sábado, 2 de julio de 2022

UN ENCUENTRO CASUAL

 Un encuentro casual


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Ricardo Gonzalez Costa

rhgc348@yahoo.es


 Al observar sus ojos saltones, acompañados por un par de lentes, este personaje se me hizo familiar, su rostro marcaba algunas arrugas en las mejillas, su frente, amplia por la caída de su cabello, de tez blanca, cara redonda, contextura gruesa, vestía zapatillas blancas muy deportivas, blue yean, polo blanco con cuello, era todo un deportista, le calculé unos  58 años.

 

Un día, viernes del mes de enero del año 2006, en  horas de la mañana, visité  una notaria cercana a la Av. De la Marina, hablé con la abogada Del Villar, para solicitarle recomendaciones y contratar sus servicios, a fin de redactar un documento importante, pues se trataba de mi testamento y no porque tenga los días contados, sino porque como ejemplo tengo a mi madre, que tuvo la feliz iniciativa de repartir sus bienes anticipadamente.

 

Igualmente, y con el mismo criterio, lo he hecho yo,  recuerdo que debido al fallecimiento de mi padre, en el mes enero del año 1963, cuando estaba por ingresar al 4to año en el Colegio Militar “Leoncio Prado”, mi madre empezó a mover la documentación necesaria debido a que mi padre murió intestado, a  mi madre, le costo tiempo y dinero suficiente, hasta que se liberó de tantos trámites judiciales, para que los pocos bienes pasaran a nuestro nombre, duró varios meses, recuerdo que tuvo que apersonarse muchas veces al Palacio de Justicia y hasta entregar dinero a un secretario de  juzgado, para que coloque su folder en la parte superior de una torre de legajos.

 

Mientras yo y otras personas esperábamos ser atendidos por la abogada, una señora de unos 65 años, inicia una conversación con el señor que estaba sentado a mi izquierda, es decir al centro, yo me encontraba  a la derecha de él. Mientras yo escuchaba, la señora le decía, que había llegado temprano, después de haber dejado la comida lista y que tenía cosas que hacer, pero sin embargo esta espera ya era  larga,  habían personas que habían llegado antes que ella y mientras las atendían, todos teníamos que esperar, hablaba con un tono deliberadamente alto, con el propósito de ser escuchada por la abogada.  Por ser mes de verano el ambiente estaba algo caluroso y es por ello que la señora agregó que se sentía mal, encima, con este calor desesperante, decía, tomando un pedazo de papel higiénico para secar su frente, suponía que este señor la escuchaba con atención y yo de paso, hasta que en un momento saltó una impertinente pregunta, el señor, le dijo:

-¿Usted usa calzón? -la señora le respondió:

-Naturalmente que lo uso.

-Pues no lo haga.

-¿Por qué? -preguntó la señora- el señor agregó:

-Seguramente no es de algodón y le da más calor.

 

Luego de esta conversación la señora se quedó completamente callada. El señor volteó hacia mí y con voz  baja me dijo:

-Ya me tenía cojudo la vieja con su conversación, felizmente ya se calló.

En ese instante, mientras me hablaba, rondaba la pregunta ¿de dónde lo conozco? su rostro cada vez se me hacía más familiar y no le quitaba la vista de encima.  

 

Mientras la abogada hacía pasar al siguiente, le pregunte al amigo, cual era su apellido y me contestó: Juan Pérez; le repliqué, creo que te conozco, tal vez de Ipae, no -me dijo- nunca he estudiado ahí, le volví a preguntar, en qué colegios había estudiado y empezó a decírmelos desde que empezó la primaria hasta que nombró con firmeza: Colegio Militar Leoncio Prado, le volví a preguntar, a que promoción perteneces, yo, a la  XIX promoción, no hay nada que hacer y golpeándole el hombro le dije:

-¡Somos compañeros! soy Ricardo González  de la misma promoción -en ese momento abrió más los ojos y ambos sentados nos dimos un  abrazo como sellando el encuentro.

 

Me dijo que desde que había salido del plantel, no se había acercado a ningún Reencuentro, pero en la calle se había cruzado con algunos compañeros de sección, a quienes me fue mencionando y yo le hablaba de ellos, de lo que podía saber, dónde estaban y qué hacían; le mencioné a los hermanos que han fallecido y en las circunstancias en que murieron, conversamos de todo, de los profesores, oficiales y suboficiales, de los dos directores, de algunas anécdotas suyas, ahí me di cuenta que había sido un gran penden..ciero o sea lo que le dijo a la señora, sobre el calzón lo decubría.  


Aquellas anécdotas no las había escuchado; claro, eran suyas, cada uno las tiene, aparte que debido a que en el ingreso, a cada uno por su edad, nos dispusieron en secciones de mayores a menores y porque me dijo que era de la segunda sección, me di cuenta que era mayor que yo, a las finales  me divertí mucho con sus relatos, fue muy elocuente ya que contaba con mucha chispa.


Aproveché del momento para anotar  sus datos personales con el fin de entregárselos al encargado en la promoción, para  registrarlos, y comunicarlos, como hacemos en  estos casos, abrirles un correo y pasarle  la información de las actividades que  la promoción realiza durante el año.


El tiempo se agotó, la abogada hizo pasar a Juan a su estudio, mientras  esperaba el siguiente turno, al concluir, me levante, nos estrecharnos en un fuerte abrazo de compañerismo sellando aquel  encuentro tan grato. Hoy Juan participa de nuestros  eventos que se programa.


Lamentablemente la conversación concluyó, mucho quedó en el tintero, tantos recuerdos del ayer y del presente que siempre hay que evocar,  de esta manera el pensamiento leonciopradino está presente en todo lugar y momento, pensamiento que  se mantiene vivo por los miles de cadetes que pasaron por las aulas del CMLP y también de los que hoy se encuentran estudiando, cada uno de nosotros, es una historia viviente y efervescente, de lo que significa ser leonciopradino.


En la mayoría de países en el orbe, hay al menos un corazón leonciopradino, que recuerda su alma mater, soportando la pena de encontrarse lejos de su principal símbolo, impedidos de participar físicamente en actividades, sólo podrán refrescar sus impacientes deseos por medio del Internet, lecturas, fotografías y documentos que puedan recibir.


El caso de Juan es uno de los tantos que se dan en cualquier lugar, reencontrarse con compañeros o hermanos leonciopradinos, cualquiera sea la promoción, es una satisfacción, causa  emoción sin paralelo, son historias que merecen ser contadas y publicadas, ser testigo de estas historias, es construir con más fuerza, el cimiento de la potente logia leonciopradina, para que no se extinga, por ello debemos estar armados y listos como un buen ejercito para llevar adelante este cometido para la perdurabilidad del Colegio Militar Leoncio Prado.  

( Publicado en la Gaceta Leonciopradina)


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