situación y que gozara de cierta experiencia testimonial del problema. Es así como informalmente nos convocó a varios profesionales y dirigentes tanto de CPTSA como de ENTEL, aunque estos últimos eran prácticamente ajenos al asunto.

Por otro lado, más antes, una tarde de ese mismo mes de octubre de ese año de 1989 el flamante Ministro Ing. Oswaldo Morán, convocó de urgencia a sus asesores para comunicarnos que el Presidente de la República lo había llamado para darle luz verde para ejecutar lo que ya suponíamos y que el Presidente bautizó como la “Democratización de la CPTSA”. La variante era que le había dado como plazo hasta fines del año para hacerlo. Es decir, teníamos menos de tres meses para ejecutarlo. El Ing. Morán, muy efectivo y decidido, no lo pensó dos veces y procedió de inmediato a nombrar oficialmente dos Comités de Trabajo. Uno de carácter técnico y operacional, llamado Comité Técnico y otro que se denominó Comité Consultivo, más de naturaleza legal. Mas tarde, los primeros días de enero de 1990, estos Comités serian formalizados por sendas Resoluciones. Nos tocó colaborar en la parte técnica y para la parte consultiva y legal, entre otros, se convocó al Dr. Emilio Cassina Rivas un muy reconocido abogado, ex trabajador técnico de base de la CPTSA, así como ex Gerente Legal y ex Gerente General de la misma. Don Carlos Carrillo seguía, con insistencia, en su papel de crear el clima adecuado con declaraciones en todos los medios de difusión que estaban a favor, o en contra, de esta medida.

La democratización se define como un proceso de transición política de un tipo de régimen a otro, en este caso a una democracia. Una transición política se origina por medio de un conflicto, el cual puede ser de valores o de intereses. En el primer caso se va a verificar un cierto grado de violencia para lograr el cambio, mientras que en el segundo se utilizan numerosas normas o reglas. Una transición política de un gobierno autoritario a uno demócrata es llamada democratización.

La CPTSA alrededor de 20 años soportó el ilegitimo autoritarismo de Estado; la transición hacia el gobierno democrático de sus miles de legítimos propietarios era pues un proceso de democratización. Era un conflicto de valores e intereses que se resolvió sin violencia, pero con el auxilio de varias normas legales y constitucionales vigentes. Entendemos que ese fue el marco que el Presidente Garcia consideró para denominar a este proceso como “La Democratización de la CPTSA”. El Presidente Garcia con este hecho dejó una huella imborrable en la historia del Perú; en la historia de las Telecomunicaciones y en la de la misma CPTSA. Con la eficiente actuación de su Ministro de Transportes y Comunicaciones, fue -de lejos- el logro más destacado en las postrimerías de su gobierno.

El ultimo Ministro de Transportes y Comunicaciones de Garcia fue el Dr. Augusto Valqui Malpica. A él le tocó cimentar lo efectuado y, sobre todo, el tener que lidiar finamente con un grupo de ex autoridades de la CPTSA, de procedencia partidaria política, que se consideraban desplazados por lo que para ellos era un atropello y una maniobra de “la derecha” peruana. El más conspicuo personaje de este grupo era el último Presidente de la CPTSA, Jesús Guzmán Gallardo, diligente y reconocido líder político, quien, desde un principio, defendiendo intereses, mostró su oposición a esta transición que definitivamente implicaba un relevo de autoridades. Esta actitud lo llevó incluso a adoptar -posteriormente- medidas censurables contra algunos actores del proceso, valiéndose de otra posición relevante en la actividad pública, a donde el gobierno de Garcia lo había destacado. El Ministro Valqui cumplió con su cometido hasta el final del gobierno de Garcia, en Julio de 1990.

 

 

  

 

B.    EL PROCESO

 

“La propiedad es inviolable y el estado la garantiza…”

Estos son los primeros conceptos del Articulo 125 de nuestra Constitución Política que sirvieron de reflexivo sustento para el inicio del denominado proceso de democratización de la Compañía Peruana de Teléfonos S.A. ( CPTSA ).

El 14 de enero de 1990 se convirtió así pues en una fecha memorable para la historia de la CPTSA. Ese día, mediante Decreto Supremo 002-90-MIPRE, el Estado restituyó a los abonados accionistas de la Empresa, el pleno ejercicio de sus derechos accionarios, encargándosele al Ministerio de Transportes y Comunicaciones el cumplimiento de lo dispuesto. Los planes del Ministerio establecían que a más tardar el 31 de marzo de 1990 la CPTSA incorporaría en su seno a los nuevos Directores elegidos por sus abonados accionistas reunidos en Junta General de Accionistas; quienes, junto con los Directores que le correspondían a los accionistas del Estado y a los accionistas privados, conformarían así el nuevo Directorio de la CPTSA, los mismos que posteriormente deberían nombrar a su Presidente, para que después se nombre al Gerente General de la misma. La intervención del Estado se reducía a su mínima expresión y los abonados accionistas de la empresa, que desde 1970 -veinte años atrás- habían consolidado su privatización, pasaban ahora a conducir sus destinos.

 

 al de acciones de una empresa, otorga a sus titulares tres tipos de derechos: el derecho a la propiedad, el derecho a las utilidades y el derecho al gobierno de la misma.

Desde 1970, los abonados del servicio telefónico que presta la CPTSA son poseedores de acciones de la empresa. Participan desde ese entonces de las utilidades de la empresa, pero jamás ejercieron su derecho al gobierno de la misma, privándolos así de su legítima propiedad. Esta situación -injusta e ilegal, por anticonstitucional- fue la principal motivación para restituir a los titulares de acciones de abonado de la CPTSA, el pleno ejercicio de sus derechos accionarios.

Los años transcurridos hasta esa decisión estuvieron llenos de vicisitudes. La CPTSA fue siempre una empresa en poder del Estado desde 1970, incluso antes: desde 1968. Lamentablemente estuvo siempre sujeta al vaivén de los aconteceres políticos, jamás pudo conducirse con un criterio empresarial eficaz, eficiente y efectivo. No se puede decir que no hubieron loables esfuerzos; pero toda política empresarial, todo objetivo estratégico, toda meta, todo programa, toda previsión presupuestal, eran relegados a un segundo plano -cuando no desactivados- ante la coyuntura política externa del momento, que incidía directamente sobre la plana directriz y sus decisiones.

La Planificación fue un concepto venido a menos, se formulaba solo por disciplina administrativa. Pero: ¿Qué se podía planificar ante un entorno imprevisible, cambiante y altamente inestable? En esas circunstancias el corto plazo era simplemente mañana y el largo plazo no podía existir. Por otro lado, más de dos décadas casi a la deriva; con ultimas organizaciones que a la postre devenían en penúltimas: con muy estudiadas directivas y sus subsecuentes fes de erratas… no hacían más que propender el empleo muy generalizado de la inefable estrategia del “hay que esperar… a ver qué pasa”. Es decir, la apática incertidumbre presente en casi todo mecanismo de acción. Algo marcadamente dañino y perjudicial para la Empresa.

Todos estos hechos, unidos quizás a la eterna preocupación de andar siempre -sin merecerlo- al borde de un abismo económico de impredecibles consecuencias, gracias a un inconsecuente manejo no técnico de las tarifas que eran la principal, sino la única fuente de ingresos de la CPTSA, fueron talvez otros de los aspectos que motivaron la decisión que comentamos.

Precisemos los hechos con un poco de historia:

El 12 de agosto de1967, la CPT, de propiedad de la empresa transnacional “International Telegraph and Telephone”, ITT, firmó con el Estado el primer Contrato de Concesión por 20 años. En dicho contrato se establecía claramente la participación de los abonados en la propiedad de la Empresa (Acciones clase “B”), creándose -en la cláusula 40 del Contrato- un fondo para la compra de las Acciones clase “A” que pertenecían a la ITT.

 La firma de este contrato fue en ese entonces muy criticada y ardientemente discutida en los niveles políticos del momento. El hecho incluso se vio rodeado de episodios nada gratos y tenebrosos, como fue la muerte -en circunstancias muy extrañas y no del todo esclarecidas- del Gerente General de la CPT de esa época, de nacionalidad belga, quien pereció tras un escándalo político suscitado en el Parlamento a raíz -precisamente- de la firma del Contrato de Concesión mencionado.

En octubre de 1968 el Gral. Velasco Alvarado dio su golpe de Estado y el 25 de marzo de 1970 -en plena dictadura militar- se produce la celebrada “Nacionalización de la CPTSA”. El Estado gestiona el dinero necesario y compra para él y los abonados las acciones (Clase “A”) de la ITT. Los abonados pagarían lo que les correspondería de acuerdo a la Cláusula 40 del Contrato suscrito.

 Ese es el momento en que principia la marginación de los abonados. El Estado decide arbitrariamente que sea ENTEL-PERU, empresa de telecomunicaciones íntegramente estatal que servía al resto del Perú con excepción de Lima, quien represente los derechos accionarios de él y los abonados de la CPTSA. Obviamente, esa no era una situación óptima para los abonados accionistas.

Tuvieron que pasar varios años para que el Gobierno Militar, recién en 1976, enmendara un tanto su error al anular el pago por Acciones Clase “A” establecido en la Cláusula 40 del Contrato de Concesión, sustituyéndolo por un “fondo de expansión”. En 1982 -ya dentro de un régimen democrático- el Estado recién toma acción sobre esta decisión y reparte entre los abonados las acciones clase “A” compradas a la ITT vía Clausula 40, convirtiéndolas en acciones Clase “B”. Sin embargo, la situación ilegal y de fondo, no cambiaba.

En 1983, los abonados -ya más enterados- parecen tomar mayor conciencia sobre sus derechos conculcados. Uno de ellos fue pues el ya mencionado Dr. Carlos Carrillo Smith. El Dr. Carrillo propició que el Colegio de Abogados de Lima y reconocidas figuras políticas de entonces, se pronunciaran para que se “fije un procedimiento legal mediante el cual los accionistas o usuarios tengan acceso a todos los actos y decisiones que les compete conforme a ley”.

El Contrato de Concesión firmado en 1967 culminaba en 1987. Dos años antes -en agosto de 1985- según el mismo Contrato de Concesión, el Estado debía cursar un pre-aviso en el caso de que éste tuviese la intención de terminar el Contrato. Aquí se abrió un compás de expectativa -con muchos de nosotros ya como actores- puesto que la fecha límite para el pre-aviso correspondía al nuevo gobierno que debía entrar en julio de 1985. El nuevo gobierno -el gobierno del Dr. Alan Garcia- curso el pre-aviso el 1º de agosto de 1985.

El Estado tenía aun un año más -posterior al vencimiento del Contrato- para decidir la culminación definitiva del mismo, o su renovación. En caso de inclinarse por la culminación, el Estado debía adquirir la totalidad de acciones emitidas. La fecha póstuma era el 12 de agosto de 1988.

 El 12 de agosto de 1988 se suscribió un nuevo Contrato de Concesión que vencería el 12 de agosto del 2008.

El lapso entre 1985 y 1988 significó claramente una coyuntura para el Estado. En este periodo habría sido inconsistente -y ciertamente no político- el promover el acceso de los accionistas abonados, al gobierno de la CPTSA, siendo que era perfectamente posible que el Estado adquiera o compre la Empresa. En este ínterin, incluso, la CPTSA se convirtió en una “empresa de economía mixta con participación minoritaria del Estado”. Es así como el 11 de julio de 1986 mediante el DS 223-86-EF, se dispone entre otros, que Inversiones Cofide S.A. (ICSA) asuma la representación de las acciones de los abonados de la CPTSA, en lugar de ENTEL-PERU.

Suscrito el nuevo Contrato de Concesión y superada así la coyuntura existente, el Estado quedaba legalmente libre para promover cualquier acción en favor de los abonados accionistas, desplazados desde 1967.

Este trozo de historia, de indefiniciones y flagrantes ilegitimidades, fue otra motivación principal para la decisión tomada por el gobierno del Dr. Alan Garcia Pérez, el 14 de enero de 1990 a través del DS 002-90-MIPRE, el cual, en definitiva, abrió las puertas para la búsqueda de soluciones y mecanismos orientados a devolver a los accionistas abonado de la CPTSA, sus derechos usurpados.

 

 

 

 

D.   LA SOLUCION Y SUS MECANISMOS

 

El 13 de diciembre de 1989, la Asesoría Técnica de Telecomunicaciones del Despacho Ministerial del Ministerio de Transportes y Comunicaciones, presentó al Ministro Oswaldo Morán un proyecto del “Plan General para la Transferencia de la Representatividad de Acciones de Abonado de la CPTSA”. Previamente el Sr. Presidente Constitucional de la Republica había anunciado públicamente su intención de “democratizar” la CPTSA.

La “democratización” de la CPTSA en la práctica significaba dejar sin efecto el DS 223-86-EF de julio de1986, en la parte que establecía que ICSA ejerza en la Junta General de Accionistas de la CPTSA la representación de las acciones de propiedad de los abonados; a la par que transferir la representación de estas acciones a sus legítimos propietarios: los abonados del servicio telefónico.

Hasta ahí la intención y su base legal eran meridianamente claras. Lo que podía suscitar diferentes opiniones y ser materia de análisis y discusión, era el método o proceso para lograr en la practica el objetivo, así como el marco legal de soporte de dicho proceso.

El DS 002-90=MIPRE del 14 de enero de 1990 recoge, estimo, todos estos conceptos. En este se estipula claramente:

  • La decisión de restituir a los titulares de acciones de abonados de la CPTSA, el pleno ejercicio de loa derechos accionarios que les corresponden en los órganos de gobierno de la Empresa.
  • La creación de dos comités para estudiar el proceso a seguir e implementar la decisión tomada: El “Comité Técnico” y el “Comité Consultivo”

El Comité Consultivo fue el órgano asesor del proceso y estuvo integrado por representantes del MTC, de la CPTSA, de ICSA y de los Colegios de Abogados, Ingenieros y Economistas.

El Comité Técnico fue el encargado de analizar, proponer y/o ejecutar, en su momento, las soluciones que se estudien y estuvo integrado por representantes del MTC, de la CPTSA y de la Comunidad de Telecomunicaciones. Por decisión del Ministro Morán, a este Comité se incorporó también la representación del Sindicato de Trabajadores de la Compañía Peruana de Teléfonos. Esto último fue una gesta de la representación sindical, al lograr dar el paso para que los trabajadores sindicalizados -aparte de los trabajadores comuneros- logren posteriormente presencia en los órganos de gobierno de la Empresa.

El Comité Técnico formuló una serie de planteamientos, los cuales, con posterioridad, después de sendas reuniones sostenidas con el Comité Consultivo, donde se intercambiaron puntos de vista y se introdujeron algunas modificaciones y/o adiciones, fueron aprobados por consenso a nivel Ministerial el 16 de febrero de 1990, quedando pendiente la promulgación oficial de algunos de ellos. Estos documentos fueron:

  • Informe del Comité Técnico. Documento de sustento de la solución propuesta.
  • Proyecto de Decreto Supremo. Dispositivo legal que promulga y regula la decisión procesal adoptada.
  • Proyecto de Resolución Ministerial. Disponiendo las convocatorias a las Juntas Especiales de Socios para nominar Directores de la Empresa y sus regulaciones.
  • Proyecto de Resolución Ministerial. Aprobando y promulgando el reglamento de sorteo transitorio para designación de 85 representantes de los abonados a las Juntas Especiales y la Junta General de Accionistas de la CPTSA.

De esta manera entonces, la solución procesal adoptada pasaba por las siguientes etapas:

  • Los sustentos legales y técnicos
  • El sorteo transitorio
  • La solución general.

 

 

 

 

E.    LOS SUSTENTOS TECNICO-LEGALES

 

A inicios de 1990 la CPTSA contaba con aproximadamente 320,000 abonados. Al 31 de diciembre de 1988 habían alrededor de 120 millones de acciones, de las cuales el 70% eran de la Clase “B” de propiedad de los abonados. Los restantes 20% y 10%, eran acciones Clase “A”, que pertenecían al Estado y a los inversionistas privados, respectivamente.

La Empresa emitía un “Certificado de Acciones” nominal y numerado, por cada abonado accionista. El valor nominal de cada acción era de I/. 0.25 (Intis, moneda de 1990). Cada Certificado -dependiendo del valor pagado al momento de acceder al servicio telefónico- significaba una cantidad determinada de acciones. Estas acciones, incluso, podían incrementarse al final de cada ejercicio por efecto de los resultados obtenidos. Es decir: cada abonado era poseedor de un número de acciones, normalmente diferentes en cada caso.

Asimismo: las transferencias por cesión contractual (las denominadas “ventas” de teléfonos), los cambios autorizados de titularidad (cambios de nombre), los traslados pendientes (traslados no atendidos, pero con el servicio entregado a la Empresa) y otros como la libre compra/venta de acciones en la Bolsa de Valores, originaron dos variantes: los abonados sin acciones y los accionistas no abonados. Es decir: no todo abonado era accionista ni todo accionista era abonado.

Si a todo esto le agregamos la no disponibilidad inmediata, en ese entonces, de una información confiable, completa y debidamente ordenada en todas sus variantes, era explicable la imposibilidad física de efectuar un proceso sin objeciones y dentro de los plazos fijados. Lo inobjetable hubiese sido un proceso de designación de representantes donde cada acción significase un voto, realizado dentro de un plazo que no debería exceder los 60 días, a partir del 14 de enero de 1990, según Resolución Ministerial. 

 Por otro lado, los derechos y obligaciones de los propietarios de una empresa -los accionistas- estaban regulados por la Ley General de Sociedades, vigente en esa época. Esta Ley establece que los derechos de los accionistas deben ser ejecutados a través de las Juntas, las mismas que pueden ser “Juntas Generales” o “Juntas Especiales”. La Ley establece asimismo que en dichas Juntas la votación es por acciones.

Sin embargo, la Ley no prevé -no tendría porqué hacerlo- como hacer, si es que así lo desearan, para que 300 mil o más accionistas, ejerzan sus derechos en una Junta. La imposibilidad física era nuevamente evidente. La legislación prevé el acreditamiento mediante el mandato formalizado a través de poderes, a fin de evitar, por ejemplo, la concurrencia del titular de las acciones a una Junta. Pero si esa modalidad no fuese adoptada por la totalidad de los accionistas abonados, o si todos ellos otorgan dispersados los poderes a los que tienen derecho, estaríamos frente a la misma dificultad que si los propios titulares concurriesen a las Juntas. Este tipo de situaciones quizás podrían estar previstas en una Ley de Accionariado Difundido que lamentablemente no existía.

Para solucionar esto era pues necesario que los abonados accionistas ejerzan sus derechos en las Juntas Generales o Especiales, mediante representantes elegidos por votación o en su defecto -si esto no fuese factible- por cualquier otro medio apropiado. Se pensó en la designación por sorteo.

Si bien el procedimiento por sorteo era rápido, fácil y económico, sus resultados eran totalmente aleatorios. Las ventajas que se podían obtener se enfrentaban a resultados de potenciales representantes no idóneos. Sin embargo, frente a este razonamiento se podía argumentar que si todos los abonados -o casi todos- eran accionistas y todos eran iguales ante la ley, podría inclusive ser más democrático el designar a sus representantes por sorteo; agregando además el hecho de que la posibilidad de obtener por este método representantes no idóneos era muy baja, ya que un estudio socio- económico realizado para el universo de abonados de la CPTSA revelaba que, en la composición probable de representantes, el 92% de estos serían de nivel socio-económico “medio” hacia arriba, y que el 67% serian de nivel “medio-alto” y “alto”.

Aun así, ante estas alternativas -sin descartar el sorteo- era innegable que la votación directa, universal y secreta, era el proceso más democrático para elegir estos representantes y así fue establecido. Se trataba de conjugar las posibilidades de la ley con las características de la solución planteada – que era sui generis- para determinar que la votación en la elección de los representantes de los abonados accionistas ante las Juntas Generales y Especiales, se haría por abonado. Es decir: un abonado un voto. Asimismo, los representantes que resulten elegidos ejercerían en las Juntas sus respectivos derechos accionarios en la forma que la ley señalaba: una acción un voto.

Parecía razonable que la implementación de este método (la votación) se implementase como un procedimiento normal a verificarse en el plazo de un año. Empero, para el primer e inmediato periodo, si se quería implementar la democratización en forma real a partir de la Junta General de Accionistas de marzo de 1990, la designación de los representantes tendría que hacerse por sorteo, como un paso transitorio. Así finalmente quedó establecido.

 Según el último Contrato de Concesión firmado en agosto de 1988, los socios poseedores de acciones y propietarios de la CPTSA son: el Estado, los abonados, los accionistas privados y los trabajadores. Estos últimos podían adquirir individualmente hasta el 30% de las acciones de la Empresa. Se definía un mecanismo para lograr esto; es decir, la conversión de acciones tipo “A” o “B” o la emisión de nuevas acciones.

Los diferentes tipos de accionistas de la Empresa deberían reunirse para tomar decisiones de cierta magnitud en la Junta General de Accionistas. En esta Junta, los abonados accionistas serian representados por los abonados por ellos elegidos. Las Juntas Generales eran Ordinarias o Extraordinarias. La Junta General Ordinaria se celebraría una vez al año en el mes de marzo. Las Juntas Extraordinarias podían ser convocadas en cualquier momento de acuerdo a las condiciones señaladas en el Estatuto de la CPTSA.

La Junta General de Accionistas era el órgano superior de gobierno de la Empresa. El cargo de representante de los abonados ante la Junta General era por tres años, podía ser reelegido y era remunerado e indelegable.

La Ley General de Sociedades establecía que cuando existan diversas clases de acciones, los poseedores de estas pueden reunirse separadamente en Juntas Especiales a fin de tratar, previamente, los asuntos a contemplar en la Junta General que afecten los derechos de cualquiera.

Así, los accionistas Clase “A” (privados), Clase “B” (abonados), Clase “C” (Estado) y Clase “D” (trabajadores) se reunirían por separado en Juntas Especiales, en forma previa a la celebración de la Junta General. Los trabajadores lo harían en su oportunidad. La finalidad era elegir a los miembros del Directorio que les correspondía de acuerdo a su capital accionario.

Los representantes elegidos por los abonados -en esta oportunidad designados por sorteo- alcanzarían el numero de 85. Ellos eran los que elegirían a los que representen a los abonados en el Directorio de la CPTSA y esta elección se haría en la Junta Especial de Accionistas Clase “B”.

El primer Directorio de la CPTSA democratizada estaría pues integrado por 11 Directores, incluyendo a los 2 Directores de la Comunidad de Telecomunicaciones que eran nombrados por su Consejo Directivo. Para ser Director no se requería ser accionista ni representante de los abonados ante la Junta General. La permanencia en el cargo de Director, por esta primera vez, sería de un año. Posteriormente, la nominación sería por tres años.

El Directorio, en su primera sesión, elegiría de su seno al Presidente del Directorio, en caso de que la Junta General no lo hubiese designado. Asimismo, elegiría al Gerente General.

De acuerdo al capital accionario de cada grupo de accionistas -en ese entonces- el primer Directorio de la CPTSA tendría la siguiente composición:

  • 6 directores nominados por los accionistas abonados.
  • 2 directores nominados por el Estado.
  • 1 director nominado por los accionistas privados.
  • 2 directores nombrados por la Comunidad de Telecomunicaciones

Por otro lado, la idea del “sorteo” transmitida -y ya debidamente fundamentada- por el Ministro Morán, establecía que los representantes que participen en las Juntas Especiales de 1990 y las Juntas Generales del mismo ejercicio, serían designados por esta única vez mediante sorteo público con fe notarial y ejercerían su mandato por el lapso de un año.

A pedido del Colegio de Ingenieros del Perú, previamente a este sorteo, se realizaría un pre-sorteo para designar, entre los mismos abonados, a 6 veedores que actuarían como testigos del sorteo previsto. Estos 6 veedores se complementarían con otros 4 adicionales que serían trabajadores de la Empresa nominados por la Comunidad de Telecomunicaciones y el Sindicato Único de Trabajadores.

Los representantes sorteados serían designados por zonas geográficas correspondientes a las áreas de influencia de las Centrales Telefónicas Automáticas, principales o satélites. Así:

  • Por Centrales de hasta 5000 líneas se designaría 1 representante.
  • Poe Centrales de hasta 10,400 líneas se designarían 2 representantes.

La CPTSA contaba en ese entonces con 26 áreas de influencia (o Centros de Alambres). Estas áreas estaban servidas por 49 Centrales Automáticas (3 satélites con la misma serie) que totalizaban 47 series telefónicas. Si se aplicaba la regla anterior, las 395,756 líneas instaladas (capacidad instalada), repartidas en las diversas áreas, establecían un total de 85 representantes.

El sorteo, aparte de designar a los 85 representantes, también designaría por el mismo método a los suplentes de cada uno de estos, y 2 de reserva.
Los 85 representantes serían los que asistirían a la Junta General y a la Junta Especial de accionistas Clase “B”, eligiendo en esta última a los 6 Directores que representarían a los abonados accionistas.

En febrero de 1990 se llevó a cabo el sorteo para designar a los representantes de los abonados accionistas de la CPTSA. El evento se llevó a cabo en el Auditorio del Banco Continental, bajo la conducción de la institución “Ramo de Loterías de Lima y Callao” de reconocido prestigio y solvencia.

En marzo de 1990 se cumplió entonces lo tantas veces reclamado durante tantos años. Lo arduamente trabajado desde octubre de 1989, cuando se esbozó la voluntad política para hacerlo, y que se haría evidente en enero de 1990. Lo realizado fue sin dudas un acto de justicia, pero no deja de ser encomiable la voluntad y decisión expuestas por los actores del gobierno de esas épocas, sin lo cual este proceso jamás podría haberse realizado.

 

 

  

G.   LAS PERSPECTIVAS FALLIDAS

 

La CPTSA en esos momentos estaba ad-portas de convertirse en una empresa realmente privada, con características de accionariado difundido. Los que los vivieron y añoraban los años solidos de antaño -según muchos- se verían ahora complacidos.

Sin embargo, no era dable permanecer en la ilusoria y pasajera fiesta del triunfalismo de las realizaciones trascendentes. Para el pueblo peruano, el gobierno de la CPTSA no debía convertirse en un presente griego ni en una victoria pírrica. La responsabilidad que en comunidad -abonados, estado, accionistas privados y trabajadores- tendrían que asumir, era tremendamente importante y gravitante no solo para el futuro de la CPTSA, sino, incluso -y quizás esto sea lo más importante- en lo que bien podría haber sido el advenimiento de nuevas empresas similares en el país.

Sin proponérselo, la CPTSA se había convertido en una especie de pionera o -si se prefiere- en un ratón de laboratorio, sobre el cual se centrarían millones de ojos para observar sus reacciones y medir su desempeño.

Lo conseguido planteaba ventajas evidentes, pero también retos muy concretos, como:

  • No más tutela y protección estatal, pero también no más interferencia externa -técnicamente cuestionables- en las decisiones de la Empresa
  • Vigencia de tarifas justas y técnicamente concebidas, a fin de sustentar reinversiones y créditos internacionales solventes.
  • Respeto a la eficiencia, la eficacia, la productividad y la meritocracia personal, sin ningún tipo de distingos, influencias y/o marginaciones subalternas.
  • Concordancia de todos estos valores personales con los niveles remunerativos referidos al mercado.
  • Implementación de Planes de Desarrollo concebidos sin más parámetros que la ciencia, la experiencia y la imaginación.
  • Ejecución de los planes y proyectos con conocimiento, valor, audacia, disciplina y entreguismo.
  • Concepción del Estado como un gran ente normalizador y regulador de sus actividades, sin injerencia alguna en la marcha rutinaria y administrativa de la Empresa.

 

Se trataba simplemente, en realidad, de brindar un buen servicio. Buen servicio en términos de atención comercial, atención de reparaciones e instalaciones. Buen servicio en términos de atención oportuna de la demanda de servicios, sobre la base de expansiones correctamente definidas, realizables y empáticamente conducidas.

Muchos esperaban ver en ese momento a la CPTSA como protagonista de la superación del subdesarrollo telefónico y de las telecomunicaciones en general, en el que estaba sumida la gran Lima de ese entonces. Esperaban quizás que Lima, de una vez por todas, dejase de ser la capital latinoamericana con el más bajo índice de densidad telefónica (teléfonos por cada 100 habitantes) comparable solo con algunas capitales africanas.

Probablemente esperaban que fuese la democratizada CPTSA la que sobre la base del capital y el trabajo armonizados, contribuya a generar la confianza necesaria que  propiciase la voluntaria repatriación de los recursos, no solo económicos,  sino también humanos, en atención a aquellos que en algún día de esas épocas, cansados y atribulados por la falta de oportunidades, simplemente decidieron emigrar al exterior y trasladar sus esfuerzos y conocimientos a empresas de telecomunicaciones más sólidas y organizadas.

En suma: como decían los compañeros antiguos y añejos; “en la CPTSA todo tiempo pasado fue mejor”. Sin embargo, si se quería estar a la altura de esas circunstancias, todo tiempo presente tendría que haber sido por lo menos igual, sino mejor, que el pasado.

Finalmente: la primera Junta General de Accionistas de la CPTSA democratizada, nombró al Dr. Carlos Carrillo Smith como su primer Presidente del Directorio. Posteriormente el Directorio nombró al Dr. Emilio Cassina Rivas como Gerente General de la CPTSA.

El renacer de la CPTSA fue duro y lleno de trabas. Pero estas se hicieron más evidentes con el fragor político partir de julio de 1990, con un gobierno que no entendía el carácter democrático de lo realizado y especulaba sobre la base del poder perdido en una Empresa que aún era catalogada como una “estratégica y de seguridad nacional”.

 Aun así, impulsados por una nueva mística, a partir de ese periodo se concretaron proyectos muy importantes como la Telefonía Móvil Celular (CPT-Celular) y la Televisión por Cable (Cable Mágico), proyectos realizados que -en su aspecto más vil- lamentablemente solo contribuyeron a hacer que la CPTSA sea un bocado más apetecible a los ojos de propios y extraños.

Este espíritu prevaleció hasta abril de 1992 cuando se volvió a violar la Constitución con un nuevo golpe de Estado el cual, poco tiempo después, deshizo todo lo actuado y vendió a la CPTSA en un acto infame, deleznable y oscuro…pero esa es otra historia y la narraremos más adelante.

 

  

CAPITULO II : LA HISTORIA NEGRA DE UNA PRIVATIZACION

 

A. LOS CONQUISTADORES QUE NO MONTABAN CABALLOS

 La década del 90 puede muy bien ser conocida como la década de las privatizaciones. Las principales empresas estatales, otrora botín de los gobiernos de turno, pasaron a ser conducidas por sus nuevos dueños, generalmente conocidas empresas transnacionales asociadas con una mísera cuota de influyentes empresas nacionales. El objetivo era aparentemente y a todas luces, irrechazable: hacer de estas empresas entidades eficientes, convirtiéndolas en productivas herramientas del desarrollo; generando riqueza, trabajo, calidad en sus productos, disminución de sus altos precios y tarifas, y  – fundamentalmente- un alivio en la pesada carga económica al estado por las pérdidas que éstas persistentemente arrojaban. Todo esto, dentro de un ambiente de economía de mercado y de libre competencia, en donde el estado intervenía tan solo como un regulador.

Sin embargo, no todo fue como se pensó. La mayoría de las empresas privatizadas convergieron en acciones exactamente contrarias a los objetivos. Se generó una riqueza que pasó a alimentar las arcas de la banca extranjera ante la mirada cómplice de aquellos que pensaron en reinversiones y mejoras laborales y económicas. Se despidieron a miles de trabajadores para sustituirlos por subempleados, agudizando el problema laboral a nivel nacional. Los precios y tarifas de los productos o servicios de estas empresas subieron exponencialmente; y el estado, de regulador, se convirtió en simple observador al servicio de los grandes capitales depredadores de nuestra riqueza interna.

¿Aumentó la eficiencia de estas empresas privatizadas? Relativamente sí, pero a un costo social muy alto que terminó desprestigiando el concepto de privatización a tal punto que, en esos días, además de los esfuerzos del gobierno para reivindicar este modelo, fuimos pasibles de una oleada publicitaria a manera de lavado cerebral proveniente de las empresas privatizadas durante la dictadura. Estas fueron empresas asociadas en una entidad denominada ADEPSEP (Asociación de Empresas de Servicios Públicos) dirigida por un ex ministro de la dictadura en la cartera de Pesquería, Ludwig Meier, inexplicablemente también ex-ministro en la misma cartera del régimen de transición post-dictadura y alto ejecutivo -antes y después de ser ministro-, cuando no, de la transnacional TELEFÓNICA DE ESPAÑA. Esta empresa es emblemática de una privatización desarrollada a espaldas de los grandes intereses nacionales, en beneficio único de una denostada clase gobernante coludida con el capital extranjero. Ante un comportamiento laxo, sino cómplice, del gobierno de turno, no habrían tenido clemencia alguna para lograr sus propósitos de lucro sin límites.

En efecto, TELEFÓNICA DE ESPAÑA en 1994 tomó posesión de la ex Compañía Peruana de Teléfonos S. A. (CPTSA) y de la ex Empresa Nacional de Telecomunicaciones del Perú S. A. (ENTEL-PERU). Todo esto después de una sonada licitación internacional  que tuvo su clímax el 28 de febrero de 1994 en el auditorio del Banco de la Nación cuando se superaron todos los récords de expectativa de oferta por línea telefónica a nivel internacional y donde, superado el factor sorpresa, con los años, la alegría de muchos se tornaría en una desilusión galopante. Blandidos de un espíritu conquistador, un grupo de españoles, en representación de Telefónica de España, accedió al control total de CPTSA y ENTEL ofertando la fabulosa suma de US $ 2,002 millones de dólares; es decir cuatro veces mas de los US $546 millones estipulados como precio base y más del doble que su más cercano competidor. Los auspiciosos cinco años de monopolio absoluto otorgados a TELEFÓNICA DE ESPAÑA bajo el eufemismo de “concurrencia limitada “y el ambiente político post-autogolpe que se vivía en el país, no presagiaban nada bueno.

En la historia de las fechas memorables de la CPTSA, así como se cuenta con un 25 de marzo de 1970 (día de la nacionalización) y un 14 de enero de 1990 (día de la democratización o restitución), el 28 de febrero de 1994 debería ser conocido como el día de la vergüenza o del despojo.

 

  

B. EL GRAN GOLPE


 Si alguien creyó que con estos 2002 millones de dólares estaban regresando al Perú parte del oro sustraído por los conquistadores españoles durante la conquista y la colonia, se equivocó de medio a medio. Por el contrario, esta compra era parte de un golpe mayor. Sería el mejor negocio hecho por los españoles en territorio peruano a lo largo de todo el período republicano, vale decir desde 1821 hasta la fecha. El régimen de Fujimori actuó prestamente con sus corifeos de CPTSA y ENTEL cuyas cabezas visibles se personificaban en Antonio Paúcar (un contador y mediano empresario de cierto éxito) y Javier Tovar (un desconocido abogado que sabía solo que el teléfono era para hablar) y otros que, oscuros, actuaron entre bambalinas. Estos -por imposición, por ignorancia o por concertación- entregaron a la telefónica española tanto más que los cuartos de oro y plata pagados por el Inca Atahualpa para el célebre rescate, que nunca cumplió el conquistador Pizarro.

Para cualquier mortal con dos dedos de frente resultaba impensable que TELEFÓNICA hubiese invertido tan exorbitante suma –sin referencia en los anales de las telecomunicaciones en esta parte del mundo- si no tenía la seguridad de recuperarla en el más corto plazo posible, aprovechando el beneplácito de la dictadura de turno; además de los otros 1,200 millones de dólares en inversiones comprometidas, sin incluir, obviamente, las respectivas ganancias.

En una economía libre de mercado no hay quien invierta si es que no tiene la seguridad del retorno de su dinero, incluyendo sus ganancias, en un tiempo conveniente. Y no había otro lugar de donde sacar ese dinero sino de los bolsillos de los usuarios del servicio telefónico... ¡y en cinco años!, antes de que llegue la amenazante competencia a la cual el Gobierno del Dictador -de cuna japonesa-  les cerró las puertas con hierro fundido, convirtiendo al Perú en un país paria para favorecer a sus antiguos conquistadores que ahora no montaban caballos sino que blandían la aún más degradante arma de la confabulación cómplice, en un país que se arrastraba sobre la década más corrupta de su historia. ¿Estaba el Doc. Montesinos en este grupo?

Tan pronto como TELEFÓNICA ganó la subasta, a pesar de la sensación de júbilo que estremeció a los funcionarios del gobierno, algunos -los más honestos, pero imberbes- dudaron que la empresa española abone la suma pactada. TELEFÓNICA debía pagar 1,391 millones de dólares por el 35% de las acciones de ENTEL y por el 20% de las acciones de CPTSA de propiedad del Estado. Los restantes 611 millones de dólares correspondían a la suscripción del 15% de nuevas acciones de esta última empresa, para llegar al 35% negociado. Estos 611 millones debían ser dinero fresco y directo. Sin embargo, todo indicaría que ese dinero nunca llegó a CPTSA y menos al Perú.

 

 

 

C. UN GERENTE FINANCIERO "CESA"

"LOS CONTRATOS SECRETOS"

 

 En la mañana de un tímido otoño, el 16 de junio de 1994, se cuenta que un apacible y hasta amigable, pero presuntamente astuto gerente de finanzas, además de secretario- amanuense del todopoderoso y casi invisible Ex-Presidente y Director en la ya vendida CPTSA – el contador Leoncio Andía Ramos- habría desviado el habitual camino de su casa hacia sus oficinas situadas en la cuadra 11 de la Avenida Arequipa, para dirigirse acompañado de una inesperada y vigilante compañía, hacia las lujosas instalaciones del Hotel Las Américas convertido en el cuartel general de los flamantes nuevos dueños de las telecomunicaciones peruanas. No tuvo que esperar mucho tiempo. Sus dueños, los del hotel – y ahora ya sabemos quiénes eran- habrían reservado la más lujosa suite para lo que debía ser un acto memorable: la recepción de los 611 millones de dólares que le correspondían a la CPTSA únicamente por la venta del 15% de nuevas acciones y...”su inmediata devolución". ¿Sabía Andía lo que iba a hacer? El “Hotel Las Américas” estaba bajo el dominio del “asesor” presidencial Vladimiro Montesinos y había sido adquirido por la Caja de Pensiones Militar Policial bajo su control.

En efecto, ese dinero jamás habría entrado al país, pues mediante la operación de referencia # 940516-020359 fue depositado en el Extenbank de Nueva York a las 11.55 de la mañana de ese mismo día de junio de 1994 para ser transferido a Lima e inmediatamente devuelto al mismo banco para, apenas unas horas después, estar de regreso a España de la siguiente manera: 305 millones de dólares al banco ABNAMR0 y 305.8 millones de dólares al Banco Exterior de España. Nos imaginamos que los 200,000 dólares faltantes fueron a cubrir los costos bancarios de la operación, sino a otros fondos inescrutables.

Andía en su calidad de Gerente de Finanzas tenía los poderes suficientes para autorizar, o iniciar, estos movimientos desde un fax supuestamente instalado en la confortable suite a donde se dice fue conducido. La operación de depósito en el banco neoyorquino habría sido concebida únicamente para que Fujimori -poco después- pomposamente y con gran cobertura mediática, hiciera el anuncio de que el Perú había recibido el dinero de la privatización: ¡Los primeros 600 millones de dólares! dijo, ufanándose al máximo ante los medios públicos de comunicación.

Dos meses después, el 31 de agosto de 1994, con poco más de 2 años de servicio, el señor Leoncio Andía era “cesado” en la TELEFÓNICA, algunos dicen que por ¿una falta administrativa? Lo cierto es que, hasta donde sabemos, el “perjudicado” Sr. Andía fue liquidado mediante orden de pago No. 020508, con un monto ascendente a la nada despreciable suma de 255,000 soles; más de 100,000 dólares americanos de esa época, a pesar de que su paso por la CPTSA había sido casi fugaz.  Obviamente que esa operación perjudicó a los accionistas minoritarios y difundidos de la CPTSA.

Sin embargo, hubieron aún más cosas de escándalo elucubradas entre idas y vueltas a Palacio, vía la inefable COPRI (La Comisión de Privatización). Las formas para recuperar el dinero supuestamente invertido dieron origen a “divertidas” ideas, para no llamarlas de otra forma más apropiada. Aquí, en el paraíso de la corrupción y de los ciegos obligados, sin testosterona alguna, todo era fácil y posible. Éramos indios y éramos cholos en el sentido más lato de la palabra. Así: de acuerdo a un contrato y con el visto bueno del Gobierno, TELEFÓNICA (España) le cobraba a TELEFONICA (Perú) por la “gestión” administrativa que la primera hacía en la empresa que había comprado, aunque ambas eran la misma cosa. Pero no se crea que esto era poca cosa: Telefónica Perú debería remitir a Telefónica España -por este concepto- nada menos que el 9% de la utilidad operativa antes de impuestos. Mismo Colón cuando agasajaba a los Reyes Católicos con el oro encontrado en su aventura hacia las Indias.

 Aún más: como en España se auto proclamaron líderes de la tecnología mundial de las telecomunicaciones ¿….?, entonces, adicionalmente, TELEFÓNICA ( Perú ) debía transferir mensualmente a TELEFÓNICA (España ) nada menos que el 1% de su facturación rutinaria, en virtud de un dizque contrato de “transferencia tecnológica”. Es decir: ¡Telefónica le pagaba a Telefónica! Es decir: se pagaba, asimismo. En el fondo, esto no era más que otra estratagema para sacar impunemente dinero limpio del Perú y “resarcirse” por cualquier vía de la “tremenda inversión realizada”. Y estos contratos fueron tan secretos que ni siquiera a los miembros del Directorio quisieron mostrárselos (no a todos por supuesto), dando tan solo cuenta de los mismos y reservándose su contenido. Ahora entendemos porqué.

Se estima que estos “contratos secretos" le rindieron a Telefónica en esos cortos años después de su asalto, más de 1,000 millones de dólares americanos; es decir, aproximadamente el 50% de su “tremenda inversión” y solo por esta vía. Vía ilegal e intolerable, cobrada por ¡administrar su propia empresa! Más tarde o más temprano, cuando llegue la hora -si es que llega- de revisar los contratos con Telefónica; a la hora de los destapes, estamos seguros que este aspecto se disparará como un resorte apretadamente escondido en un cofre resguardado a la vista de intrusos.

 

 

  

  

 

D. EL LEGADO DE VELASCO Y DE LA ITT

CPTSA: ¿EMPRESA ESTATAL O PRIVADA?

Lo beneficioso en medio de todo este panorama que se contemplaba -ya no tan silentemente- es que, a fines de 1989, antes de concluir el gobierno del ex Presidente Alan García, cuando en la práctica -aunque no en los hechos- ya se había concretado largamente la privatización de la CPTSA, es que éste decide actuar firmemente. Fue el inconcluso legado de Velazco hecho realidad que bien pudo concretarse en el gobierno de Belaunde o en cualquier momento antes del primer gobierno de García Pérez. La acción encomendada por este último al Ministro de Transportes y Comunicaciones de ese entonces, Oswaldo Morán Márquez; y también, al que lo sucedió en ese Ministerio como el último Ministro en esa cartera de ese régimen, Augusto Valqui Malpica -con quienes me cupo la satisfacción de colaborar cercanamente- consistió en devolverles a sus auténticos propietarios el gobierno de esta empresa usurpada hasta ese entonces por el Estado. García Pérez abordó desde un principio este tema y lo culminó al tomar una decisión que era trascendental y de justicia, mediante el proceso denominado como “La Democratización de la CPTSA”, ya tratado.

A inicios del gobierno militar de Juan Velasco Alvarado, en1968, en esa ola desorganizada de estatizaciones, el gobierno de facto “nacionalizó” la CPTSA. Se procedió a la expropiación de las acciones de su propietaria: la International Telephone and Telegraph Co. (ITT), transnacional de oscuros recuerdos por su historial no muy limpio a nivel mundial, hoy en día desaparecida de la industria de las telecomunicaciones.

Velasco, sin embargo, compensó bien a la ITT por dicha expropiación. Además de otorgarles la franquicia monopólica para el establecimiento de una fábrica: la Fábrica de Equipos de Telefonía S. A. ( FETSA) que más tarde se vería beneficiada con la asfixiante prohibición de las importaciones en el sector; se puso en marcha un millonario contrato de capacitación en telecomunicaciones (INTELPLAN) -que nadie controló- destinado al entrenamiento de profesionales peruanos en las empresas subsidiarias de la ITT en el mundo y se les adjudicó asimismo, el terreno de la cárcel conocida como "la Penitenciaría" o “ El Panóptico” - frente al Palacio de Justicia- para construir lo que es ahora el lujoso “Hotel Sheraton”.

Pero lo más sustancioso, la verdadera expropiación, se verificó cuando el Estado se agenció dinero del ex-Banco Industrial para compensar con dinero contante y sonante a la ITT y obligó a todos los abonados de una línea telefónica de CPTSA a devolver dicho préstamo mediante el pago mensual de una cantidad fija que figuraba en sus recibos como “ cláusula 40 “ –algo que muy pocos entendían- , recibiendo a cambio un paquete de acciones que este había expropiado a la ITT a nombre de ellos. Esta acción convirtió a CPT automáticamente en una empresa PRIVADA de accionariado difundido, donde el Estado -por ser también abonado- ostentaba tan solo el 20% de las acciones de la empresa. Obviamente, el pago que los abonados tenían que efectuar religiosamente y en forma mensual a través de su recibo telefónico, no podía ser para siempre.

Sin embargo, este pago tenía inicio, pero no un final programado, o por lo menos nadie se preocupó de llevar la cuenta de las amortizaciones mensuales al Banco Industrial. El pago lo comenzaron a hacer los abonados – antiguos y nuevos- desde 1970 y no paró sino hasta muchos años después. En el ínterin todos los gobiernos de turno alegando una serie de pretextos, se adueñaron ilegalmente del 100% de la CPTSA cuando solo les correspondía como mucho el 20%. Y, a los abonados - los accionistas mayoritarios- los redujeron a la condición de accionistas de segunda, ya que posteriormente solo tuvieron derecho al cobro de miserables dividendos anuales, pero se les negaba su acceso al gobierno de la empresa como legalmente les correspondía.

Fue así que en 1989 que el gobierno de García -en sus postrimerías- hizo eco de la voz de cientos de miles de agraviados y consideró que la retribución de los abonados al estado ya estaba efectuada. Que el estado no tenía más el derecho de usufructuar del gobierno y los beneficios de unas acciones que no eran suyas y que por lo tanto el control de la CPTSA debía pasar a manos de sus legítimos propietarios: los abonados, otorgándoles a cada uno de ellos las acciones que le correspondían por los pagos efectuados. Es decir, la CPTSA se ratificó como una empresa totalmente privada, con accionariado difundido. La primera Junta General de Accionistas se celebró en marzo de 1990 e inmediatamente después ejerció el primer Directorio en donde el Estado, de acuerdo a sus acciones, tenía tan solo 2 representantes de un Directorio conformado por 11 miembros, incluyendo los representantes de los trabajadores.

En marzo de 1990 quedó pues claramente establecido que: desde 1970 CPTSA era una EMPRESA PRIVADA de accionariado difundido y que la calificación dual de EMPRESA ESTATAL que por durante 20 años convirtió al Estado en amo y señor de las telecomunicaciones, fue un acto ilegal, prepotente, abusivo e interesado.

 

 

   

E. LA PRIVATIZACION DE UNA EMPRESA PRIVADA

“¡¡CPTSA SE VENDE, SI o SI!!”

Lo que sucedió a continuación de la ratificación y actuación de CPTSA como empresa Privada de Accionariado Difundido, es quizás historia poco conocida. La cuestión era: ¿Cómo una empresa privada podía ser nuevamente privatizada? La respuesta parecía obvia. Aquí son visibles dos personajes claves en todo el proceso: el Abogado Jorge Tovar y el contador Antonio Paucar Carbajal.

 En 1990, la CPTSA ya en manos de sus auténticos propietarios, arremetió con fuerza hacia un reflotamiento integral de la Empresa. Lo primero que había que hacer era un ajuste interno organizacional total; una reingeniería. Lo segundo tenía que ver con la calidad del servicio y la búsqueda de los fondos necesarios para conseguirlo, incluyendo nuevas estrategias para cubrir necesidades del mercado interno.

El razonamiento era muy simple: La CPTSA nunca pudo despegar en esos años porque la demanda superaba con creces la oferta de líneas, las mismas que no podían ser ampliadas por falta de inversiones en el sector; inversiones que eran difíciles de concretar por un manejo político, totalmente demagógico -no técnico- de las tarifas.

 Había otro argumento falaz y a todas luces descartable: "La CPTSA era una carga económica para el país y no era un sujeto de crédito". Falso. Si tan solo nos fijáramos en la memoria del año 1993 encontraríamos que solo en ese año la CPTSA obtuvo un ingreso de 551 millones de soles. En ese período CPTSA transfirió al estado 197 millones de soles por concepto de tributos, impuestos y retenciones, mereciendo ser calificada como ¡UNA DE LAS DOS PRIMERAS EMPRESAS! que más aportaron al estado.

Sin embargo, ya a partir de julio de 1992, después del impronunciable autogolpe del domingo 5 de abril de ese año, las intenciones del gobierno de turno comenzaron a revelarse con más rudeza. Lo cierto es que ya a partir de julio de 1990:

·       Nunca se evaluó el hecho de que CPTSA fuese una empresa que jamás dio resultados en rojo y que por lo tanto nunca significó una carga para el Estado.

·       Nunca se consideró que la CPTSA era considerada una de las primeras Empresas que contribuían al tesoro público con el pago de sus impuestos.

·       Nunca se sopesó el hecho que las tarifas fijadas con criterio político y las contribuciones al Estado, no le permitieron jamás tener las utilidades suficientes para reinvertirlas en planes de expansión y mejoras, acordes con la demanda.

 Siempre el estado ayudó con su garantía para el endeudamiento externo, pero a partir de esa fecha, esa garantía del Estado simplemente fue negada.

Ante esta situación, la CPTSA de propiedad de los abonados se puso en alerta:

·       Se trató de formar un sindicato de bancos que financiaran los Proyectos de Expansión, pero todas las puertas se le cerraron.

·       Se trató de recurrir a la Corporación Andina de Fomento (CAF) en Venezuela, al Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en Washington, y a otras entidades financieras, pero siempre el resultado era el mismo y las consecuencias las esperadas.

 Era evidente que la CPTSA sufría un acorralamiento del régimen de Fujimori. Lo evidente se convirtió en objetivo, Incluso, cuando CPTSA trató de ponerse a la vanguardia de la tecnología nacional y latinoamericana, implementando su Proyecto de Telefonía Móvil Celular, estudiado desde 1987 y puesto en marcha desde 1991; o cuando trató de afianzar su proyecto de Televisión por Cable “Cable Mágico “que se implantó en setiembre de 1993.

El Ministerio de Transportes y Comunicaciones de Fujimori le negó a CPTSA -aunque luego se la confirió tardíamente- la licencia para operar Telefonía Celular; y, –peor aún- le mantuvo a una empresa improvisada, ese privilegio tecnológico de llevar al Perú a ser el segundo país en Sur América en contar con Telefonía Celular. Esa empresa, tan improvisada como desconocida, había incursionado en el mercado engañosamente, y en forma ladina había podido obtener una licencia de operación. “Tele 2000” o “Celular 2000”, era de propiedad del inefable empresario y conocido hombre de televisión Genaro Delgado Parker. Delgado y sus socios, habrían mantenido una infraestructura pobre y con equipos usados y obsoletos, internados en el país con un status aduanero de “temporal” que a la postre resultó permanente. Lograron lo que querían: descremaron el mercado de nivel socio-económico alto de Lima, brindando un pésimo servicio que solo podía ser resuelto con la interconexión con la red de la CPTSA. Explotaron el mercado de Telefonía celular por un año completo, sin competencia, hasta que CPT-CELULAR pudo operar. Ellos desecharon cualquier tipo de inclusión social en el servicio e impusieron precios exorbitantes y prohibitivos a un sector elite desprevenido que, obviamente, entusiasmados por la novedad, los podían pagar.

En este período surge claramente la figura del Dr. Jorge Tovar como hombre de confianza del, en ese entonces, “delfín” y todopoderoso Ministro de Transportes y Comunicaciones Jaime Yoshiyama Tanaka. Más tarde, Tovar, junto con Paucar y otro sujeto de apellido japonés, sería miembro del Directorio de la CPTSA en representación del gobierno fujimorista para luego, cuando su concurso era impostergable para los fines del dictador, pasar a ser presidente de la poderosa Comisión de Privatización (COPRI)

Dentro de estos avatares, la nueva CPTSA de 1990-91 decidió convencer a cerca de 3000 trabajadores para acogerse al beneficio de una renuncia voluntaria con incentivos. De esta manera se pretendía aliviar el sobrepeso que significaba una planilla sobredimensionada gracias a una política laboral basada en el clientelaje político, empleada tanto en el régimen de Velazco Alvarado y el de Fernando Belaúnde, como en el de Alan García. Para 1992 los estándares de trabajadores por cada 1000 líneas telefónicas ya estaban en un nivel aceptable y competitivo.

Con la voraz velocidad impresa por la barbarie del 5 de abril de 1992, un buen día de ese mismo año los representantes del gobierno dictatorial ante el Directorio de CPTSA convocaron a reunión a todos los miembros del mismo. La Agenda tenía un solo punto: "Privatización (léase venta) de la CPT". En dicha reunión el primer cuestionamiento de los convocados fue: “¿Se puede privatizar una empresa que ya es privada?”. La respuesta habría sido tajante e inmediata: “¡La CPT se vende SI o SI!". Ni siquiera se dio tiempo para que se sugiera que, si se trataba de vender, pues que sea el estado el que venda el 20% del cual era propietario. Después vino el silencio...de todos, incluyendo a los representantes de los abonados accionistas...y cada uno fue el dueño de sus propios temores, intereses, miedos, aciertos o desaciertos. El asunto fue que, en menos de 2 años, el 28 de febrero de 1994, la CPTSA terminó vendiéndose, conjuntamente con ENTEL, mediante una Licitación Pública Internacional en donde resultó ganadora TELEFONICA DE ESPAÑA ofertando una cifra extremadamente extraña.

Ya dueña de las telecomunicaciones del Perú, la naciente TELEFONICA DEL PERU, TDP, se cuidó astutamente -por un tiempo- de guardar las formas amigables. Así, por ejemplo, TELEFONICA se comprometió a respetar lo expresado por la Junta General de Accionistas cuando esta determinó, en uno de los acuerdos para la privatización, que la estabilidad de todos sus trabajadores tenía que ser respetada por quienes adquirieran el control de la empresa, en razón a que los programas de racionalización de personal ya habían sido ejecutados y concluidos, precisamente por la empresa privada que se estaba privatizando (omítase el contrasentido). Es ahí que reaparece otro protagonista. Como director representante del gobierno de Fujimori - ante la CPTSA democratizada por Garcia- se afianza el contador ayacuchano que se jactaba de ser amigo y compañero de carpeta del presidente Fujimori. Se trataba nuevamente de Antonio Paúcar quien venía de ser Presidente de ENTEL y que luego sería Presidente del Directorio de la CPTSA y más tarde aún, asesor de la poderosa TELEFÓNICA y también Ministro de Transportes y Comunicaciones. Durante su presidencia se desestimaron acuerdos de la Junta General y se permitió un feliz tránsito de la privatizada CPTSA a la otra "privatizada" CPTSA que, conjuntamente con ENTEL-PERÚ, se convirtieron en TELEFÓNICA DEL PERU, o simplemente TELEFONICA.

La alteración de los acuerdos de la Junta General de Accionistas en materia laboral. fue incluso materia de un proceso judicial entablado por el Sindicato Único de Trabajadores de la CPTSA, que fue ganado por ellos pero que no fue efectivo sino hasta la intervención del Tribunal Constitucional, quien ordenó la reposición de los trabajadores despedidos por Telefónica, acto que ni siquiera por provenir de esa majestad legal, TELEFONICA - rodeada de los escuderos del rechazado fujimontesinismo- se negó a acatar en su totalidad.

En suma: fue así pues como un mes, un día, de esa década corrupta, todavía frescos los ecos del Congreso clausurado, los minoritarios representantes del gobierno fujimorista ante el Directorio de la CPTSA, les habrían dicho al resto de los Directores, que la CPTSA – aunque no fuese una empresa del Estado- se tenía que vender “sí o sí “conjuntamente con ENTEL, que sí era una empresa del Estado. Y estos directores, dueños de sus miedos, de sus intereses o simplemente de sus pragmatismos, se doblaron y aceptaron, facilitando así el ingreso a un capítulo negro en la historia de las Telecomunicaciones del Perú. Capítulo aún no cerrado, pero que se ha estado desarrollando en todos estos años sobre muchos episodios conocidos y sentidos por la ciudadanía.

La constante fue que Telefónica, en todos los gobiernos sucesivos, siempre dio muestras de sus orígenes oscuros y se aprovechó de ellos mediante operaciones nada claras. A fines del 2019, 25 años después, Telefónica debía al Estado la astronómica suma de 11,000 millones.

 

 F. ESPAÑA, APARTA DE MI ESTE CALIZ *

 

 TELEFÓNICA DE ESPAÑA – ya convertida en Telefónica del Perú- a partir de 1994, no solamente se dedicó a despedir trabajadores. El año previo, el español “comisario” Santillana, cada vez que venía al Perú se desgañitaba afirmando que TELEFÓNICA jamás despediría a un solo trabajador, para después disponer todo lo contrario. Simultáneamente veía la forma de sacar más dinero vía aumento de tarifas o ejecución de contratos “secretos” de transferencia de tecnología o de administración. TELEFÓNICA también se preocupaba que todos sus proveedores de bienes y servicios fuesen de ascendencia española; ya sea conocidas empresas de España u otras “recién” conocidas, fundadas específicamente en el Perú y para fines específicos en el Perú. Incluso, se decía, con el concurso de algunos miembros de su plana ejecutiva que, gambeteando así, se procuraban beneficios adicionales con el asentimiento de la impoluta TELEFONICA de España.

En la CPTSA las áreas de mayor cantidad de trabajadores de mano de obra calificada, eran las áreas de Construcción de Planta Externa, Instalaciones de líneas y Mantenimiento de líneas. Y fue ahí donde apuntó primero TELEFÓNICA porque encajaba perfectamente con sus planes inmediatos. En 1994 TELEFÓNICA celebró contratos con diversas empresas para la Instalación y Mantenimiento de líneas de abonados. Todas eran españolas con ex trabajadores de la CPTSA y ENTEL, excepto una que estaba conformada íntegramente por ex trabajadores de la CPTSA y a quienes se les dio un caramelo para atenuar protestas y sentimientos de culpa por los despidos masivos.

Para TELEFONICA el otorgamiento de fuentes de trabajo directa, no fue nunca una prioridad. Desde un inicio recurrió -con voluntarioso y visible empeño- al denominado “outsourcing”; es decir, la subcontratación, externalización o tercerización de sus responsabilidades mediante la transferencia de recursos técnicos y principalmente humanos; con esto, sobre la base de la explotación de una mano de obra barata, sus inversiones tendrían un mejor rendimiento. Se ganaba más si se consideraba que esa mano de obra era calificada y con experiencia ya que estaba conformada por los mismos trabajadores despedidos de la CPTSA y ENTEL.

Por otro lado, contrariando las Leyes del Libre Mercado y del Neoliberalismo que tanto predicaban, se liberó a Telefónica de toda competencia, etiquetando esto como “concurrencia limitada” sobre una base legal discutible; mientras que -siguiendo a rajatabla las leyes neoliberales- se dedicaban a debilitar y desintegrar los sindicatos.

 A fines del 2001, a pesar del retorno de la democracia, Telefónica supo acomodarse y el panorama era prácticamente igual. Esto, a pesar de que varias de las empresas españolas, que Telefónica trajo, se retiraron del mercado una vez que este fue exprimido tras los años de vigencia del monopolio. En diciembre del 2001 algunos nombres habían cambiado pero la proporción era exactamente la misma. De 6 empresas que tenían contratos con TELEFÓNICA, incluyendo Telefonía Pública, 5 eran de origen español y tan solo una era peruana. Era la misma empresa que comenzó en diciembre de 1994 cuando Telefónica comenzó a darle trabajo a empresas que contrataban a sus trabajadores despedidos, pero altamente competentes en el campo. Esto les satisfacía doblemente: menor costo y mejor servicio brindado a través de terceros.

 ABECOTEL, con su Gerente español, Alberto Ramírez ; DYCTEL, con su Gerente General español, Jesús López; ITETE, con su Gerente General español, Carlos Ayala; RADIOTRONICA, con su Gerente español, Juan Santos; AMPER, con su Gerente español, Antonio Martos y SERVICIOS PERUANOS S.A “SEPESA”, con su Presidente peruano, Emilio Cassina, eran las seis empresas privilegiadas por TELEFÓNICA, contratadas por esta para hacer lo que a ellas les tocaba hacer, pero más barato. Habían otras tercerizaciones en otros campos.

Sin embargo, este privilegio revelaba en su distribución discriminada, la verdadera actitud de TELEFÓNICA hacia todo lo que signifique peruano. Durante el año 2001, 7 años después de la venta de la CPTSA, del total anual de la facturación por estos conceptos, ABECOTEL facturaba a TELEFÓNICA 12.7 millones de soles ( 23%); DYCTEL, 8.5 millones de soles ( 15%); ITETE, 14.4 millones de soles ( 26%); RADIOTRONICA, 14.4 millones de soles ( 26%); AMPER, 3.9 millones de soles ( 7%) y SERVICIOS PERUANOS, 0.8 millones de soles ( 1.5%). Así fue siempre. SEPESA solo era algo para afirmar que no todas esas empresas eran españolas.

Aun así, en esos días, TELEFÓNICA “agobiada” por las rebajas tarifarias que le imponían una real competencia dentro de un gobierno transparente y democrático; temerosa de una justa reivindicación de los derechos laborales atropellados al amparo de la dictadura, ya no consideraba prioritario presentar un rostro peruano –aunque sea minimizado- en sus filas. Antes de que se concretara lo que podría venir después del fin de la dictadura, había que apurarse en tomar medidas para consolidar lo que hasta el momento se había logrado, y para eso había que tomar cualquier herramienta que esté a la mano. En este caso no importaba que esa herramienta no hubiese sido probada lo suficientemente en el mundo. A fin de cuentas, el Perú a lo largo de su historia, en manos ibéricas, había sido y seguía siendo un conejillo de indias.

Lo que entusiasmó a Telefónica en esos años, era que en España y Brasil se estaba experimentando con una nueva modalidad de gestión para la operación del Plantel Exterior. Le llamaban “Bucle de Cliente” y consistía en otorgarle a una sola empresa una sub-concesión para toda un área, digamos una Región o varias. Mediante esta operación la empresa en sub-concesión tendría a su cargo todo el Plantel Exterior de la Región que se le asigne. Esto comprendia desde el distribuidor principal de las Centrales Telefónicas (MDF), pasando por toda la red de cables aéreos o subterráneos; cables troncales, primarios o de distribución; equipos de presurización, cámaras subterráneas, postes diversos, redes de acometida... etc., hasta el equipo telefónico de abonado, incluyendo la mesa de pruebas, los diversos equipos de transmisión con su infraestructura (torres, casetas y otros) y el Servicio de Atención al público de Averías (102). No incluía, entre otras, las actividades de Planificación, Diseño, Construcción, Instalación y Mantenimiento de cables, propias de una administración total y que era tarea reservada para una elite. Es decir, Telefónica “cedería” un 95% de su responsabilidad en este campo clave en la explotación de telefonía fija, a un grupo de “pequeñas” Telefónicas supervisadas por la “mayor”, que seguiría en el negocio, percibiendo una cuota menor pero más rentable.

Las empresas que se beneficiarían con esta curiosa modalidad de trabajar una concesión tendrían que ser, por supuesto, españolas. No había cabida en los grandes negocios para las empresas del país, había que privilegiar las de la madre patria. Y curiosamente, mientras que el Ministro de Industria declaraba “sentirse orgulloso porque de 30 empresas pesqueras en Paita, una es peruana (sic)”, a escasos metros de su Ministerio se estaban dando los últimos toques para dejar de lado a la única empresa peruana nacida como fruto directo de la denominada privatización en el sector de Telecomunicaciones. Y entendemos que no precisamente por ser la más mala o la más inexperta.

La prisa por implementar en nuestro país esta experiencia, con problemas incluso en la misma España, no era sin embargo un despropósito del grupo dirigencial español. El establecimiento de esta modalidad de explotación denominada por ellos, como dijimos, “Bucle de Clientes” o de abonados, obedecía a una serie de razones encuadradas dentro de la estrategia de la transnacional. Así: Para el año 2001, TELEFÓNICA debía de haber cumplido con una cuota de trabajadores despedidos que no pudo alcanzar. Sus planes sincronizados con los de la dictadura pasada, fueron trastocados por un gobierno transitorio, seguido de una democracia abierta a los reclamos laborales. El Bucle de Abonado era el pretexto ideal para paliar estos resultados adversos.

El Contrato de Concesión firmado por TDP con el Gobierno Peruano, jurídicamente elaborado a sus necesidades y demandas, no presentaría ningún impedimento legal para, en la práctica, otorgar una mini concesión dentro de la concesión ganada con la dictadura. Se reducirían de esta forma costos, elevando utilidades sobre la base de la eliminación del costoso personal en planillas, los cuales serían probablemente absorbidos por las sub-concesionarias españolas, “a sueldos de mercado”. Y, por último, si esto no era exactamente así, la transnacional buscaría siempre la manera de incrementar sus ganancias burlando el interés de sus clientes y aprovechando las precariedades morales y técnicas de un Estado acomodaticio, para no pagar lo que se debía pagar al Estado por sus actividades económicas en el país.

El debate nacional sobre el ponderado rescate de los derechos laborales llegó a su momento punta. Para Telefónica un retraso cualquiera sobre una decisión de lo planeado, de esa magnitud, no era aconsejable.

La implementación del “Bucle de Cliente” significaría la transferencia a terceros de la administración del total del Plantel Exterior telefónico. Esto debería implicar normalmente muchos meses sino años, a la par que acuciosidad y extremas exigencias por parte de los receptores de ese plantel, considerando que más del 50% de la Planta Externa tenía más de 10 años de vida y que cerca del 25% tenía más de 20. Esto, en determinados casos podría ser mortificante e inconveniente para las exigencias de premura. Por lo tanto, había que apurarse, pero previendo la no existencia de algún escollo incómodo que retrase los planes. Para eso nada mejor que hacerlo con gente de la “madre patria”; amigos y tolerantes, que cierren los ojos sin hacer estruendo, ante cualquier problema que se pueda arreglar en el camino.

 Poco tiempo después de estos sucesos, probablemente contagiados por el síndrome del Juez Baltasar Garzón, famoso juez anticorrupción en España, TELEFÓNICA optó por lavarse la cara ante la opinión pública. Para ello nada mejor que un peruano de alcurnia y prestigio. Alfonso Bustamante fue el elegido poniéndolo a la cabeza del Directorio desde donde reinaba, pero no gobernaba. Sin embargo, sus propios intereses, su reputación como banquero y sus fuertes lazos con el BVBA de España habrían podido resultar en un tiro por la culata de imprevisibles consecuencias.

La táctica de Telefónica volvió a cambiar y efectuó un enroque estratégico. El Presidente Peruano se vuelve español y acuciosamente nombran a un tal Sr. Nadal, prominente empresario español, para dialogar con nada menos que con el Presidente de la República. Pasó la hora de Bustamante, quien pasó a ser un mero Director. Su misión seria defender, desde un lugar más cómodo y junto con los también Directores Jorge Melo (ex – Gerente General de OSIPTEL) y Ludwig Meier (ex Ministro de Fujimori), las sensibles, pero nada secretas ambiciones de Telefónica en los asuntos de la Renta Básica, los minutos libres y el cobro por segundo.

Por otro lado, el Gerente General español se vuelve peruano y echan mano a un tal Sr. Juan Revilla para cubrir las apariencias de una supuesta autoridad peruana. Mientras tanto, el ex Gerente General español José Vela es acusado por la jueza anticorrupción Magaly Báscones quien ordena el embargo de sus bienes y quien extrañamente deja libre de toda sospecha y culpabilidad al ex Ministro de Fujimori y Montesinos Sr. Antonio Paucar Carbajal, incluyendo a su secretaria y mano derecha, también sometida a investigación. Paucar, según dicen ya con la nacionalidad norteamericana, desde las soleadas playas de Fort Lauderdale en Florida donde reside, debió haber contemplado la escena todo sonriente y saboreando su Piña Colada. Después de todo, él debió haber sido el más astuto, el de más poder económico, el de más influencias o el más inocente. Ni Montesinos le llegó al pie, a criterio de muchos que le conocieron.

Esta es, apretadamente, una crónica de lo que fue la -así llamada- privatización de los servicios públicos de telecomunicaciones en el Perú. Crónica donde todavía no se ha puesto el punto final. Mientras, gran parte de la ciudadanía sigue reclamando que el Estado no abdique de su obligación de función pública y que el gobierno de turno saque experiencias del pasado reciente y cumpla -haciendo uso de inteligencia e imaginación-con su obligación moral de no privatizar -o privatizar pero con fórmulas menos ortodoxas, innovativas- las empresas de servicios públicos que todavía tiene bajo su control . Se rechazaría así ese fracasado concepto neoliberalista de moda, en donde la economía del país parecería estar -a veces- en manos de cajeros y rematadores de los activos que nos pertenecen a todos.

Reiteramos finalmente la necesidad de obrar con conocimiento, experiencia e imaginación. La privatización no significa necesariamente la enajenación total de una propiedad pública. Existen otras modalidades que deberían considerarse con cierta dosis de sabiduría. Sin ir muy lejos, en el mismísimo caso español -por ejemplo- en su momento la política de privatización optó por mantener el estatus público de la titularidad, organización y dirección, dejando solo la gestión total o parcial en manos del sector privado, con óptimos resultados. En el Perú de hoy, un buen acercamiento podrían ser las denominadas Empresas Publicas Privadas, EPP.

No se podría negar la existencia de sanas y loables intenciones de muchos; pero es el caso que TELEFONICA de España continúa en el Perú, así como continúan sus mal disimulados arrestos grises. Mantiene una actitud esquiva con la justicia, medrando de la corrupción imperante y de la ominosa -pero tradicional- impavidez de sus ciudadanos, en un país que a todas luces requiere despertar y construir.

 

 

 

* “España aparta de mi este cáliz”

     Poema escrito por Cesar Vallejo en 1937:

 

    Agrega…" ¿Batallas? ¡No! ¡Pasiones...

    de dolores de pueblos con esperanzas de hombres!...

    El mundo exclama: “¡Cosas de españoles!” Y es verdad..."

 

 

 

E

l Ing. Marco Paredes Gálvez es graduado en la Universidad Nacional de Ingeniería UNI, con el título de Ingeniero Mecánico Electricista, con posterior especialización en Telecomunicaciones. Ha optado asimismo el grado de Máster en Gestión de Políticas Públicas, otorgado por la Universidad Autónoma de Barcelona, UAB.

T

iene estudios de posgrado en Telecomunicaciones en: ESPAÑA (“Centro de Capacitación de la Standard Electric”), ITALIA (“Instituto Per La Ricostruzione Indústriale”), SUECIA (Centro de Capacitación de “Televerket”), JAPON (JICA, Agencia de Cooperación Internacional del Japón), BÉLGICA (Centro de Capacitación de la “Bell Telephone”).

Asimismo, ha seguido cursos de actualización en: BRASIL, CANADA, EE. UU; CHILE, VENEZUELA, MÉXICO y otros.

L

ocalmente, ha estudiado también, entre otros, en: la Escuela Superior de Administración de Negocios, para graduados, ESAN y en el Instituto Peruano de Administración de Empresas, IPAE.

Es autor de varios artículos de la especialidad publicados en diversas revistas locales e internacionales y ha desempeñado la docencia en diversos organismos reconocido como: El “Instituto Tecnológico Superior José Pardo”, la “Escuela de oficiales de la FAP”, la “Universidad Inca Garcilaso de la Vega” (UIGV) y la “Universidad Nacional Federico Villarreal” (UNFV).

E

n el aspecto laboral, se ha desempeñado como: Ingeniero en la ex Compañía Peruana de Teléfonos S.A. (CPTSA) y Telefónica del Perú (TDP), periodo (1970-94); Presidente del “Instituto Nacional de Investigación y Capacitación en Telecomunicaciones” (INICTEL); Director de la “Empresa de Radio y Televisión Peruana” (Canal7 y Radio Nacional); Presidente del Proyecto PERDHA del “Ministerio de Salud” para la Recuperación y Desarrollo de los Hospitales de Apoyo; Asesor del Despacho Ministerial del “Ministerio de Transportes y Comunicaciones” (MTC) (1988-90); Asesor Técnico de la presidencia de “CORPAC”; Gerente General Adjunto de la “Compañía Peruana de Teléfonos” (CPTSA); fundador y primer Gerente General de la actual “MOVISTAR” ( móviles) de Telefónica; Gerente de Marketing de ERICSSON del Perú; Asesor Técnico de la Comisión del Congreso de la República para la “ interceptación telefónica”; Director de la CPTSA (1978); Director de Telefónica TDP (1994); Director, Gerente General, de la empresa de Telecomunicaciones “Servicios Peruanos S.A” (SEPESA); Presidente del Directorio de “SPRYSSA”, empresa de Telecomunicaciones; Director-Gerente General de LMB TELECOM, empresa de telecomunicaciones; Presidente del Directorio de “SERVIVOZ S.A”, empresa de Telecomunicaciones; Consultor técnico de la Unión Europea UE: Director de Proyectos y Consultor Experto Internacional de la Organización de  Naciones Unidas (ONU) en la “Unión Internacional de Telecomunicaciones” (UIT), habiéndose desempeñado como tal en Nicaragua, Honduras, Guatemala y Republica Dominicana; Perito Técnico del Tribunal de Conciliación y Arbitrajes de la “Cámara de Comercio de Lima” (CCL).

 

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