sábado, 2 de julio de 2022

EL ADIOS DE LAS VACAS

 


EL ADIOS DE LAS VACAS


“Cuando mi voz calle con la muerte, mi corazón te seguirá hablando”

Rabindranath Tagore (1861 – 1941) Filósofo

Rodolfo ‘Tombito’ Mendoza – XVI CMLP

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La brisa marina que se llevaba mis lágrimas y el ver la inmensidad del mar, tal como aquellos años idos, de mi alegre juventud, me emocionaba y hacía que mis pensamientos volvieran a mis queridos hermanos de la decimosexta  promoción de mi alma mater. Ya no existen las rejas de madera y tampoco se ven a los soldados que ejercían su labor de resguardo y control del ingreso a nuestro centro educativo; todo es nuevo: los muros, las rejas de metal y la infraestructura que hacen moderno a nuestro querido colegio. Debido a problemas de peligro de derrumbe, permanece solo, triste, despintado y corroídas sus puertas y ventanas, pero vigilante el Pabellón Central, como si quisiera hacernos ver que todavía está allí presente, para que nuestros corazones tengan viviente la gloria de nuestro hermoso pasado, haber sido cadetes del inolvidable Colegio Militar Leoncio Prado.

– ¡Disculpe, señor, lo siento, pero no puedo dejarlo ingresar! ¡Las ordenes son estrictas no se puede aceptar visitas, los cadetes están en sus actividades correspondientes a sus estudios y no se les puede llamar!

Había llegado al colegio después de un largo tiempo de ausencia, mi nieto terminaba ya su quinto año de secundaria y quería verlo por última vez, como cadete leonciopradino. Gracias a un oficial que me reconoció por ser integrante de la Gaceta Leonciopradina y recordándome por una visita al nuevo coronel director con una comitiva de la ALCMP en el 2014, tuve la suerte de poder ver a la LXX promoción, que egresaría dentro de unos pocos días, de este diciembre del 2016.

La pista principal, el comedor y el pabellón central, son lo único que nos hace volver a ver en ellos, nuestros tiempos, nuestros inolvidables tiempos de orgullosos caballeros cadetes. La compañía de 5to. Año salía de las aulas, veía en ellos a nuestra promoción, me parecía estar en 1961 y colocándome en un lugar estratégico para no ser incomodo pude ver lo que acontecía. Los cadetes se juntaban por grupos y esperaban algo que los tenía en tensión; pude ver entonces a mi nieto, se acercó al Brigadier General, conversaron y después de despedirse militarmente habló con el oficial de servicio. Quise acercarme a él para saludarle y se entere de mi presencia, pero vi que un grupo de cadetes, sus compañeros de promoción, le entregaban el estandarte de color negro con dorado, y le señalaron el lugar que representaba la dirección de toda la compañía, vi también que por su indicación un grupo de cadetes se acercaron al monitor General de 5to. Año, panameño de nacionalidad, y lo invitaron a que se agrupe en la formación de a tres, todos, sección por sección. Pude recordar, entonces, que mi nieto y yo entre nuestras conversaciones de siempre sobre el Colegio Militar, ya no existía esa vieja y emocionante tradición de despedida que nosotros vivimos, denominada “El adiós de las vacas”, que trata sobre lo significativo del adiós, del hasta pronto de los egresados de cada rincón de su querida alma mater, con la promesa de volver dentro de poco para decirles: “Aquí estamos, aquí volvemos con la promesa cumplida”.

Miré el cielo y agradecí a Dios por tener un nieto varón que había logrado estudiar en mi querida alma mater, siendo becado por la empresa norteamericana de un hermano de mi promoción y su esposa. Él, es todo un joven estudiante que nada olvida, que todo tiene presente. No se había olvidado de lo que en su presencia le había yo contado a su Monitor de 3er. Año, sobre esta vieja tradición de antaño que también está olvidada y que deberían revivirla. Comenzaron a salir con mi nieto adelante con el estandarte de la LXX CMLP e iniciaron su marcha al paso ligero para despedirse de las aulas, de las cuadras, comedor, campo deportivo y de todas las instalaciones donde vivieron: estudiando, alimentándose, haciendo deportes, marchando gallardamente en las diversas actividades cívico- militares. Al retorno pude apreciar como él y varios hermanos de su promoción se limpiaban las lágrimas que habían derramado, por el gran sentimiento de saber que era la última vez que estarían juntos, como caballeros cadetes del CMLP. Un sentimiento que vivimos todos los leonciopradinos y que lo llevaremos hasta el día de la muerte.

No sólo mi corazón se henchía de orgullo, sino que además, volvía a vernos, como todas las promociones de mi época, en las mismas circunstancias que ellos, los cadetes que dejarían la camaradería de todos los días, el verse en las cuadras y contarse sus hazañas deportivas, sus más lindos recuerdos de sus salidas semanales, de sus logros estudiantiles, de sus aspiraciones y sueños que empezarían a buscar que encontrarlos. Recordé con dolor, con tristeza y emoción cuando Reynaldo Olaechea, Héctor Wong, encabezaban nuestra promoción, vi como rodaban las lágrimas de Jorge Marusic, Daniel Mojovich, Jorge Seminario, Carlos Toro, Teddy Quiroz, Mario Viacaba, Roberto  De Salas, Isaac Goldemberg, Samuel Pecho y asimismo la fortaleza de hermanos que también sufrían, pero se aguantaban. Melancólico momento, pero radiante la luz que nos iluminaba, como diciéndonos nuestro patrono: “Ya comienza la búsqueda del logro verdadero, para formar sus familias, para encontrar la felicidad a la que tienen derecho. No se olviden de su alma mater, de sus hermanos, de sus oficiales, suboficiales, maestros y personal que los

formaron y atendieron como a sus propios hijos”. Y así es, a pesar de los años seguimos unidos cada promoción que egresa, buscamos siempre al hermano de camarote, de carpeta, de formación en la compañía, y también compartimos momentos de recuerdos con nuestros oficiales y suboficiales. El otoño y la nieve en nuestras sienes nos hacen más cercanos al hermano, al compañero de promoción; es incomparable y único el amor de estudiantes, el que siente un leonciopradino.

Recorrí también, solitario, las instalaciones de mi querido colegio, pero no encontré los lugares que yo viví, que yo sufrí y gocé. No me acercaría a mi nieto, debería vivir su propia experiencia sin mi presencia. Estoy anciano pero muy joven en entusiasmo, en saber que a pesar del poco tiempo que me queda, puedo sentirme satisfecho de la vida.

Soy rico en amistad, millonario en orgullo, gracias a que tengo un nieto de buen aprovechamiento como estudiante y que gracias a ello, a un hermano de promoción que sigue siendo su mentor, seré profesional también porque mi nieto ya ingresó a la universidad. La experiencia de él, es la mía, la de mis hermanos de promoción, de cada una de las promociones que han egresado y los hermanos de él, de la LXX CMLP.

– ¡CADETES, A FORMAR!


Era el oficial de servicio quien los llamaba y al paso ligero llegaron para formar por última vez, los rostros eran adustos, pero con signos de dolor emocional. Al igual que todas las promociones que egresan, se esforzaban en ese inolvidable momento, por demostrar que eran excelentes cadetes y no pestañeaban, firmes, con porte militar cada uno sentía orgullo, satisfacción personal, pero, además, un gran dolor que les hacía arder el pecho por alejarse de aquellos tres hermosos años de una promoción que dejaba sus aprendizajes y ejemplos de buena formación militar, que logra un verdadero amor a la patria, experiencia sin igual, que queda en lo más profundo de cada de uno de nosotros.

Ya no más el toque de Diana para salir presto a las jornadas del día, ya no más el toque del Silencio, señal del descanso después de terminadas todas las actividades rutinarias y al grito de ¡ROMPAN FILAS! Para pasar a las cuadras en la última noche que pasarán juntos, la LXX promoción gime, pero sintiendo la satisfacción de haber sido buenos estudiantes, preparados excelentemente para afrontar el futuro de sus vidas. Los perros, chivos y vacas de la LXX, cumplieron su ciclo en el CMLP, recuerdo sus inicios, sus etapas de tercero, cuarto y quinto año, han sido como todo leonciopradino, componentes de una gran promoción que se suma a nosotros y que dentro de poco tiempo se verán a los grandes personajes en la política, vida profesional, artística, militar, literatura, deportiva, para gloria de la setenta, nuestra alma mater y del Perú.

Ya corría viento y el frío comenzaba a calar mis desgastados huesos, la tenue llovizna mojaba mi cara o quizás no quería reconocer que también muy emocionado lloraba de sentimiento leonciopradino. Al igual que mi propia experiencia, he tenido la suerte de vivir la de mi nieto, su significativo día para él y de sus hermanos de promoción.

Al salir ya del colegio, me senté al frente en el parapeto de cemento que protege a los transeúntes de no caer al mar, las aves piaban y sobrevolaban a mí alrededor, sentía el acompañamiento del permanente oleaje del mar que golpea el acantilado de la Costanera, la misma brisa marina que nos obligaba a ponernos el capotín verde, cuyas grandes solapas nos cubría hasta la cabeza, me hacían sentir lo mismo que la LXX promoción, prometerse cada cadete: Volver, volver pronto al colegio militar, que Dios nos permita cumplir nuestros sueños de estudiantes y podamos orgullosos retornar a nuestra alma mater y cuadrarnos frente a nuestro patrono y decirle, también, como todas las promociones egresadas: ¡”Mi coronel, la Septuagésima Promoción, ha cumplido su promesa y pueden estar orgullosos, usted y nuestro amado… Colegio Militar Leoncio Prado”!


¡SUERTE, SEPTUAGÉSIMA PROMOCIÓN CMLP!


¡SEGUIREMOS BRILLANDO, ¡SIEMPRE, COMO AZUL HOGUERA!

(PUBLICADO EN LA GACETA LEONCIOPRADINA)

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