Premonitoriamente ,este mensaje que fue publicado en la Antorcha Leonciopradina
se cumplió. Somos triunfadores en la vida ,estemos donde estemos.
A LOS CADETES DE LA DECIMA NOVENA PROMOCION
el fin de la jornada
(Mensaje publicado en la Antorcha Leoncioradina-1964))
Cadete de la 19 Promoción:
Hace tres años ingresaste a nuestro Colegio,
portando tu alforja llena de románticos fervores: A pesar de tus años de adolescente, ¡quince
abriles de la vida! habías hecho una promesa: formarte hombre, muy hombre y
nutrirte del "patriotismo “que se siente y que se vive junto al héroe
Leoncio Prado. Escogiste un Colegio con disciplina militar. Marcaste el paso
hacia un gran ideal: ser un hombre de carácter. Hermosa selección la que tú mismo
impusiste a tu corazón de muchacho. Y han transcurrido tres años. Han pasado
muchas horas de lluvia y de sol por tu frente. Las levantadas en las mañanas
frías y la guardia en las noches, oscuras fueron recortando tu ilusión
voluptuosa de vivir. Tuviste que imponerte silencio cuando querías reir con la
carcajada sonora y fresca de tu edad. Esperaste siempre seis días para darle un
beso a tu madre. Y sufriste agonías de cárcel cuando estuviste enamorado y
tenías la perspectiva de una fiesta de rumbas y merengues, de alegrías y de
sonrisas femeninas. Notas y trabajos fueron tajantes en su sanción. Tuviste que
estudiar. Tuviste que trabajar. No había otra solución. Leoncio Prado es un
camino sobrio de deberes. Tu ruta fue única: él deber por la disciplina
militar. Y la disciplina, la cumpliste, en gran parte, por obediencia y por
lealtad a tu palabra empeñada y a tu promesa filial. La jornada ha sido difícil
áspera y grave la caminata. Pero ten presente, Cadete leonciopradino, que sólo
así se esculpe una estatua de bronce, que sólo así se forja él hombre
auténtico, hecho fuerza y hecho virtud. Tú no hubieras querido otra cosa. La
debilidad, la complacencia, el engreimiento, hubiera sido tu vergüenza. La sensualidad
de vivir engreído hubiera deshonrado tus propósitos marciales. La tolerancia
te habría humillado. Los muchachos de energía, los jóvenes de coraje, les gusta
la montaña alta y la pendiente rocosa.
Fueron tres años que estuviste con nosotros.
Aprendiste a pensar. Aprendiste a luchar para superarte, y sobre todo, a amar a
la Patria como pocos escolares de la República. ¿Has meditado? ¿Qué colegio
forma con más hondas raíces el sentimiento patriótico como lo hace tu Colegio
Militar? Aquí aprendiste peruanidad. Desde él alba virgen de las mañanas, hasta
las horas silenciosas de la noche, tu imagen ha sido la Bandera Bicolor, que es el espíritu de la
Patria. Tus canciones, tus lemas, tus trabajos, tus desfiles, todo ha sido un
culto perenne al Héroe de Huamachuco, que murió con gloría para dejarte
dignidad histórica. En esta escuela de trabajo intenso, de rigor,
de ejercicios y campañas militares, de vida
austera sin contemplaciones, de estudio, de ejemplos marciales, has forjado
las raíces de tu alma, las bases de acero de tu futura personalidad moral y
social. Tu carácter ya tiene un sello de hombría y de señorío. Tu porvenir ya
está más seguro. Hay en tí un hombre.
Ha terminado la
jornada. Vas a partir a la gran escuela de la vida. A la escuela del mundo. A
la lucha diaria, muchas veces sin cuartel. Ya recordarás las horas felices de
tu adolescencia. Es justo pues, que cuentes los minutos que te quedan en el
colegio. Pero porque eres noble, yo estoy seguro que hay una generosa nostalgia
en tu frente y un bondadoso recuerdo para todos tus jefes, Instructores y
Maestros, que solo quisieron tu bien. Yo estoy seguro que los ojos de tu alma
moza miran con respeto y reverencia al hogar que te ha forjado. Tú olvidas
cualquier error. Tú olvidas cualquiera injusticia, y todas las dificultades
del camino. Al Perú, como a una madre buena, pero pobre, le cuesta vivir. Quién
sabe hubo durezas en la jornada. Quién sabe, algunas veces no se supo
comprenderte. Quién sabe tuviste muchas veces una lágrima escondida. Pero todo
esto te ha retemplado. Ya no eres un escolar. Ya abriste la puerta grande y
fuerte de la juventud. Ya empiezas a ser más libre en tus determinaciones. Ya
sabes lo que es la libertad puesto que ya sabes lo que es la obediencia, la
disciplina, el orden. Tu vida ha adquirido un sentido clarividente. Ya tienes
una idea y una imagen clara del hombre y de su destino. Se te ha enseñado que.
él hombre para ser tal, para no verse frustrado frente al destino y al mundo,
tiene que ser integral. No es
suficiente un saber. Es indispensable un proceder digno. La inteligencia poco
vale, si no está acompañada de carácter; y más todavía: de espíritu. El
espíritu es grandeza de sentimientos. El espíritu es amor y bondad en todo y
para todos.
Cadete: la etapa de la disciplina ya ha terminado.
De hoy en adelante ya tú eres, en cierta forma, tu propio jefe. Pero por tus esfuerzos,
por tu lucha, por tus sacrificios, todos estamos contentos. Tus padres están
orgullosos. Tus hermanos pequeños contemplan tu ejemplo; y la Patria, a la
cual todos nos' debemos, se siente fuerte y feliz, porque ya tiene un nuevo
hijo en tu saber y en tu hombría.
Cadete
leonciopradino: con un abrazo de despedida, sólo puede decirte tu Colegio Militar: ¡has cumplido con tu
deber! ¡Dios te bendiga!
Quien no recuerda nuestra
última noche en el CMLP. Hubo una algarabía total y parece un sueño lejano,
pero fue real. Esa noche nos despedimos para siempre. Jamás volveríamos a estar
juntos, pero si unidos a través de la distancia y el tiempo.
Ricardo
González nos lo recuerda así.
MI ÚLTIMO DÍA EN EL C.M.L.P.
El
calendario señalaba quincena de noviembre, permanecimos internos tres años,
acostumbrados a la diaria disciplina y a convivir dentro del perímetro del
C.M.L.P. Mi promoción, se hallaba consternada, aún faltaban días, pero sabíamos
que llegaría EL ÚLTIMO DÍA.
Nuestras
mentes experimentaban la situación de abandonar el status de cadete, mientras
las instalaciones permanecerían para otros hermanos, que correrían la misma
suerte. En ellas, alternamos el viento, el frío, el calor, la humedad;
levantándonos al son de la “Diana”, para
luego tender la cama, bañarse, secarse y vestirse rápidamente.
En
el patio del “Duilio Poggi”, el oficial ordenaba… ¡Los tres últimos!, orden que
nos hacía correr, ya formados, ordenaba… ¡De frente! … ¡Marchen!, nos
trasladábamos a pasar la primera lista, los enfermos eran los descuentos y el
cuartelero, sabía que cumplía su último servicio.
Pasada
la lista, ¡Media vuelta! … ¡derecha!, a nuestra vista el comedor, visitado tres
veces al día, ocupado con sillas y
mesas para 10 cadetes. Ingresábamos, y tomábamos asiento, era una sinfonía el
rechinar de las sillas. ¿Quién no tenía
hambre?, el quinto hombre entre peroles, servía la avena, trasladábamos la
jarra conteniendo leche, unos las mezclaban, quedándonos satisfechos, con los
panes con mantequilla o aceitunas.
Concluyendo,
el oficial hacía sonar su silbato para levantarse y acomodar las sillas y otro
para salir a formar y dirigirnos a las aulas.
En
ellas, los profesores aceleraban sus cursos, mientras los atendíamos con el
ánimo propio del momento, se acercaban los exámenes finales. Aquí muchos se
arrepintieron de no haber estudiado, serían los últimos exámenes escolares de
nuestras vidas, pretendíamos no desaprobar, el vacacional era el problema.
Culminé sin desaprobados, en las últimas clases observé mi salón con cariño,
con sus carpetas plomas, que terminaron escritas con mudas historias de amor,
el pizarrón verde, y los maestros, que nos supieron inculcar sus conocimientos
y experiencias.
Las
clases matutinas terminaban a las 12:00 horas. Con nuestros libros
permanecíamos en el “Patio Central”, hasta pasar “rancho”. Ubicados, veíamos el
platillo con arroz, el estofado, la jarra con refresco, pan, y en el perol, la
sopa del día.
Luego,
descansábamos y charlábamos, para después formar a las 13:50 horas y dirigirnos
a clases hasta las 17:00, posteriormente, el descanso era más prolongado, unos
asistían a los diferentes clubes, otros a practicar atletismo o descansar.
Las formaciones ya estaban calculadas, concluían los clubes, los atletas regresaban para ducharse y cambiarse, algunas veces se nos pasó la hora del rancho.
El
último era a las 19:00 horas: sopa caliente, estofado, té con hierba luisa o
sólo, y el postre, guindones o mazamorras. Los días viernes había mejoramiento
de rancho y por las noches asistíamos al auditorio.
Formábamos
para la última lista, los monitores de compañía, recibían el parte de los
monitores de sección, éstos, lo presentaban al monitor de año, ambos, más el
brigadier de quinto, lo entregaban al monitor general, para ser recibido por el
Capitán de Día.
¡Atención
a la lista!… ¡atención!… ¡subordinación y valor! … ¡viva el Perú!, era la voz
del batallón, voz que dejaríamos de escuchar por siempre.
Ocupábamos
las aulas hasta las 21:00 horas, en que salíamos a formación para dirigirnos a
paso ligero hacia las cuadras.
Vestíamos
el pijama. Los turnos de imaginaria corrían solos, en el libro de parte, se
asentaban los cuatro nombres, cada uno cumplía con su obligación de cuidar a
los compañeros durante toda la noche, el oficial firmaba aquel libro y
chequeaba las ocurrencias.
Los
días pasaban, hasta que las clases concluyeron, teníamos tiempo para estudiar y
rendíamos los exámenes con la vigilancia de un profesor y un suboficial,
quienes no advirtieron los apuntes de los arriesgados.
Nos
preparamos luego para la Campaña Final, salimos temprano del colegio y bajamos
de los camiones en Conchán, continuamos a pie y nos adentramos hacia la
izquierda, acampamos, pasamos rancho en nuestras perolas y dormimos en tiendas
de campaña. Al día siguiente, a tomar el objetivo para regresar a campo
abierto. El Coronel Director, nos arengó y retornamos al colegio, sucios y
cansados, pero revitalizados.
Entre los cadetes, las órdenes de los técnicos
pesaban cada vez menos, los aspirantes se consideraban técnicos, quinto año,
sólo rendía exámenes para abandonar el colegio, logrando el respeto hasta el
ÚLTIMO DÍA.
Se
programó la clausura del año académico, acto desarrollado con la presencia del
Presidente de la República, distinguidos invitados, el Maestro de Ceremonias,
daba inicio a ésta última actividad, se dieron los acostumbrados mensajes, se
cantaron los himnos, premiaron a los cadetes distinguidos, y desfilamos frente
al Pabellón Central por última vez, con emoción desmedida, marcamos el paso
arrancando polvo, como diciendo… te dejo mi alma y mi huella…
Todo
había concluido, era nuestro fin, ahora éramos civiles, entregamos el fusil, el
uniforme azul de invierno y el kepí, la polaca blanca aún la conservo intacta,
con sus botones dorados y la insignia circular.
El
retiro de nuestras pertenencias fue el acto más triste, portando la bolsa de
tocuyo con: frazadas, colchas, sábanas, comandos, sacón verde, ropa interior,
cuadernos, libros y todo lo que a diario usamos, mezclados sin el orden con que
los mantuvimos en el ropero, esto en una mano, y en la otra, sosteniendo
nuestro colchón y la almohada, testigo de tantos sueños, ahora sobre un hombro más fuerte con el que ingresamos.
Salimos
tristes pero fortalecidos, con mentes limpias y frescas, listos para tomar un
rumbo positivo, actuar en bien del país y poner en práctica todo lo aprendido y
mantener la disciplina, que nos forjaron nuestros instructores.
El
ÚLTIMO DÍA, arrancó mis lágrimas, que aún permanecen secas en mi rostro y grabé
este momento para siempre. Dimos el último paso de separación entre el colegio
y la calle, la puerta, testigo al cruzar el imaginario umbral que es el cielo,
puerta que se nos abrió hacía tres años, para ingresar por primera vez y en
esta oportunidad, también abierta, pero para despedirnos, a mi espalda sentí la
mirada inerte de nuestro héroe Leoncio Prado, estático, queriendo decirnos
¡adioses jóvenes! Cumplieron con su
deber, los esperaré siempre, en éste, vuestro eterno hogar, han pasado muchos
años, desde aquel ÚLTIMO DÍA, y no dejo de recordarlo, ingreso a cada
reencuentro, reforzado en mi espíritu leonciopradino y con mi alma animada del
azul hoguera imborrable. A través de los años, voy devolviendo poco a poco, lo
mucho que recibí.
Rhgc
Otro de los motivos por lo que nuestra XIX es única, es por nuestro bello emblema,
diseñada por Julio Dongo Aguirre .Esta obra de arte es nuestro cóndor llevando el
escudo de nuestro colegio con el nombre de la XIX en el pico como un símbolo que
ondeara en las alturas de nuestras vidas. Hoy en el mundo saben que detrás de ese
emblema están aglutinados los hermanos de la XIX para siempre.
( Del Libro de Oro de la XIX Promocioòn del CMLP)
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